"En nuestra cultura es muy fácil contraer adicciones y muy difícil librarse de ellas. Se persigue una felicidad entendida como ausencia de molestias. Ha aumentado la vulnerabilidad al sufrimiento y disminuido la tolerancia al dolor", ha explicado
Miguel Ángel Sánchez, profesor de Historia de la Ciencia de la Universidad Complutense de Madrid, quien asegura que, en nuestra cultura, la mayoría de consumidores usan las drogas como analgésicos.
La segunda mesa de la
V Jornada de Grupos de Trabajo de Bioética organizado por la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) ha versado sobre la ética y las drogas. Sobre si se deberían legalizar o no. En ella, Sánchez ha explicado cómo las
drogas enteógenas (como los cannabinoides, las fenilalquilaminas o los lisérgicos) sirven para alcanzar estados de consciencia y su potencial adictivo es mucho menor. Porque las drogas, ha explicado, inducen las vivencias más profundas y buscadas por el ser huano.
"Las drogas se han usado siempre, en todas las culturas, en todos los momentos históricos, para cosas muy importantes. Sin las drogas no se puede entender el
desarrollo cultural, religioso y espiritual de la humanidad", ha proseguido. Y ha explicado que el ser humano solo puede juzgar que vive con sentido y que su vida merece la pena cuando siente satisfecha su relevancia.
Pilar Pinto, Miguel Ángel Sánchez, Teresa Agudo y Rodolfo Romero.
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"Y las drogas satisface, suministran o refuerzan la sensación de
estar viviendo con relevancia. Pueden incluso suministrar motivos para satisfacer esta necesidad después de haber dejado de actuar", ha proseguido. El problema de esto, según explica el experto, es la
adicción: que el individuo pase a no poder satisfacer la necesidad de vivir con relevancia sin que las drogas estén actuando en el cuerpo. Eso sí, ha asegurado que esas drogas que tienen un
potencial adictivo verdaderamente mínimo -las enteógenas- podrían enseñar algo sobre lo relevante de la vida, sin perjudicar desproporcionadamente y sin hacer depender de ellas adictivamente. "Pueden ser instrumentos de descubrimiento y realización de posibilidades más amplias".
Postura en contra de las drogas
"Si se produce una destrucción personal del individuo, del orden público, un problema sanitario importante que trae recursos de todo etipo, y un problema social que destruye cimientos de la sociedad. No se entiende entonces que pretendemos con la legalización?", se ha preguntado
Teresa Agudo, miembro de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes).
"Se dice que habría un mejor control de la calidad, pero
éticamente no se puede establecer una escala sobre un veneno. Se dice que disminuiría la delincuencia, pero en los países en que se despanalizó el consumo no se demostró esto, se sigue traficando", ha continuado. Otros de los en contra es que los jóvenes considerarían que las drogas no son malas.
Para ella, sí sería lícito el control sanitario de las drogas para uso terapéutico. Pero, a pesar de que se haya reconocido los efecto terapéuticas de cs drogas, por ejemplo en la mejora del tratamiento de dolores crónicos o en el ictus, siguen teniendo efectos secundarios. "Entonces, ¿qué pasaría con el resto de drogas?", ha reflexionado. Así que para ella, la solución no es la legalización, sino
insistir en eos programas de educación, prevención del consumo y la represión contra el tráfico. "Éticamente no es aceptable legalizar lo que perjudica la salud", ha dicho.
A favor de la legalización
Oscar Wild dijo que "la única forma de vencer las tentaciones es caer en ellas". Así ha introducido su postura a favor de la legalización
Rodolfo Romero el coordinador del grupo de bioética de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias.
Romero ha defendido que las drogas no son beneficiosas ni perjudicales "per se". También ha explicado que la legalización, según diversas encuestas, no hace que las personas sean más propensas a consumir drogas, sino que son precisamente quienes ya las consumen las que están a favor de ello.
Asimismo, ha incidido en que la "
guerra contra las drogas" ha fracaso. Así, en su opinión, mejor que la prohibición, la solución es regularlas y educar para el autocontro. El debate continúa abierto.
Eloy Pacho, especialista en Medicina Interna, máster en Bioética y miembro de la SEMI, Belén Alonso, especialista en Medicina Interna ymiembro de la SEMI; y Benjamín Herreros, miembro de SEMI y director del Instituto de Ética Clínica Francisco Vallés (Iecfv).
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Mª Dolores Nájera, Farmacia Hospitalaria y miembro del Comité de Ética Asistencial e Investigación Clínica del Hospital Morales Meseguer; Carmen Tornel, enfermera y mientro del Comité de Ética Asistencial del Hospital Morales Meseguer; y Carmen Moreno Barba, médico de Urgencias y miembro del Comité de Ética Asistencial del Hospital Morales Meseguer.
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Rebeca García, internista del Hospital Infanta Sofía; Manuel Pérez, residente de Medicina Interna del Hospital Fundacion Alcorcón; Alicia Hernández, oncóloga del Hospital Insular de Gran Canaria; y María Pérez, Medicina Interna en el Hospital Insular de Gran Canaria.
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A la izquierda, Antonio Blanco, MIR del Hospital Universitario Fundación Alcorcón, y José Miguel Hernández, profesor de Bioética de San Rafael-Nebrija. A la derecha, Margarita Moreno Vázquez, supervisora de Medicina Interna en el Hospital Príncipe de Asturias, y Rafael Toro, enfermero de investigación del Hosptial Príncipe de Asturias.
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Arántzazu Álvarez de Arcaya, coordinadora de Medicina Hospitalista del Hospital Clínico San Carlos; Magdalena Sánchez Sobrino, médico de cuidados paliativos y coordinadora regional de cuidados paliativos del Sermas; y Benjamín Herros.
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Enrique Olivares, médico del Hospital Niño Jesús; Mª Jesús Pascual Segovia, del Instituto de Ética Clìnica Francisco Vallés; y Eloy Pacho.
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A la izquierda, Joan Bertrán, miembro de la SEMI que ha moderado la primera mesa de la Jornada, y Eloy Pacho. A la derecha, Eloy Pacho y Benjamín Herreros.
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Eduardo Pacios; Juan Gómez González, internista del Hospital El Escorial; y Enrique Olivares.
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Javier de la Fuente, médico internista del Hospital Povisa de Vigo; Concha Páramo, endocrinóloga del Complejo Hospitalario de Vigo; Carmen Ortega, médico de Familia del Centro de Salud San Blas de Parla; Carmen Martínez, pediatra del Centro de Salud Villablanca de Madrid; e Inés del Río, pediatra del Centro de Saluz Pontecaldelas de Pontevedra.
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