En ocasiones ocurre que los condicionantes propios de un embarazo pueden acarrear efectos positivos inesperados. Este fue el caso de la británica Lucy Godfrey, que descubrió que tenía un tumor cerebral gracias a unas pruebas específicas que le hicieron por su estado de gestación en lugar de las acostumbradas.
A Godfrey le realizaron una resonancia magnética y no una tomografía computarizada que no habría podido diagnosticar su tumor. De ahí que ella misma haya asegurado que suele decir que su bebé le salvó la vida.
Según recoge el Daily Mirror, el diagnóstico fue en 2012, y cuando su hijo tenía cuatro meses se sometió a la primera de las tres cirugías cerebrales, cuya biopsia señaló que el tumor era un astrocitoma de bajo grado. Aunque la enfermedad ensombreció el momento de embarazo, los médicos aseguraron que podría operarse después del periodo de gestación, puesto que el tumor era de crecimiento lento y de bajo grado.
Evolución negativa
Sin embargo, dos años después del primer diagnóstico recibió la noticia de que el tumor se había vuelto canceroso, convirtiéndose en un glioblastoma de grado 4, el más afresivo en adultos -con un pronóstico medio de 12-18 meses-.
Godfrey ha pasado por seis semanas de radioterapia intensiva y tiene un tratamiento de quimioterapia de por vida, aunque en las últimas tres exploraciones ha demostrado desafiar las probabilidades. "Aunque el futuro es incierto, hago todo lo posible para mantenerme en positivo. Apreciamos cada día juntos como una familia y estamos disfrutando tanto como podemos", ha declarado, recordando la importante labor que ha tenido The Brain Tumor Charity en el proceso.
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