No siempre el camino que uno elige en la Medicina es, finalmente, el correcto. Y es que a veces las expectativas sobre lo que creíamos que era nuestra vocación resulta que son solo un espejismo de la idea que nos habíamos formado. Esto es lo que le ocurrió a
Natalia Rom, médica, quien desde niña quería dedicarse a la
Cirugía Cardiovascular por, entre otros aspectos,
el prestigio que brinda formarse en una rama quirúrgica. Pero, tras comenzar el MIR, se dio cuenta de que
algo no iba bien y no era feliz, y tras muchos meses luchando contra sus propios pensamientos para autoconvencerse de que solo era una mala racha lo que estaba atravesando, fue sincera consigo misma y decidió
renunciar a su especialidad. “
No estaba viviendo”, ha afirmado.
Rom es de Colombia y migró a España, expresamente, para hacer el MIR de Cirugía Cardiovascular. Ella tenía claro, desde que empezó Medicina, que quería hacer algo “impresionante” dentro del sector. “Lamentablemente, y sea como sea, las
especialidades quirúrgicas siempre tienen un
aura mística, como una especia de renombre que no tienen las demás”, ha explicado.
Con esa idea clara, esta médica se plantó en Barcelona sin ninguna experiencia previa en la ciudad.
No tenía contactos, no sabía cómo era la vida en España ni cómo se trabaja en los hospitales del país. “Los primeros meses fueron difíciles por la adaptación, el choque cultural y que
me sentía sola. Extrañaba a mi familia. Lo pasé muy mal, pero lo achacaba a eso”, ha indicado.
Tras pasar esos primeros meses, esa
sensación de tristeza y de cansancio no desaparecía, a pesar de que ya se había acostumbrado a la rutina de Barcelona y conocía compañeros con los que potenciar su vida social.
“Cada vez tenía menos ganas de ir al hospital, de enfrentarme a mis pacientes, a las cirugías o a las guardias. Todo el tiempo tenía un
peso en el pecho y una fatiga mental. No entendía lo que me pasaba”, ha subrayado.
Perder la ilusión por la Medicina
En esos momentos, Rom se sentía
completamente desubicada. No comprendía que cosas que, en teoría,
deberían emocionarla, como entrar al quirófano o hacer los primeros procedimientos ella sola,
no la daban ningún tipo de alegría. De hecho, al revés,
la asustaban. “Me moría de miedo, y algo que no soportaba era pensar que iba a vivir con esa sensación no solo durante el
MIR, sino los próximos años tras la residencia (…)
Creía constantemente que algo malo iba a pasar”, ha detallado.
Rom buscó una explicación a lo que estaba ocurriendo.
¿Cómo una médica que lleva prácticamente toda la vida luchando por estar en esta especialidad, ahora, le daba miedo y la rechaza? La primera hipótesis que barajó fue que simplemente
estaba deprimida y ansiosa por ver a su familia. Aún así, esa sensación no cesaba y cada vez se incrementaba más. “Cuando sonaba el teléfono durante una
guardia de 24 horas me daban taquicardias”, ha reconocido.
Estrés y ansiedad durante el MIR
Llegó un momento en el que ya no podía descansar ni siquiera cuando estaba en casa. El cerebro no le dejaba de ‘echar humo’
pensando en las intervenciones que había realizado ese día, o las que tendría que hacer al día siguiente. “Eso no era normal. No estaba viviendo”, ha argumentado.
A pesar de sentirse así, a Rom no se le pasaba por la cabeza, ni por un momento,
la idea de renunciar. “En julio de 2023 todavía me estaba intentando autoconvencer de que
lo que me estaba pasando era pasajero y lo podía superar”, ha indicado.
Abandonar el MIR
Pero, poco a poco, se fue planteando si realmente ella siempre había querido
hacer Medicina o era una ideal que tenía en su cabeza y que se lo habían “vendido”. “Para mí pensar si estaba haciendo lo correcto y si realmente era lo que yo quería hacer
me parecía una locura”, ha resaltado. De hecho, para esta médica la idea de dejar el MIR era sinónimo de sentirse como una “perdedora”.
Aún así, todos los intentos por mejorar su situación fueron en vano. La ansiedad no cesaba y llegó a un punto donde la estaba superando completamente. Tenía que tomar una decisión.
O seguía con Cirugía Cardiovascular por su renombre y donde el “ego” le estaba alimentando “todos los días”;
o renunciaba y soportaba la “vergüenza” de decirle a sus seres queridos que ya no iba a continuar con su formación. “
Para mí este último camino era el de la paz, la tranquilad y la salud mental”, ha incidido.
Repetir el MIR
Tras mucho tiempo debatiendo consigo misma
decidió la segunda opción. Y es que, según resalta, se dio cuenta de que nada era más importante que
tener tiempo libre fuera de la Medicina para dedicárselo a ella misma y a su familia, y, por supuesto, la tranquilidad.
Así que, tras volver de unas vacaciones donde pudo asentar todas sus ideas, le dijo a su tutor que no podía más, que se estaba sintiendo muy mal durante la residencia y que renunciaba. “
Afortunadamente tuve mucho apoyo en este proceso, tanto de mis compañeros como de mi familia”, ha recordado.
Rom se volvió a presentar al MIR en la convocatoria del año pasado y le fue “bien”.
Actualmente es R1 de Anatomía Patológica donde, según reconoce, sigue trabajando bajo estrés, pero por fin se siente “tranquila” y puede tener una vida con las prioridades que buscaba.
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