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Relato de agresión: "¿De qué vale enfrentarte si los insultos no se penan?"

Una médica relata cómo actúa un paciente que exige cómo debe ser tratado su hijo y su indefensión ante la situación

La médica escribe el supuesto pensamiento de un padre que dicta cómo tratar a su hijo.

18 jul 2019. 09.10H
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Las últimas estadísticas sobre agresiones a profesionales sanitarios de la Organización Médica Colegial (OMC) señalan que se han producido cerca de 4.000 en los últimos ocho años y casi 500 en 2018, de las que el 85 por ciento se producen en el sector público. Médicos, enfermeros o auxiliares sufren secuelas de los ataques físicos o verbales que hacen que su trabajo se vuelva complicado y pierda la libertad de actuación que se presupone al facultativo ante las consecuencias que pueda tener con pacientes y familiares. 

Con esta premisa, una médica ha querido relatar una historia de agresión e intimidación en su perfil en la red social Twitter, pero enfocándola desde otra perspectiva; la que pasa por la cabeza de un padre que acude con su hijo enfermo a un centro asistencial y acaba dictando cómo debe tratarse a su hijo imponiéndose a una médica y su criterio profesional. "Tu hijo está enfermo. Lleva decaído unos días y tú sabes que algo le pasa. A la salida del trabajo, os acercáis toda la familia a urgencias. Seguro que lo ingresan. Está atendiendo una chica joven. Os hace unas cuantas preguntas, lo explora. Dice que en ese momento no puede ver nada de gravedad. ¡Qué sabrá ella! Nadie puede conocer a tu hijo como tú", explica para contextualizar el hilo. 

"Tú conoces tus derechos. Estás pagando un seguro, bastantes euros cada mes, para asegurar una atención sanitaria en condiciones a tu familia"


Por cómo discurre la exploración, "notas que el tono de tu voz se empieza a elevar. Pero tú conoces tus derechos. Estás pagando un seguro, bastantes euros cada mes, para asegurar una atención sanitaria en condiciones a tu familia. Sabes que tienes derecho a que se le realicen pruebas. La 'chica' acepta realizar una analítica, aunque repite que es más que nada para que comprobéis que tu hijo está sano. Bastante sabrá ella...", se dice este padre. 

Con los resultados de la analítica, la médica intenta explicar a la familia de que "está todo normal", pero esto no les convence, pues asegura el padre que "no tiene ni idea" y "no sabe interpretar todo lo que le estás contando. A tu hijo le pasa algo. Tu hijo tiene que ingresar para empezar un tratamiento", a lo que la médica se niega, explicando los criterios de riesgo y señales en las que fijarse por si la situación del niño cambia. 

Pero el padre sigue en sus trece y "el tono de tu voz ya está todo el rato elevado. Notas que la 'chica' se levanta y deja la puerta abierta hacia donde están el resto de sus compañeros". En ese momento "tu pareja te toca el brazo. Pero sabes que en el fondo te apoya. Alzas la voz para asegurar que si algo le pasa a tu hijo, cualquier cosa, harás responsable directa a esa médico. Os vais a casa pero no vas a dejar esto así".

"Le haces saber que no quieres ni que le vea"


Según el relato, al día siguiente el padre vuelve a ir a urgencias sabiendo que no estará esa médica, y allí hacen pruebas al niño y pone una reclamación. Los médicos deciden ingresar al menor aunque "no se ve nada llamativo". Una de las mañanas le toca pasar visita a la médica que "no te quiso escuchar", quien tiene intención de cambiar algunas cosas del tratamiento, "ella... que no tiene ni idea... Le haces saber, acercándote a ella, que no estarás dispuesto a que ella cambie nada. Que no quieres ni que le vea", a lo que "ella acepta. Está pálida, aunque te explica con voz calmada los motivos por lo que lo cambia", pero el padre no se fía de nada, ni de lo que dice ni de la segunda opinión que le dará otro médico que pasará por la tarde. 

La historia cambia cuando una tarde el niño empieza con fiebre y al avisar al personal aparece la médica a explorarlo, que "pide que decidáis en firme si queréis que valore a vuestro hijo o no. Qué desfachatez. Tú pagas. Tú decides. Ella tiene que obedecer. Cualquier cosa que dudes, a cualquier hora, tiene obligación de atendértela. Notas que la sangre se sube a la cabeza. ¿Quién se cree que es? Vas a decirle las cosas bien claritas. Y en voz bien alta, que se entere todo el mundo. Tú no tienes nada que esconder. Sabes que le sacas varios centímetros y bastantes kilos de peso. Que puedes resultar amedrentador. Pero es que te están tocando a tu hijo". 

"¿Queremos que les hagan lo que nosotros queremos o lo que manda el criterio médico? ¿Cualquier cosa está permitida porque 'pagamos'?"


Con este planteamiento, el padre grita y "le pones las cosas claritas". "No estás dispuesto a ser tratado así. Decides comenzar un proceso judicial, acusando de negligencia a esa cría que se atreve a poner en duda tus conocimientos sobre tu hijo". Tras esto, "notas que los días siguientes, esa chica camina deprisa por los pasillos. Siempre va acompañada. Bien. Que sepa quién manda", escribe la médica sobre el pensamiento de este padre. 

Los insultos solo sirven para enfadar más a la otra parte


La reflexión llega en los comentarios siguientes, donde la profesional sanitaria se pregunta si de verdad queremos que atiendan a nuestros hijos con miedo, "¿queremos que les hagan lo que nosotros queremos o lo que manda el criterio médico? ¿Cualquier cosa está permitida porque 'pagamos'? Ante estas acciones, yo solo he notado soledad. La colegiación te deja sola. De qué vale enfrentarte si los insultos y las amenazas, si no llegan a agresión física, no van a salir penados. A mí me parece que solo sirven para enfadar más a la otra parte. Intento pasar página, espero que mis actos y lo que dejo escrito hable por sí solo", añade. 

A ella, como al resto de los profesionales sanitarios, no le gusta trabajar con miedo, ya que "la coacción no lleva a nada". Admite que "podemos saber más o menos pero nuestros actos no son para perjudicar a los pacientes. Somos humanos y nos podemos equivocar y la enfermedad no siempre tiene un único camino, ni es súbita, ni siempre aparece como en los libros. Necesitamos horas para que se altere una analítica. A veces se necesitan días para que cambie una exploración". Y añade que "pagar no te exime de un trato educado. Nunca. En ningún sitio", ni ser médico te dará la verdad absoluta, ya que "antes que médico, humano, con sus fallos, con sus virtudes y con nuestras cosas", sentencia pidiendo que no haya más agresiones ni a sanitarios ni a ningún colectivo, para que "no tengamos miedo a trabajar solos por la noche". 


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