Una nueva entrega de los originales
premios Ig Nobel de la Universidad de Harvard ha tenido lugar este jueves. Si el año pasado no dejaron indiferente a nadie por
galardonar al médico japonés Alira Horuuchi por hacerse una colonoscopia a sí mismo, la edición de este año también ha sido de lo más disparatada. Desde bacterias escondidas en el dinero hasta la temperatura escrotal de los carteros o las propiedades medicinales de la pizza han sido algunos de los
experimentos más locos que han recibido su condecoración.
Esta ha sido la edición número 29 de los Ig Nobel, que
parodian los Premios Nobel con el propósito de honrar los logros de la
vida cotidiana, y que organiza la popular revista de humor científico
Annals of Improbable Research ( Anales de la Investigación Improbable, traducido). En la
categoría de Medicina, el científico italiana
Silvano Gallus fue el
galardonado de este año por su estudio en el que se urge a la sociedad a
consumir pizza por sus enormes
beneficios para la salud. En concreto, de los beneficios de este plato culinario y cómo protege sobre enfermedades como el
cáncer.
Otras categorías también dieron mucho de qué hablar por su relación con el campo de la Medicina. Por ejemplo, el
Ig Nobel de Anatomía fue para un
experimento que llevaron a cabo
Roger Mieusset y
Bourras Bengoudifa de la Universidad de Toulouse. Ellos se llevaron su condecoración por descubrir que la
temperatura escrotal del lado izquierdo era mayor que del derecho. Para llegar a esta conclusión tomaron pruebas de 11 carteros y varios conductores de autobús durante hora y media.
Los premiados se llevaron a casa un trofeo de lo más paricular: un vaso de cartón con un cepillo de dientes
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También hubo bastante sorpresa sobre el
Ig Nobel de Economía que lo obtuvieron dos científicos holandeses y uno turno. En concreto, estos especialistas hallaron que
el dinero en papel es una gran
fuente de transmisión de bacterias.
En la máxima aspiración por honrar los descubrimientos de la vida diaria, el iraní
Iman Farahbakhsh ganó el
Ig Nobel para ingenieros por crear una
máquina que cambia automáticamente los pañales. ¡Un gran artilugio que todo padre o madre primerizo querría tener!
Un trofeo de lo más particular
Marc Abrahams, uno de los cofundadores del premio, fue el encargado de inaugurar esta original ceremonia. “Estamos aquí esta noche para honrar a unos extraordinarios individuos y grupos. Todos ellos son ganadores por hacer a la gente reír y luego pensar”, expresó Abrahams durante su discurso.
Los premiados durante esta alocada cita recibieron un
diploma firmado por varios Nobel (de los de verdad) y se llevaron a casa un trofeo de lo más particular: un vaso de cartón con un cepillo de dientes.
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