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Graba toda una guardia de 24 horas: "Ya no soy un médico, soy un peligro"

“A partir de una cierta hora ya no soy un médico”, asegura el protagonista

El médico Ángel López Herranz en un momento del vídeo.

16 ago 2019. 13.00H
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POR JESÚS MEDIAVILLA
A pesar de que existen estudios que demuestran los efectos fatales que las guardias de 24 horas tienen en el cerebro de los médicos, dado que el rendimiento cognitivo de los profesionales sanitarios puede reducirse casi una cuarta parte después de tantas horas de jornada laboral sin el preceptivo descanso, y de que el precio por el que se pagan sus horas, unos 14 euros de media, "sean de risa", siguen siendo una parte habitual de la rutina profesional de los médicos y, además, de carácter obligatorio.

Por ello, son cada vez más quienes levantan la voz contra la precariedad en la que se cubren las guardias, tal y como lo ha hecho Ángel López Herranz, un médico de cabecera rural, que además se define como activista, y que ha grabado cómo es un día suyo de guardia de 24 horas y lo comparte en Internet. En el vídeo, López narra pormenorizadamente los detalles de la jornada y cómo se va resintiendo su mente y su cuerpo con el paso de las horas.

Comienza la guardia 


Comienza la guardia de 24 horas a las nueve de la mañana en un punto de atención continuada de urgencias de Atención Primaria. “Cubrimos tres pueblos y la carretera nacional. Atiende un sólo médico, tanto en el centro como en domicilios”, explica López, quien asegura que “a veces es un poco complicado”, aunque “los llevamos bien porque estamos acostumbrados”.

Durante la primera parte del filme el médico señala el funcionamiento y las pericias a las que debe enfrentarse normalmente durante las guardias. “La atención directa a los pacientes, tanto de accidentes de tráfico, infartos, ictus, politraumas, somos nosotros la que la realizamos”, señala, dado que el 061 no opera al punto en el que se encuentra, salvo que sea de extrema necesidad a través del helicóptero de emergencias.

Media mañana y medio día


A media mañana, recibe una emergencia de prioridad 1 para acudir en Ambulancia hasta Écija (provincia de Sevilla) en un pueblo a veinte kilómetros del centro en el que se encuentra. Tras llegar, señala que “han desactivado la prioridad 1 porque, claro, tardamos 20/25 minutos en llegar” y, por eso, “han activado a al equipo de Écija”.

"No paran de venir pacientes, pero aquí estamos, acostumbrados a estas batallas de 24 horas"

Tras volver, explica uno de los casos que ha tenido que atender y que muestran el lado más humano de los médicos. “Venimos de un aviso de una señora que ha muerto joven en un hospital de Sevilla, pero la familia -que residen por la zona del centro de atención continuada- está descompuesta”, dice con el rostro apenumbrado, dice López.  “Nos han llamado por un ataque de ansiedad, como es lógico. Son situaciones complicadas en que tenemos que consolar, y en este caso los medicamentos no valen para mucho. Seguimos la guardia”, continua.


Tarde y noche


A eso de las ocho de la tarde, López vuelve a situarse frente a la cámara y señala que han estado todo el tiempo vespertino atendiendo a más enfermos. Aún así, reconoce que es un día más o menos tranquilo por la gran cantidad de bodas que se están celebrando ese día. “La gente está relajada, pero no paran de venir pacientes, pero aquí estamos, acostumbrados a estas batallas de 24 horas”.

Más tarde, tras el ocaso, a eso de las diez de la noche, cuenta un caso por el que una paciente ha llegado al centro con hipertensión, quien, tras darle “la medicación según los protocolos”, se queda en observación.

 “Las guardias no son recomendables y maratonianas. Por eso, deben desaparecer”

A la media noche, López se vuelve a grabar. La sonrisa que le ha marcado el rostro durante todo el día no se le borra, menos después de haber estado hablando con su esposa y sus “niños”. “La guardia ha ido bien, no está siendo de las malas y esperando a pacientes a los que estoy controlando la tensión”, declara ante el lente de la cámara.

Llega la madrugada, el paciente con hipertensión ha sido dado de alta y el médico se cambia a la ropa de noche. “Sigue llegando gente a las dos de la mañana. Una persona se ha caído y tiene una herida. Estoy muy cansado ya, pero vamos a intentar trabajar un poquito mientras nos dejan”.

Se acerca el final de la guardia


Durante la madrugada, explica el caso de un paciente al que ha derivado al hospital por “sofoco y malestar general” para que le hagan un estudio y tras haber acudido en reiteradas ocasiones a la consulta de Atención Primaria.

“Son las cinco menos cuarto, hemos venido a un pueblo que tenemos asignado para un problema de retención urinaria. Hemos dormido poco y no hay turno de guardia. a esta ya no soy médico, ya soy un peligro”, reconoce.

El reloj ahora marca las cinco y media, y enseguida comenzarán a aparecer los primeros rayos de sol que teñirán el horizonte de  carmesí. “Continuamos viendo gente. A estas horas estoy bastante cansado y la mente no funciona bien del todo, ni el cuerpo. No lo recomiendo”, zanja en su última.

Por fin en casa


Tras una intensa jornada de 24 horas, un día completo, Ángel López llega a casa. Espera poder dormir “unas horitas, si acaso”, porque tiene que ir a ver sus padres pronto. Por último, zanja la narración con un mensaje preciso y contundente: “Las guardias no son rrecomendables y maratonianas. Por eso, deben desaparecer”.

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