Aunque muchas veces se pase por alto, para los profesionales sanitarios suele ser una satisfacción cuando un paciente le agradece su trabajo durante su enfermedad o convalecencia. Por eso, Carmen Prieto Gómez ha querido relatar su experiencia en el Hospital de Montilla (Córdoba), donde estuvo 40 días en la UCI a causa de una neumonía. Y agradecer con una emotiva carta la labor de quienes la cuidaron.
"Un 26 de diciembre de 2013 mi vida se paró en seco y ya no arranqué la última hoja del calendario de ese año… Con 30 años, una neumonía severa, dos infecciones más y unas expectativas de vida muy cortas, así terminé ese año", relata Carmen.
"La única opción, esperar… Esperar para arrancar una nueva vida con unos pulmones muy cuidados por todo el personal sanitario, me costó pasar por la vida en UCI. La falta de aire es una sensación angustiosa, el dolor lo puedes rebajar, la falta de aire no. Ves que los médicos tampoco te alivian en tu batalla por intentar respirar a cada segundo. Tienes que concentrarte para sacar fuerzas en esos angustiosos momentos, para intentar por todos los medios coger una bocanada más de aire. Cualquier movimiento me desestabilizaba por completo, y un deterioro físico importante fueron algunas de las consecuencias físicas que viví", continúa.
"40 días en una UCI en ese pulso con la vida, una tortura que los médicos intensivistas junto a todo su equipo intentaron amortiguar de día y de noche en ese largo y espinoso camino. 20 días con un respirador artificial sonando a cada momento, una especie de tortura… Lo que nunca imaginé que esa máquina respiraba por mí.
Cuando “dormía”, muchos “sueños” iban y venían en mi cabeza, perfilaba sutilmente alguna imagen que luego se desvanecía. Pero sí era consciente que había mucha gente cuidándome: me acariciaban y me hablaban, con la misma dulzura como si fuese de su familia en ese BOX, pero nunca entendí qué pasaba, por qué no me podía mover en aquella cama", explica.
"Recuerdo con cariño cómo se preocupaban los auxiliares en comprobar qué pensaba o que decían mis labios silenciados, ya que no podía emitir sonido debido a la traqueotomía… Recuerdo aquella enfermera que aun sin poder beber agua, me daba agua para calmar mi sed, o a esa otra enfermera que sentada en mi cama me cogía las manos y me hablaba todas las noches, porque solo con una mirada sabía qué quería en cada momento. Aquel médico que me levanto la persiana para decirme 'mira qué bonito está el día'", rememora.
Por eso, Carmen lo tiene claro: "Cuando me preguntan qué son los médicos siempre respondo que son héroes, porque perfilan un bienestar a otra persona con el fin de mejorar la vida física y mental. Son los artistas que hacen sonreír a una persona con una enfermedad. Ellos cuidaron sigilosamente cada palabra y cada detalle, me tocaban para darme calor en esa habitación fría, me llamaban por mi nombre para no perder la cercanía, para así entablar una conexión que jamás se romperá".
Unas palabras de agradecimiento que hace extensibles a "todos los médicos, enfermeros, auxiliares y limpiadoras del Hospital de Montilla. A todos mis familiares, amigos, conocidos y personas que se preocuparon por mí".
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