"La gestión del tiempo es social, no clínica, y es patrimonio tanto de los pacientes como de los médicos", defiende un usuario |
Queridos padres que venís a Urgencias con vuestros hijos y me preguntáis por el tiempo de espera en la sala de clasificación. Si al responderos que en torno 60-90 minutos decidís marcharos sin que atendamos a vuestro hijo, entonces vuestro motivo para acudir NO era una urgencia.
— david andina (@daandina) 2 de abril de 2019
El 90% de las visitas, probablemente.
— Turner (@MadreDeTragonas) 3 de abril de 2019
Mi cara cuando me preguntan si pueden ir a merendar mientras esperan los resultados de la analítica: -.-"
— Celia. (@CCeliaB) 2 de abril de 2019
De acuerdo! El otro día esperamos 2h, pero había una niña que estaba grave y nos avisaron que tardarían más de lo normal. Ese día era esa niña y otro día podríamos ser nosotros. Alguno se fue y pensé lo mismo... tan urgencia no sería
— Montse Moreno (@Montse_MorenoLa) 2 de abril de 2019
A lo mejor la culpa no es de los padres sino del sistema, mil veces llamas al centro ambulatorio y no hay horas hasta veteasabercuando o ya directamente no hay pediatra... Cabe matizar que yo nunca me he ido de urgencias, pero culpabilizar a los padres tampoco es la solución..
— Anna Oliveras (@AnnaOliveras) 3 de abril de 2019
Pero el tema no es que usen las urgencias, es que si tienen que esperar se marchan... te aseguro que cuando yo he ido no me voy sin que un médico vea a mi hijo. Tarde una hora o tres
— Luthessa (@Luthessa_) 3 de abril de 2019
Claro que hay gente que va Urgencias porque es más rápido y su jefe no le permite estarse toda la mañana esperando que le toque en el ambulatorio. No todo es tan sencillo
— Geógrafo Subjetivo (@geografosubjeti) 3 de abril de 2019
Tambien es aplicable a los adultos.
— Dy-Nasty (@jpv22) 3 de abril de 2019
Pues no. Y es normal. Urgencia es una consideración cronotópica: tiene que ver el factor tiempo y no la potencial gravedad del proceso que se consulta.
— Xallue (@Xallue) 3 de abril de 2019
La gestión del tiempo es social, no clínica y es patrimonio tanto de los pacientes como de los médicos