MADRID, 10 (EUROPA PRESS)
Un nuevo estudio de investigadores de la Universidad de Alberta (Canadá) ha demostrado que los eventos traumáticos o estresantes en la infancia pueden provocar pequeños cambios en las estructuras cerebrales en la edad adulta.
Se trata del primer trabajo en mostrar que el trauma o el maltrato durante la infancia, un factor de riesgo bien conocido para desarrollar afecciones de salud mental como el trastorno depresivo mayor en la edad adulta, desencadena cambios en subregiones específicas de la amígdala y el hipocampo.
Una vez que ocurren estos cambios, los investigadores creen que las regiones afectadas del cerebro pueden no funcionar bien, aumentando así el riesgo de desarrollar trastornos de salud mental en la edad adulta durante momentos de estrés.
"Ahora que podemos identificar qué subregiones específicas de la amígdala o el hipocampo se alteran permanentemente por incidentes de abuso, trauma o maltrato infantil, podemos empezar a centrarnos en cómo mitigar o incluso potencialmente revertir estos cambios", han dicho los expertos.
Para llevar a cabo el estudio, analizaron a de 35 participantes con trastorno depresivo mayor, 12 hombres y 23 mujeres premenopáusicas de entre 18 y 49 años. Los investigadores también reclutaron a 35 personas sanas, 12 hombres y 23 mujeres que fueron emparejados por edad, sexo y educación.
"Una vez que estos cambios biológicos ocurren en las estructuras cerebrales relacionadas con el estrés, las regiones afectadas del cerebro pueden volverse disfuncionales cuando las personas padecen estrés en la edad adulta adultos, haciéndolas más vulnerables a desarrollar depresión u otros trastornos psiquiátricos", han detallado los investigadores.
La amígdala y el hipocampo se consideran objetivos de la adversidad infantil porque exhiben un desarrollo posnatal prolongado, una alta densidad de receptores de glucocorticoides y neurogénesis posnatal", señala el estudio. En este sentido, el estudio confirmó los efectos negativos de la adversidad infantil en la amígdala derecha y sugirió que estos efectos también podrían afectar a la amígdala basolateral.