Europa Press
14 mar 2024. 13.26H
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MADRID, 14 (EUROPA PRESS)

Entre el 35 y el 65 por ciento de los pacientes que recibe un trasplante alogénico desarrollará a largo plazo la enfermedad de injerto contra receptor (EICR) en su forma crónica y, por lo tanto, va a necesitar tratamiento inmunosupresor prologando, que predispondrá a estos pacientes al desarrollo de infecciones, entre otros efectos secundarios, informa la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH).

El trasplante de progenitores hematopoyéticos (TPH), generalmente conocido como trasplante de médula ósea y, concretamente, el trasplante alogénico (de un donante), es el único tratamiento curativo para muchos pacientes con cáncer hematológico. Sin embargo, y a pesar de la mejoría en la supervivencia, desafortunadamente, este tratamiento puede fracasar debido a una recaída de la enfermedad o a complicaciones relacionadas con el procedimiento, siendo la causa más frecuente de morbimortalidad a largo plazo la EICR, producida por el efecto citotóxico de los linfocitos del donante frente a órganos y tejidos sanos del receptor.

De esto se ha hablado en la rueda de prensa celebrada con motivo de la Reunión Anual del Grupo Español de Trasplante Hematopoyético y Terapia Celular (GETH-TC), de la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH). "En los pacientes receptores de un trasplante de médula, los linfocitos del donante son capaces de reconocer como extraños y atacar algunos de sus órganos sanos", explica Lucía López Corral, hematóloga del Hospital Clínico Universitario de Salamanca y secretaria del GETH-TC.

"Existe una forma aguda, que se produce normalmente en las primeras semanas tras el trasplante y que afecta, principalmente, a la piel, al tubo digestivo o al hígado, y una forma crónica, que se manifiesta, habitualmente, varios meses después del trasplante, y que puede afectar a casi cualquier órgano, siendo los más frecuentes la piel y la boca", añade.

DIAGNOSTICAR EN SUS FASES MÁS PRECOCES

La principal necesidad, según ha demandado la doctora López Corral es ser capaces de diagnosticar e intervenir en sus fases más precoces de la enfermedad, detectar biomarcadores que permitan identificar a los pacientes que no van a responder a los corticoides y así evitar sus efectos secundarios, y potenciar redes de investigación que permitan seguir profundizando en el conocimiento de su fisiopatología para seguir desarrollando fármacos eficaces y seguros.

Además, la hematóloga pone de relieve la necesidad de concienciar a otros especialistas (dermatólogos, oftalmólogos, odontólogos, reumatólogos, neumólogos o ginecólogos, entre otros) sobre la importancia de esta complicación, así como formar al propio paciente en el reconocimiento de las manifestaciones clínicas iniciales y en aspectos relacionados con la prevención de las secuelas de la EICR crónica.

Por otro lado, José Luis Piñana, hematólogo del Hospital Clínico de Valencia y vicepresidente electo del GETH-TC, ha adviertido de que los pacientes con cáncer de la sangre siguen presentando una mayor mortalidad por COVID-19 debido, en parte, a la inmunosupresión derivada del propio cáncer y de los tratamientos recibidos.

"Hemos observado que un porcentaje relevante de pacientes oncohematológicos (entre un 15 y un 30%) sigue presentando positividad prolongada al SARS-CoV-2, lo que dificulta poder completar los tratamientos activos para su cáncer", explica. En este sentido, la COVID-19 persistente plantea una serie de desafíos adicionales, ya que "puede suponer que se requiera un enfoque terapéutico prolongado y combinaciones de antivirales específicos, además de un retraso de los tratamientos para la enfermedad oncohematológica de base".

TERAPIA CAR-T, POSIBLE ALTERNATIVA AL TPH

La terapia con células CAR-T o terapia de linfocitos T con receptor de antígeno quimérico (CAR-T, por sus siglas en inglés) consiste en modificar genéticamente estas células inmunes para dotarlas de herramientas con las que sean capaces de reconocer y destruir de manera más eficaz a las células tumorales. Hoy en día, está indicada para el tratamiento de algunos tipos de cáncer de la sangre.

En España, "podemos tratar con terapia CAR-T a pacientes (niños y adultos jóvenes) con leucemia aguda linfoblástica B en recaída o refractario, con linfoma agresivo B en tercera línea de tratamiento o posterior y en segunda línea en pacientes con enfermedad primariamente refractaria y en recaída temprana, en linfoma de células del manto en recaída o refractario, y en pacientes con linfoma folicular a partir de la cuarta línea de tratamiento", explica Anna Sureda, hematóloga del Instituto Catalán de Oncología-Hospital Duran i Reynals, de Barcelona, y presidenta del GETH-TC.

Además, recientemente se ha aprobado el uso de una terapia CAR en pacientes con mieloma múltiple en recaída o refractario. "La aplicación de la terapia CAR-T ha modificado la manera de utilizar el trasplante alogénico de médula ósea y, en un futuro, modificará el uso del trasplante autólogo (cuando se trasplantan células del propio paciente)", añade la doctora Sureda.

No obstante, existen muchos retos y preguntas abiertas en el campo de la terapia CAR-T, ha señalado la presidenta del GETH-TC. "Necesitamos conocer mejor los factores pronósticos que van a impactar en la eficacia y toxicidad de estos tratamientos, cómo debemos secuenciar los diferentes tratamientos entre los actualmente disponibles, y cuáles son las mejores estrategias terapéuticas para los pacientes que fracasan al CAR-T", señala.

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