Un niño con un robot MEDi.

09 sep 2016. 15.20H
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POR CARLOS COROMINAS
Que un niño enfermo se encariñe de su cuidador no debería llamarle a nadie la atención. Sin embargo, si quien le cuida es un robot, surgen las dudas. ¿Qué consecuencias puede tener que un menor se encariñe de un ser inanimado? ¿Puede afectarle en el futuro? ¿Es ético que se produzcan situaciones de este tipo?
 
Estas son las dudas que asaltan a la Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria del Parlamento Europeo que este lunes presenta un borrador con recomendaciones para la Comisión sobre normas de Derecho civil sobre robótica.
 
El texto apunta que “es probable” que el uso de sistemas ciberfísicos (SFC) y robots “resulte muy beneficioso desde el punto de vista de la atención a los pacientes y la eficacia del tratamiento”. Sin embargo, se muestra preocupada ante las implicaciones éticas que puede tener que pacientes con necesidades especiales, especialmente niños “desarrollen vínculos emocionales con los SFC y los robots”.
 
Implicaciones peligrosas
 
A fecha de hoy hay un debate abierto sobre el uso de robots en diferentes campos y las implicaciones que puede suponer que los humanos les cojan cariño. Por ejemplo, Julie Carpenter, investigadora de la Universidad de Washington, ha estudiado si una operación militar se puede ver comprometida por el apego que los soldados tienen a los robots. Entre sus conclusiones destacó que los militares llegaban a tratar estas máquinas como a seres humanos o mascotas y que sentían rabia, frustración y tristeza cuando uno de estos robots era destruido. 

En una entrevista en la revista Forbes, Carpenter apunta que este apego se puede dar también con los robots cuidadores. En una proyección de futuro apuntaba que, aunque algunos robots serán tratados únicamente como herramientas, “puede que otras formas de robots cuiden a niños o personas mayores y decidamos que es sano, útil y normal que haya un apego entre el humano y el robot”.
 
Un ejemplo que ofrece Carpenter es el de un robot que ayude a un paciente en el desarrollo de habilidades sociales y comunicativas, aunque especifica que se tendrá que hacer bajo la supervisión de un humano que ayude a la persona a usar al robot como una herramienta.

Para comprobar el apego que los niños pueden desarrollar por los robots, un grupo de investigadores liderado por Peter Kahn, profesor de Psicología de la Universidad de Washington, realizó un experimento con 90 niños. Estudiaron las interacciones con un robot por control remoto con apariencia de ser autónomo. El 80 por ciento de los niños pensaba que el robot era inteligente y el 60 por ciento, que tenía sentimientos.
 
Todavía no está claro qué tipo de implicaciones puede tener que los niños cojan cariño a los robots médicos. Una preocupación más para los reguladores, y también para los médicos, que se suma a las cuestiones de privacidad y seguridad y que se completa con las dudas sobre si afectará a la relación médico-paciente o cómo se garantizará la igualdad en el acceso a este tipo de máquinas para toda la población. 
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