La
hiperplasia benigna de próstata (HBP) afecta a la mitad de los hombres de entre 50 y 60 años. Por ello, cualquier tratamiento sobre esta patología ayuda a
mejorar la calidad de vida de una notable parte de la población. Entre ellos se ecuentra la técnica de
embolización de las arterias prostáticas, un procedimiento mínimamente invasivo que no deja secuelas. Uno de sus mayores expertos en España,
Carlos Lanciego, radiólogo intervencionista del Hospital de Toledo y miembro del grupo de expertos en esta técnica innovadora mínimamente invasiva en la Sociedad Europea Radiología Vascular e Intervencionista (
Cirse), responde a
Redacción Médica para analizar dicha técnica.
¿Qué es la hiperplasia benigna de próstata?
La hiperplasia benigna de próstata es un crecimiento no canceroso de la glándula prostática que afecta aproximadamente el 50% de hombres de 50-60 años y hasta un 90% entre 70 y 80 años o más. A medida que la glándula crece, puede disminuir o detener el flujo de orina desde la vejiga y dar síntomas de obstrucción como necesidad de orinar con mucha frecuencia, falta de fuerza en el “chorro”, sensación de vaciado incompleto, orinar con frecuencia por la noche y con urgencia y también ver afectada la función sexual de éstas personas ,deteriorando mucho su calidad de vida. Es lo que en la calle se conoce como tener “problemas de próstata”.
El tratamiento habitual de entrada suele ser con medicación oral y se lleva a cabo cuando los síntomas antes descritos llegan a ser moderados. No obstante, en algunos casos cuando persiste una importante sintomatología, o la inflamación de la glándula prostática persiste a pesar del tratamiento con fármacos, hay que dar un paso más hacia los tratamientos quirúrgicos.
El tratamiento de cirugía considerado como el estándar es la resección transuretral (RTU), que suele ser eficaz hasta en un 70% de casos, a través de un instrumento rígido que se introduce por el pene y corta o reseca con una cuchilla parte de la próstata, realizándose bajo anestesia, pero puede tener complicaciones hasta en un 20%, como hemorragias, incontinencias y afectar a la función sexual.
¿En qué consiste exactamente la técnica de embolización de arterias prostáticas?
La embolización prostática es un procedimiento mínimamente invasivo en el que se trata de acceder con un catéter por la arteria femoral hasta llegar a las arterias prostáticas para estudiar las ramas que irrigan la glándula aumentada de tamaño afectada por la inflamación crónica, y seleccionar las que se van a taponar (embolizar) con una emulsión de pequeñas microesferas que actúan a modo de oclusores de los vasos.
De esta manera, el radiólogo intervencionista trata la zona inflamada bloqueando el flujo de sangre a la próstata, resultando en la disminución de su tamaño, lo que hace recuperar el calibre del conducto de la orina que atraviesa la glándula prostática y así se hace desaparecer los síntomas clínicos en los días posteriores. El paciente recibe el alta al día siguiente y es controlado en las consultas de Urologia en los meses posteriores.
Es un procedimiento de unas dos horas, sin necesidad de anestesia salvo sedación leve en algunos casos; muy bien tolerado y que requiere sólo un reposo de unas 24 horas para que la punción de la arteria a nivel inguinal se recupere sin incidentes. Todo ello conlleva una mejoría clara en la calidad de vida de los pacientes tratados mediante esta técnica.
¿Qué ventajas ofrece al paciente respecto a otro tipo de intervenciones?
Las ventajas fundamentales de la embolización prostática respecto a la cirugía prostática convencional son las siguientes:
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Es una técnica totalmente indolora durante y tras el procedimiento.
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Menor tasa de complicaciones.
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Se puede realizar de forma ambulatoria (el paciente se da de alta 5 horas después del procedimiento). Aunque en la mayoría de centros se prefiere un ingreso de 24 horas.
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Se puede realizar con anestesia local, sin necesidad de anestesia general o anestesia raquídea.
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Sirve para cualquier tamaño prostático, y también en próstatas con lóbulo medio agrandado.
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Se puede realizar en pacientes sondados y en pacientes que toman anticoagulantes y/o antiagregantes.
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Es un procedimiento más barato que la cirugía urológica.
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La realización de este procedimiento no impide la realización posterior de la cirugía urológica (de hecho, la facilita, al disminuir el riesgo de sangrado intra y postoperatorio).
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La embolización prostática preserva la función sexual y no produce eyaculación retrógrada ni incontinencia urinaria.
¿Qué tiempo medio de recuperación logran aplicando esta técnica?
La mejoría de los síntomas comienza a la semana del procedimiento, y el umbral máximo de mejoría se logra aproximadamente a los 3 meses. La mejoría clínica en los pacientes tratados con embolización prostática se consigue en el 85-90%. En cuanto a los pacientes con sonda urinaria permanente, ésta se consigue retirar en el 80-87% de los casos entre la primera y la tercera semana tras el procedimiento. En estos pacientes, no sólo se consigue la retirada de la sonda, sino que los pacientes son capaces de orinar correctamente con escasos síntomas urinarios.
¿Deja algún tipo de secuela?
Es una intervención que no deja secuelas, porque el acceso es simplemente una punción en la arteria de la ingle y esta se recupera inmediatamente, tanto es así que se podría repetir en el futuro las veces necesarias si se reprodujeran los síntomas (según los últimos estudios, la tasa de re-embolización se estima en un 10-20% a 5 años).
La hiperplasia benigna de próstata afecta a un importante porcentaje de hombres. ¿Esta técnica permite intervenir a más pacientes y por tanto, ofrecer una solución a más personas?, ¿cuáles son los candidatos ideales?
Los pacientes candidatos a embolización prostática son aquellos que rehúsen el tratamiento farmacológico o quirúrgico, que tengan contraindicación para la cirugía (principalmente por riesgo de hemorragia), pacientes en los que la cirugía prostática ha fallado, pacientes con sonda urinaria permanente, o pacientes con antecedentes de otras intervenciones en esa zona o irradiación pélvica, entre otros.
En resumen :
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Pacientes que no pueden tolerar la cirugía por presentar múltiples patologías de base (comorbilidades).
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Pacientes con próstatas muy grandes.
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Pacientes con sangrado de la próstata (hematuria prostática) y en aquellos que toman antiagregantes/anticoagulantes orales.
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Pacientes con sondas vesicales permanentes.
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Pacientes que desean preservar la función sexual.
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Como tratamiento “devascularizador” previo para facilitar otras cirugías "sin sangre".
¿Cuáles han sido los resultados en los pacientes ya atendidos con esta técnica?
Hasta la fecha se han publicado los resultados de más de 5.000 pacientes tratados con embolización prostática, donde se concluye que es un tratamiento al menos igual de eficaz que la cirugía habitual en la mejoría de los síntomas urinarios, pero con menos complicaciones graves, destacando la ausencia de incontinencia urinaria y el mantenimiento de la función sexual. Existe una amplísima literatura al respecto, con evidencia científica basada en estudios randomizados y meta-análisis, y seguimientos a más de 6 años . Empiezan a aparecer trabajos con series de más de 1000 pacientes y experiencias a 10 años.
Pero nosotros podemos hablar con datos propios, pues nuestro equipo junto con el de un hospital de Sevilla publicamos nuestros buenos resultados en 102 pacientes en mayo de 2020 en la revista Radiología (revista oficial de la Seram) y, por tanto, es esa información propia la que ofrecemos a los pacientes que acuden a nosotros para informarse de esta técnica.
¿Qué tipo de formación requiere para el profesional?
Se requiere una formación en embolizaciones bastante avanzada, porque la embolización de las arterias prostáticas es un reto técnico, por la dificultad de trabajar con microcatéteres y microesferas en vasos de tan pequeño calibre, con una anatomía muy variable y con pacientes con vasos muy tortuosos por la edad. De hecho en las recomendaciones de las guías clínicas de Cirse (Sociedad Europea de Radiología Intervencionista) está reflejada que sea realizada por intervencionistas expertos de al menos 5 años. Precisamente, nuestro grupo fue seleccionado en 2019 para formar parte del Comité de expertos europeo de CIRSE, que se creó para la promoción y divulgación del procedimiento en toda Europa.
¿Cúal ha sido la repercusión de la introducción de ésta modalidad de tratamiento de la HBP entre los urólogos y los radiólogos intervencionistas en nuestro país? ¿Cuáles son las causas, a su juicio, de que aún no esté suficientemente desarrollada en la mayoría de hospitales de nuestro entorno?
La técnica no termina de asentarse en el día a día de nuestros hospitales por la diferente respuesta entre los urólogos y los radiólogos intervencionistas. El procedimiento lleva empleándose desde hace una década , y la acogida entre los intervencionistas ha sido entusiasta y llega a su auge en 2015-16, cuando todo el mundo quiere hacer “embolización de próstata" en sus centros , pero frente a esto, la respuesta por parte de la mayoría de los urólogos ha sido la indiferencia. Este desinterés puede entenderse desde el punto de vista del urólogo “tradicional “ que lleva toda su vida viendo a pacientes prostáticos, desde su consulta dónde hace el diagnóstico, en su quirófano dónde les opera con la técnica que él considera más adecuada y de nuevo desde la consulta dónde les hace el seguimiento. Es un “todo mío” del que les es muy difícil salir.
Afortunadamente no todos los urólogos piensan así; hay algunos de ellos (los menos) que sí creen en un trabajo de colaboración franca con el intervencionista , que se conocen bien porque llevan trabajando conjuntamente con el intervencionista desde hace años en muchas otras cosas y que no ven en este procedimiento una “intromisión”, sino una ventaja clara para sus pacientes que no pueden beneficiarse de las soluciones quirúrgicas tradicionales (RTU/ resección transuretral y prostatectomia abierta).
Hay que reconocer el trabajo del urólogo como principal especialista en próstata y el nuestro como “colaboradores necesarios", y desde un clima de confianza mutua, pueda surgir la colaboración máxima en bien del paciente.
¿Cuál es su ventaja en los sistemas de salud?
Si bien en éste reportaje ya hemos comentado las ventajas de la embolización, hay que añadir el coste para los sistemas de salud. En una patología tan prevalente en varones por encima de 50 años, que es muy favorable al procedimiento intervencionista, no ya en coste unitario, que por intervención que es similar en ambos casos (frente al quirúrgico), pero sí en menor coste por estancia media (que es 4 dias frente a 1) favorable al intervencionismo.
¿Hay diferencias en su implantación entre la sanidad privada y la pública?
También es importante señalar la diferente implantación en la sanidad privada (y menos en la pública) de terapias quirúrgicas menos invasivas, con buenos resultados como las cirugías de resección o vaporización con láseres de distintos tipos, y vaporización con inyección presurizada de agua, etc..; con menos efectos secundarios y complicaciones, pero más caras y por tanto no accesibles a todo tipo de personas. Todo esto genera aún más reticencias para la embolización prostática en ese ambiente.
¿Qué futuro le augura a corto y medio plazo?
El futuro a corto plazo pasa por establecer equipos de trabajo multidisciplinares con los urólogos favorables a las nuevas terapias. De la divulgación que se pueda hacer de las ventajas de la embolización en la opinión pública dependerá que se afiance a medio plazo y sean los propios pacientes interesados en su salud prostática los que demanden el acceso a éste fantástico procedimiento intervencionista .
Aunque pueda contener afirmaciones, datos o apuntes procedentes de instituciones o profesionales sanitarios, la información contenida en Redacción Médica está editada y elaborada por periodistas. Recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.