Martes, 05 de abril de 2016, a las 10:15
Sergio López. Madrid
A punto de dejar el testigo al frente de la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia, Moraleda es incapaz de repasar su biografía sin recordar a todos aquellos que considera sus mentores. Ese nivel de modestia es una característica que a veces no aparece unida a trayectorias académicas y profesionales tan sobresalientes como la de este médico nacido en el corazón de La Mancha, criado profesionalmente entre Salamanca y Seattle y afincado en Murcia. De vocación algo tardía, seguidor del Atlético de Madrid y aficionado al flamenco, Moraleda combina su labor en la presidencia de la sociedad científica con la de dirigir la Unidad de Hematología y el banco de células madre del Virgen de la Arrixaca.

¿Cuándo decidió ser médico? ¿Tenía vocación desde niño?

Estuve en contacto con la Medicina desde niño, porque mi padre fue médico de familia en Herencia, un pueblo de La Mancha. Era uno de esos que iba de un lado a otro en moto, que igual atendía un parto que a un labrador que se había cortado con una máquina. Él era cirujano, pero dejó la especialidad por amor. Se fue a La Mancha porque había conocido a mi madre.

Para mí, la  Medicina no fue una decisión temprana. Veía el tipo de vida que llevaba mi padre: mañana, tarde y noche, sin descanso alguno, y me llamaban la atención otras cosas. Estaba decidido a hacer Matemáticas.

¿Qué pasó entonces?

 Vino al instituto un médico, poco antes de empezar la universidad. Nos habló de la Medicina, y a mí se me despertó la pasión que mi padre ya me había impregnado en casa.

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