El 30 de septiembre de 2022, agentes de la
Policía Nacional irrumpieron en una casa rural de Langreo (Asturias) a escasos minutos de que cayera la noche. Dentro había un nutrido grupo de personas, entre ellas menores, bien sentadas en el suelo, sobre mantas, bien de pie. Estaban a punto de celebrar un
ritual neochamánico con sustancias prohibidas como
ayahuasca y yopo. Los policías detuvieron a cuatro personas, los supuestos organizadores de la ceremonia, como presuntos culpables de
delitos de pertenencia a grupo criminal y contra la salud pública. Se trató del culmen de la bautizada como operación Bunachi.
Entre los arrestados se hallaba el líder espiritual del grupo, un hombre de nacionalidad sueca que afirmaba ser una suerte de
mesías con capacidades sobrehumanas para la sanación. En muchas ocasiones, este individuo ofrecía, previo pago,
sustancias psicoactivas como terapia sustitutiva de la medicina convencional. Su verdadero objetivo, sin embargo, no era mermar las dolencias de sus víctimas, sino aumentar su vulnerabilidad y
manipularlas mentalmente para sacarles todo el dinero posible.
La Policía Nacional detiene a cuatro miembros de un grupo neochamánico en Langreo.
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La Policía Nacional tiene un nombre específico para referirse a esta clase de grupos criminales:
secta destructiva. También cuenta con una unidad especializada en la
Comisaría General de Información que trabaja para encontrarlos y neutralizarlos. Al mando de esta clase de operaciones hay una mujer cuyo nombre no puede ser revelado, ni completa ni parcialmente. Tampoco su cargo, dado que la estructura interna de la unidad es secreta. Para entendernos, podríamos referirnos a ella como inspectora jefa de la sección de
Investigación de Sectas Destructivas de la Policía Nacional. De puertas para fuera es sólo
‘la Jefa’.
Redacción Médica charla con ella para conocer a fondo qué son, qué peligros entrañan para la salud pública y cómo se lucha contra las sectas de carácter destructivo.
¿Qué es una secta destructiva?
Una secta destructiva se nutre del engaño. Su savia es la manipulación. Eso es lo primero que hay que tener claro para identificarla. Se trata, así, de un grupo que, partiendo de esa mentira, utiliza de forma reiterada diversas
técnicas de persuasión coercitiva, incluyendo conductas abusivas, para tratar de
doblegar la voluntad de sus víctimas y que estas se conviertan en meras herramientas del grupo o del líder. “Hay veces en las que no se trata de un entorno organizado, sino tan sólo de un grupúsculo dirigido por una única persona”, acota la Jefa. Por ello, lo mejor es hablar de “comportamientos sectarios destructivos”.
Para ser capaz de señalar sin atisbo de duda esas prácticas ‘dañinas’ es necesario desmarcarlas del concepto de secta a secas. Según la especialista de la Policía Nacional, la existencia de una secta como tal no es negativo, sino “un reflejo de la libertad ideológica, religiosa, de culto y de pensamiento, como derecho fundamental reconocido en España”. “La diferencia es que una secta destructiva hace un uso fraudulento de ese derecho, es decir, se ampara en esos objetivos socialmente lícitos para emplearlos como
señuelo de captación”, añade.
Remedios milagro para sustituir la medicina tradicional
Detención de nueve integrantes de una presunta secta destructiva en la provincia de Castellón.
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“Existe
una secta destructiva para cualquier ciudadano, depende de su vulnerabilidad”, afirma, rotunda, la Jefa. De hecho, conviene acabar con el estereotipo de que las víctimas proceden de entornos de bajo nivel sociocultural y socioeconómico. “Lo que buscan los gurús es lo contrario, gente con capacidades y recursos que sumen a la causa, no que resten”.
Ateniéndonos al ámbito de la salud, se trata, por regla general, de personas que padecen graves enfermedades para las que no encuentran tratamiento efectivo o que están
desencantadas con la atención médica previa que se les ha prestado a ellas mismas o a alguien de su entorno. Es entonces cuando empieza el juego de la manipulación. “Estas sectas ofrecen
remedios milagro para todo, a veces incluso como alternativa a terapias oncológicas, y estas personas, desesperadas, se agarran a esas tablas de salvación”, asegura la experta. Entre esos ‘remedios milagro’ se hallan, por ejemplo, sustancias como la mencionada ayahuasca, y también otras como
el sapo bufo, la rana kambó y la mescalina. “Los que las suministran aseguran que son medicinas ancestrales, sabiendo que ese concepto da seguridad a la víctima, pero ni están capacitadas ni autorizadas sanitariamente para administrarlas”.
"Estas sectas ofrecen remedios milagro para todo, a veces como alternativa a terapias oncológicas"
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La captación se inicia con una primera toma de contacto, una sugerencia sin apenas compromiso, un 'por probar no pasa nada', un leve vínculo que, poco a poco, se va radicalizando. En el caso de las drogas psicoactivas vendidas como remedios ‘mágicos’, incluso llegan a sustituir por completo las terapias médicas convencionales. La consecuencia es evidente: al abandonar su tratamiento, el enfermo empeora y
su salud se pone en grave peligro. Luego están los gurús como el que se detuvo en Langreo, que dicen tener un poder sobrenatural para solucionar cualquier tipo de enfermedad. “Hay situaciones en las que las enfermedades ni siquiera existen, pero el líder de la secta convence a las víctimas de que las padecen y que sólo formando parte de su grupo podrán curarse”, especifica la agente.
En todos estos casos el perjuicio es el mismo: “Poco a poco
la víctima se ve atrapada en una dicotomía entre el mundo interno de le secta destructiva, que se considera lo real y lo positivo, y el mundo externo, que pasa a ser lo negativo. Dentro de ese mundo externo queda la medicina tradicional. De ahí que se acabe dejando a un lado”.
Secuelas físicas y mentales fruto de la manipulación
A lo anterior se suma que, por supuesto, los ‘remedios milagro’ no tienen nada de milagroso. Es más, pueden incluso agravar los problemas de salud previos de las víctimas -ya convertidas en
firmes negacionistas del Sistema Nacional de Salud (SNS)-. La Policía Nacional cuenta con informes médicos que lo reflejan. Y el origen de esos problemas no está sólo en el consumo de sustancias prohibidas, sino también en las técnicas de manipulación que practican los líderes sectarios, que, por ejemplo, provocan
cambios agresivos en la dieta y
alteraciones del sueño como consecuencia del desarrollo de un continuo estado de alerta ante el entorno hostil ajeno al contexto interno del grupo. La Jefa pone el foco, sobre todo, en las personas que sufren secuelas mentales: “Algunas presentan conductas autolíticas e incluso plantearse el suicidio”.
Investigación a cargo de un equipo multidisciplinar
La investigación de una supuesta secta destructiva, como la de cualquier presunto hecho delictivo, parte de una notitia criminis, esto es, en el momento en el que la Policía Nacional tiene conocimiento de la posible comisión de acciones delictivas. En abril de 2022, se habilitó el email
sectasdestructivas@policia.es para facilitar la colaboración ciudadana en la notificación de sospechas anónimas de posibles afectados y en la presentación de denuncias, que, por desgracia, no abundan. “Se denuncia sólo un mínimo número de los casos, puede que por vergüenza o también porque cuando los afectados llegan a ser conscientes de que han sido víctima de una secta el delito ya ha prescrito”, lamenta la especialista.
El otro gran hándicap para castigar este fenómeno delictivo es que el
Código Penal español no recoge un delito específico de pertenencia a secta destructiva o de manipulación coercitiva. Por ello, es necesario estudiar qué tipo de abuso concreto se ejerce sobre las víctimas para demostrar la comisión de un delito que sí contemple la Justicia, como atentados a la dignidad, acoso, amenazas, ataques contra la libertad sexual, blanqueo de capitales y asociación ilícita.
De reunir las pruebas necesarias se encarga un
equipo multidisciplinar de profesionales policiales que, además, mantiene un estrecho contacto con expertos externos. Al respecto, la Jefa aboga por un mayor fomento de la colaboración institucional. También se refiere al “importante papel” que, en el mismo sentido asesor, pueden ejercer los
colegios profesionales de médicos y enfermeros. Una vez recabada la información necesaria, se elabora un atestado policial que se presenta a la autoridad judicial a través de la Fiscalía.
Detectar a las víctimas en la propia consulta
Los médicos y enfermeros tienen sus propias herramientas para detectar si un paciente está siendo víctima de una captación. Existen varios indicadores que lo evidencian. Los primeros son físicos, y ahí tiene cabida tanto la
intoxicación por el consumo frecuente o continuado de sustancias psicoactivas, como la aparición de
signos de debilitamiento físico y psíquico “por la constante alteración de los ritmos vitales del afectado por su dedicación constante al grupo o a su líder”.
También hay aspectos sospechosos relacionados con lo conductual o lo mental. “Al pasar cada vez más tiempo con los miembros del grupo, estas personas van perdiendo interés por sus hobbies y
se van aislando de sus seres queridos y amigos”, señala la Jefa. Ello implica, además, un
talibanismo creciente: “No admiten discrepancias o críticas a los postulados pseudoterapéuticos que les han metido en la cabeza. Además, como están convencidos de que su líder es un ser superior que todo lo sabe o están sometidos a un maltrato psicológico continuado, su autoestima está por los suelos y necesitan consultar a otras personas a la hora de tomar cualquier decisión trivial”. Ello es, no en vano, el
germen de la depresión y de las conductas autolíticas o suicidas que pueden detectarse en los servicios de Urgencias.
La intoxicación y el aislamiento social son síntomas de las víctimas de sectas destructivas a los profesionales sanitarios han de prestar atención
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¿Carencias en la atención a la salud mental?
Igual que un virus muta para volverse inmune a las defensas del organismo al que ataca, las sectas destructivas se adaptan a las circunstancias de cada momento para seguir aprovechándose de los más vulnerables. En marzo de 2022, un informe de la
Organización Mundial de la Salud (OMS) reflejó un aumento del
25 por ciento de la prevalencia de la ansiedad y la depresión en todo el mundo durante el primer año de la pandemia de coronavirus.
“En esa época detectamos que había una
necesidad social que no estaba bien cubierta”, revela la Jefa, que, de hecho, concluye recordando una circunstancia fundamental: “En el caso de las sectas destructivas, no hay que olvidar que partimos de la base de que las personas acuden a estos grupos porque ya tienen unas necesidades psicológicas que no han sido debidamente atendidas, ya sea por carencias del sistema, ya porque esas personas no han querido tratarse”.
El pasado 10 de octubre, el
Ministerio de Sanidad informó de que las comunidades autónomas ya han recibido
54,4 millones de euros del Plan de Acción de Salud Mental 2022-2024, dotado con
100 millones de euros. El montante abonado se divide entre los 16 millones correspondientes al ejercicio 2022 y los 38,5 millones para este año. Un día antes, el
Consejo de Empleo y Políticas Sociales de la Unión Europea (Epsco) aprobó, a instancias de la ministra de Trabajo y Economía Social en funciones,
Yolanda Díaz, el primer documento avalado por los 27 en el que
se promueve mejorar las condiciones de trabajo para frenar la precariedad laboral y, por consiguiente, la salud mental como consecuencia directa de las malas condiciones de trabajo. Se trata de medidas que no vienen sino a tratar de paliar un
problema de salud estructural que, ante la ausencia de luz que ofrecen el tabú y el silencio, sólo halla respuestas igualmente sumidas en la oscuridad.
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