Los yihadistas que cometen atrocidades como atropellar o acuchillar a las víctimas, el caso de los atentados de Cataluña, sufren una disociación de la personalidad que les permite desconectar de sus emociones, aunque no llegan a ser psicópatas.
Este es uno de los rasgos psicológicos de los terroristas yihadistas que viven, en muchas ocasiones, aislados y a los que la organización les insufla constantemente sentimientos de odio y venganza, explica Miguel Perlado, coordinador del Grupo de Trabajo sobre Derivas Sectarias del Colegio Oficial de Psicólogos de Cataluña.
El psicólogo explica que no se puede establecer un perfil único del yihadista pero, insiste, en todos ellos se observa “una deshumanización del individuo” al disociarse la personalidad. “La mente se fragmenta y funciona en compartimentos estancos. Una parte puede estar tramando una acción, mientras la otra desarrolla su rutina con aparente normalidad”, asegura este experto en evaluar en los procesos judiciales a los detenidos yihadistas.
Este comportamiento puede asemejarse al de una personalidad psicopática “dado que llegan a disfrutar del dolor ajeno y consiguen desconectar totalmente de las emociones propias”.
Sin embargo, esto no significa que este tipo de terrorista sea psicópata en sí, sino que el proceso de radicalización “tiende a psicopatizar a la persona que finalmente cometerá la acción”, apostilla.
“Aunque se pueda hablar de algún tipo de psicopatología a nivel individual, no es algo que se presente necesariamente en todos estos individuos”, precisa Perlado.
La radicalización de los yihadistas
Si algo les une es un proceso de radicalización que se intensifica en el caso de las células yihadistas, pequeños grupos fragmentados y aislados a los que la organización les insufla “odio, resentimiento y venganza para que actúen de forma contundente”, indica.
Conforme avanza la radicalización, van desapareciendo los signos de humanidad y reforzándose el odio. “Esos sentimientos -añade- se van comiendo la otra parte de la personalidad disociada que tiene que ver con las emociones, con el respeto a la vida ajena o con los límites”.
Según Perlado, “la mente humana funciona atendiendo a los sentimientos de los demás y reaccionando al dolor ajeno mediante la empatía. Todos estos mecanismos son los que dejan de funcionar en el individuo radicalizado” que comete atrocidades “sintiendo que está realizando lo correcto o que se trata de un mal necesario”.
Arrepentimiento
Y por eso no es habitual que sientan arrepentimiento y consigan “desadicalizarse”, como se ha puesto de manifiesto en algunos programas europeos, en especial cuando ya han practicado acciones violentas.
Frente a la progresiva radicalización, el experto considera que es necesario atajar el proceso en los momentos iniciales y así no llegar a “la deshumanización que despoja al individuo de sus sentimientos”.
Antes de llegar a esta fanatización, los yihadistas que viven y actúan en los países europeos se han sentido entre dos mundos. “No solo están desarraigados culturalmente, sino también en tensión o contradicción entre lo que quieren hacer y no pueden o entre lo que la familia plantea y lo que piensan las nuevas generaciones”.
La deriva les lleva incluso a morir matando, a sacrificarse por la guerra santa. “Ese es el fanatismo absoluto”.
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