Redacción. Madrid
Los médicos cardiólogos han rebajado el límite de tensión arterial óptimo para el paciente con hipertensión y enfermedad coronaria a menos de 140/90 milímetros de mercurio, e incluso, en caso de antecedentes clínicos de derrame cerebral, infarto agudo de miocardio, ataque isquémico transitorio u otros accidentes cardiovasculares como el aneurisma de aorta abdominal, a menos de 130/80 milímetros de mercurio, según han difundido este martes la Asociación Americana del Corazón, el Colegio Americano de Cardiología y la Sociedad Americana de Hipertensión.
El documento, publicado en la revista
Hypertension, incluye un resumen del tratamiento de la hipertensión en los pacientes que tienen la presión arterial alta y que han sufrido un accidente cerebrovascular, ataque cardiaco o algunas otras formas de enfermedades del corazón, ha recalcado Elliott Antman, presidente de la Asociación Americana del Corazón y profesor de Medicina de la Facultad de Medicina de Harvard, Estados Unidos.
Elliott Antman, presidente de la Asociación
Americana del Corazón.
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“El Comité de Redacción refuerza el objetivo de menos de 140/90 para prevenir ataques cardiacos y accidentes cerebrovasculares en pacientes con hipertensión y enfermedad de la arteria coronaria –ha subrayado–. “Esto reviste importancia por cuanto ha surgido confusión en la comunidad clínica en el último año en relación con el objetivo apropiado a la hora de gestionar la presión arterial en la población en general”, ha aclarado.
Reducir la presión sanguínea se puede realizar de forma segura y la gran mayoría de las personas no tendrá problemas cuando se utilicen los medicamentos estándar, ha reseñado el escrito del Comité. Sin embargo, estos expertos han subrayado que los médicos tengan precaución en pacientes con obstrucciones de las arterias coronarias, aconsejando que la presión arterial se debe bajar de forma lenta y no esforzarse por reducir la presión arterial diastólica (número inferior) a menos de 60 milímetros de Mercurio, en especial en mayores de 60 años.
La declaración aporta, asimismo, recomendaciones específicas basadas en la evidencia y contraindicaciones para ayudar a los médicos a seleccionar qué medicamentos antihipertensivos usar en pacientes con diversos tipos de enfermedades del corazón. Para la mayoría de los enfermos, eso supone tomar un betabloqueante solo o en combinación con otras clases de fármacos.
Tratamiento con betabloqueantes
“En el espectro de fármacos disponibles para el tratamiento de la hipertensión, los betabloqueantes asumen un lugar central en los pacientes con enfermedad arterial coronaria”, ha resaltado Clive Rosendorff, presidente del Comité de Redacción de la declaración, profesor de Medicina en la Escuela Icahn de Medicina del Centro Médico de Mount Sinai, en Nueva York, y director de educación médica de postgrado en la Administración de Ancianos en el Bronx, Nueva York.
Además de su efecto sobre la presión arterial, los betabloqueantes disminuyen la frecuencia cardiaca y reducen la fuerza de la contracción cardiaca, lo que rebaja el consumo de oxígeno del corazón. También aumentan el flujo de sangre al corazón al prolongar el tiempo entre las contracciones, que es cuando la sangre fluye hacia el músculo cardiaco.
“Además de tratar la hipertensión, esta declaración también reconoce la importancia de la modificación de otros factores de riesgo de ataque cardiaco, accidente cerebrovascular y otras enfermedades vasculares, incluyendo la obesidad abdominal, niveles anormales de colesterol, la diabetes y el tabaquismo”, ha completado Rosendorff.
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