Este viernes y sábado, los representantes de los países más poderosos del mundo, conocidos como
G20, se reúnen en
Hamburgo (Alemania) en un momento lleno de tensión. A los coletazos de la presuntamente superada
crisis económica se suman los de la crisis de los
refugiados, las elecciones en diferentes países europeos miembros del G20 (Reino Unido y Francia) y, sobre todo, la llegada de
Donald Trump al poder y su intención de no seguir las agendas internacionales, en un enfrentamiento explícito con las posiciones europeas.
Sin embargo, la
salud pública ha jugado un papel cada vez mayor en las reuniones del G20. En el pasado fue el ébola, que movió a los países a prestar atención a las enfermedades infecciosas. En la actualidad, un mal mayor se cierne sobre la población mundial y nadie, venga de un país desarrollado o no, está a salvo: la creciente
resistencia microbiana a los
antibióticos.
Este tema ha conseguido colarse en la agenda política internacional gracias a la creciente importancia que le ha ido dando la opinión pública. La reunión de los
ministros de salud del G20 ya acordó la necesidad de abordar conjuntamente el problema. Ahora, los presidentes y primeros ministros de los países más potentes del mundo tratarán de llegar a un acuerdo sobre el uso apropiado de antibióticos y coordinar
incentivos para mejorar la investigación en combatir las resistencias.
El tema de la resistencia antibiótica
no es nuevo en las altas esferas internacionales, de todas formas. El G20 está presidido actualmente por Alemania, que también presidió el G7 en 2015, cuando se incorporaron diversos temas de salud en la agenda de los más altos niveles, entre ellos, la batalla global frente a los microorganismos multidrogorresistentes. En la
declaración final de la reunión se apoyaba el
Plan de Acción de la OMS frente a esta cuestión y se comprometía a abordar el problema desde una única perspectiva que englobara todas sus facetas (incluida la salud animal y la agricultura).
Es de esperar que, a diferencia de otros temas de corte científico-medioambiental, el acuerdo general no sea bombardeado por los Estados Unidos de Trump:
las resistencias antimicrobianas no llevan adheridas polémicas políticas al estilo de la lucha contra el cambio climático. Por tanto, es posible que de la reunión de este fin de semana nazca un compromiso serio por incorporar esta cuestión en las agendas a todos los niveles y de coordinar internacionalmente los esfuerzos para avanzar en este problema, para el que no hay tiempo que perder.
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