Jesús Vicioso Hoyo. Alicante
La racionalización de los recursos económicos seguirá incluso cuando acabe la crisis económica. O eso es lo que se ha quedado sobre la mesa de una de las citas más esperadas del XIX Congreso Nacional de Hospitales y Gestión Sanitaria que se celebra en Alicante, la protagonizada por cuatro gerentes autonómicos que han dado sus recetas sobre las necesidades prioritarias del Sistema Nacional de Salud (SNS).
Pere Soley, gerente del Institut Català de la Salut; José Manuel Aranda, director gerente del Servicio Andaluz de Salud; Luis Ibáñez, secretario de Sanidad de la Comunidad Valenciana; Joaquín García, director gerente del Servicio Extremeño de Salud, y Manuel Ángel Moreno, director gerente del Servicio Murciano de Salud.
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La respuesta a la pregunta que formulaba el título del foro moderado por Luis Ibáñez, secretario de Sanidad de la Comunidad Valenciana, y patrocinada por Linde, se ha dejado clara nada más comenzar: la sostenibilidad. Una vez despejada la incógnita, se han hablado de propuestas, de menús para atajar los ‘ajustes’, cuando no directamente la desinversión, en tiempos de vacas flacas. Aunque no solo en éstos, sino también de gordas.
“La racionalización es poner las cosas en su justa medida”, ha aseverado el director gerente del Servicio Extremeño de Salud (SES), Joaquín García Guerrero, quien ha asegurado que en algunas regiones como la suya, el problema es mayor porque la densidad de población, por ejemplo, entra en juego a la hora de la financiación de la sanidad. Su apuesta por el plan de ordenación de los recursos materiales y humanos, incluyendo la “estabilización del empleo” (la seguridad profesional mejora la asistencia), de mayor investigación y desarrollo, el impulso de la cirugía mayor ambulatoria o la puesta en marcha de plataformas logísticas y de distribución sirven, a su juicio, para lograr un mayor aprovechamiento del sistema.
Y, así, como ha expuesto el gerente del SES se deja ‘hueco’ para otras prioridades, como el plan de renovación tecnológica en el que se puede reinvertir el ahorro generado con las mejoras anteriores. De igual manera, García Guerrero ha abogado por “establecer nuevas relaciones con la industria médica” a través de estrategias como el riesgo compartido o el pago por resultados que son “fundamentales” para la racionalización que buscan los gestores. De igual manera, ha reconocido que los sistemas autonómicos han de profundizar en las unidades de gestión clínica, cuyos pilotos ya están en marcha en Extremadura.
Precisamente, en este asunto está mucho más avanzado el Servicio Andaluz de Salud (SAS), cuyo director gerente, José Manuel Aranda, ha dado algunas de sus claves. Para su administración, el sistema de gobernanza de la gestión clínica hace que todo se oriente hacia una mayor sostenibilidad. La potenciación de la autonomía de los profesionales y dejar atrás el modelo jerárquico más tradicional son algunas de las razones aducidas por el responsable, que, asimismo, ha apostado por la dirección de dichas unidades “que se orienten a la selección de medidas de eficiencia en la gestión de los recursos”, especialmente vinculadas en el área clínica.
Además, Aranda ha mostrado cómo en el SAS tiene dos tipos de objetivos en cuanto a la productividad y los resultados clínicos: el 50 por ciento de tipo corporativos (bien atribuibles al capítulo uno o a acciones de participación ciudadana) y la otra mitad, específicos de cada unidad de gestión clínica, a propuesta de sus propios integrantes. Entre estas iniciativas, ha resaltado algunas muy relevantes, como el acuerdo de prácticas ‘a no hacer’ que ahorran recursos y benefician, a la postre, la salud de los pacientes.
Evaluación continua
El testigo de prácticas a ‘no hacer’ ha sido recogido por Manuel Ángel Moreno, director gerente del Servicio Murciano de Salud. Ha apuntado que en España la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) abandera el proyecto que cuenta con el respaldo del Ministerio de Sanidad por el que las sociedades científicas acuerdan qué acciones desterrar. También ha citado las recomendaciones del NICE británico en el que el SNS español ha de mirar para lograr una mayor capacidad de eficacia.
Moreno ha tocado el tema de la desinversión, bien sea en medicamentos, en recursos tecnológicos o humanos. Y es que, según ha apuntado, es algo que no se puede desdeñar en aquellos casos que “no añaden valor en relación al coste que suponen”. Y ha gustado mucho entre el público su comparación con la racionalización que no solo debe estar presente en los sistemas sanitarios, sino en todos los aspectos de la administración. “Hay aeropuertos sin actividad, autopistas sin casi coches y urbanizaciones vacías. Pero no he oído nunca decir que hay un hospital sin pacientes”, ha reflexionado.
Público asistente a la mesa redonda protagonizada por los cuatro gerentes del SAS, SES, SMS e ICS.
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Finalmente, Pere Soley ha presentado datos de la institución de la que es director gerente, el Institut Català de la Salut (ICS), que a lo largo de la crisis ha sufrido una reordenación de su oferta asistencial. Ha pasado por varias fases, con una media del 4 por ciento menos de recursos al año desde 2010, salvo el último ejercicio, y que para su racionalización se pusieron en marcha planes como el especial de cirugía cardiaca o el de listas de espera, que han dado resultado pese a que, a priori, no parecía algo fácil.
En dicha reorganización, ha sido fundamental, a tenor de lo que ha contado Soley, la implicación de los usuarios (a través de iniciativas como las de Paciente Experto), la potenciación de los sistemas de información “para tomar decisiones antes de tiempo” y el incremento de la autonomía en la Atención Primaria.
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