Los esfuerzos a nivel internacional para preparar un escudo lo suficientemente férreo ante posibles nuevas
crisis sanitarias ha sido insuficiente en los últimos años. Es, al menos, la principal conclusión que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (
OCDE) refleja en un informe reciente sobre últimas tendencias en
gasto sanitario. De acuerdo al documento, el “errático” crecimiento de las inversiones nacionales en materia de sanidad desde 2020 ha hecho que las “medidas clásicas de control” de costes se hayan quedado cortas para “mejorar la
resiliencia de los sistemas de salud” a largo plazo, frente a lo cual aboga por reducir el gasto “ineficaz y desproporcionado” y aprovechar “los beneficios de la tecnología y la transformación digital”.
En su informe, la OCDE recuerda el “crecimiento excepcional” del
gasto sanitario registrado en sus países miembros entre 2020 y 2021, fruto de la
pandemia de Covid-19. De media, casi el 10 por ciento del
gasto público en salud se dedicó, en 2021, a combatir el virus. “El gasto en prevención aumentó de forma drástica, pero, desde entonces, ha caído hasta alcanzar una proporción del gasto en salud similar a la observada antes de la pandemia”, reza el documento.
Dice la OCDE que, en 2022, la proporción media de las partidas en sanidad seguían siendo mayores en los presupuestos nacionales que en la etapa previa al estallido del
coronavirus. En 2023 hubo un ligero repunte, pero fue “moderado en términos reales”. Sin embargo, desde entonces, en un contexto fiscal “de lento crecimiento económico”, se han ido mermando en beneficio de “otras prioridades”, entre las que destaca la defensa, la energía, la
transición ecológica y los derechos sociales.
Actualmente, de acuerdo al informe, la
financiación sanitaria en los países de la OCDE sigue por debajo del incremento adicional estimado del 1,4%, de media, que los expertos citados en el documento consideran necesarios “para preparar los
sistemas de salud para futuras crisis”. “Un simple vistazo a la trayectoria de los recursos asignados a la salud sugiere que los países de la OCDE son, quizás, tan vulnerables a una
emergencia sanitaria ahora como lo eran en 2019”, se concluye.
El gasto necesario en salud supera el crecimiento económico
Para más inri, la OCDE incluso es pesimista acerca de la posibilidad de que esa situación pueda revertirse: “Es poco probable que los países puedan movilizar a corto plazo un gasto significativo para cerrar la ‘brecha de preparación’ de los sistemas de salud”, dice el documento. Es cierto que, según los cálculos actuales, el crecimiento económico en los estados miembros de la OCDE estará en torno a un 1,9 por ciento en 2025 y 2026, y la
inflación general “continuará disminuyendo ligeramente”, pero, si no se introducen “cambios significativos en las políticas”, las proyecciones de la OCDE muestran que, para 2040, el aumento promedio subyacente del gasto sanitario respecto al
PIB sea de un 2,4 por ciento respecto a los niveles previos a la pandemia. Es decir, que superará el crecimiento de la economía y de los ingresos gubernamentales.
Para la OCDE resulta complicado alcanzar ese nivel de gasto sanitario porque, principalmente, la elaboración de presupuestos públicos tiene ante sí “importantes desafíos” que dificultan aumentos de inversión. “Los gobiernos lidian con dificultades fiscales significativas debido a un mayor endeudamiento y, a largo plazo, presiones de
gasto adicionales derivadas del envejecimiento de la población, la mitigación y adaptación al
cambio climático, los planes para aumentar el gasto en defensa y la necesidad de financiar nuevas reformas”, se resume en el documento.
La OCDE sugiere a los gobiernos nacionales como opción “realista” para reorientar ese rumbo, introducir mejoras en “la
eficiencia del gasto en salud” de cara a “ampliar el espacio fiscal de los países”.
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