Eduardo Ortega Socorro. Madrid
Aunque las consecuencias más conocidas de la hepatitis C son la cirrosis y el cáncer hepático (que conducen al trasplante de hígado), los efectos de esta enfermedad infecciosa van mucho más allá. Según recientes estudios, el virus C “incrementa por tres veces el riesgo de muerte por causa cardiovascular, aumentando las posibilidades de sufrir un infarto o un evento cardíaco. También afecta al metabolismo lipídico, incrementando el riesgo de diabetes y de resistencia a la insulina”, indica Juan Turnes, jefe del Servicio de Aparato Digestivo del Complejo Hospitalario de Pontevedra.
Juan Turnes, jefe del Servicio de Aparato Digestivo del Complejo Hospitalario de Pontevedra.
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Este especialista, en declaraciones a Redacción Médica, también advierte de que la enfermedad “multiplica el riesgo de que los pacientes padezcan dolencias renales entre un 50 por ciento y un cien por cien”. Teniendo en cuenta todos estos datos, concluye que “la mortalidad por hepatitis C es más relevante de lo que sabemos según los datos disponibles. Y lo será cada vez más con los años, porque según los pacientes van envejeciendo, van acumulando más daño en el hígado y también más posibilidades de sufrir estos problemas asociados”.
A los efectos de la hepatitis C en los ámbitos cardiovascular y renal, hay que sumar que “favorece el desarrollo de enfermedades autoinmunes de cualquier origen: tiroides, cutáneas, renales… Además, induce el riesgo de linfomas, que es relativamente bajo, pero está ahí”.
Y no hay que olvidar que “tiene una relación estrecha desde hace décadas con el VIH. Desde que disponemos de tratamientos eficaces contra esta dolencia, han aflorado otros problemas en estos pacientes, y los más temibles de ellos son los relacionados con el virus C, que se ha convertido en la principal causa de muerte”, avisa. Sin embargo, hay una buena noticia: “los nuevos tratamientos de hepatitis C destinados a monoinfectados tienen la misma seguridad y eficacia en coinfectados”.
Problema de datos
Para Turnes, uno de los principales retos a los que se enfrenta España en la lucha de la hepatitis C es, precisamente, la escasa y poco actualizada información epidemiológica que hay sobre la enfermedad. “No tenemos datos reales sobre su dimensión ni de la fase en la que está. Los únicos publicados en los últimos meses son los del Ministerio de Sanidad, que calcula unos 96.000 afectados por hepatitis C, a partir de una pregunta realizada a cada servicio regional de salud, pero no a partir de un estudio epidemiológico serio”.
Fue a partir de esta información que se aprobó financiar, en el marco de la estrategia nacional, los nuevos tratamientos para unos 52.000 pacientes, que se darán en un máximo de tres años. “Son muchas terapias, y es un reto para cualquier sistema sanitario”, reconoce el especialista. Pero también avisa del grave problema que existe en España: solo uno de cada tres enfermos de hepatitis C activa están diagnosticados, lo cual deja entrever el profundo infradiagnóstico que hay en España sobre esta enfermedad.
De hecho, Turnes señala que la cifra de afectados estimada en España es, en todo caso, de unos 480.000 afectados, con lo que con la estrategia nacional tal y como está planteada “solo sería tratada una décima parte del total de los pacientes. Nos estamos quedando cortos”, advierte
Así mismo, considera que “todos los que nos dedicamos a las enfermedades hepáticas deberíamos poder tratar a todos los pacientes con los nuevos fármacos. Se trata de medicamentos que además de ser seguros tienen una durabilidad de administración corta y bien definida. Todos deberían ser candidatos a recibir este tratamiento”.
Es más, opina que esta sería la única manera que permitiría intervenir en la historia natural de la enfermedad en España, que todavía no ha alcanzado su techo ni de pacientes afectados ni de gravedad de los casos.
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