Redacción. Madrid
La Fundación Española del Corazón (FEC) insiste en la necesidad de una regulación que garantice la salud de los ciudadanos europeos. Específicamente, pide a la Comisión Europea que legisle el uso de las grasas trans en productos alimenticios. Una propuesta que presentó por primera vez en 2011 a través del European Heart Network y que ha recuperado actualmente, ante la reciente prohibición en Estados Unidos del uso de este tipo de grasas en los alimentos.
Leandro Plaza, presidente de la FEC.
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La FEC aclara que, en el ámbito europeo, sólo hay una directiva que limita la cantidad de ácidos grasos trans en preparados para lactantes y de continuación (no pudiendo superar el 3 por ciento de contenido graso total). Sin embargo, el uso de las grasas trans en productos alimenticios sólo ha sido limitado, individualmente, Dinamarca, Austria, Suiza e Islandia, quienes regulan su utilización hasta en un dos por ciento.
“El pasado diciembre, debería haberse hecho público un informe sobre la presencia de las grasas trans en los productos alimentarios de la Unión Europea. Este documento serviría para determinar qué legislación es necesaria a nivel europeo, pero, desafortunadamente, este informe aún no se ha presentado”, explica Leandro Plaza, presidente de la FEC.
En este sentido, considera prioritario que en una primera fase, la industria deba reflejar en las etiquetas la cantidad de grasas saturadas que contiene el alimento y su porcentaje de grasas trans. “De esta manera, el consumidor estaría más informado y podría escoger con más libertad qué alimento quiere consumir. Este debería ser solo el primer paso para que, de manera progresiva, se vaya reduciendo la cantidad de grasas trans hasta eliminarlas por completo”, insiste Plaza.
La principal preocupación por el exceso de grasas trans radica en que se ha demostrado en diversas ocasiones que son las peores grasas para la salud cardiovascular ya que aumentan los niveles de colesterol malo y triglicéridos, y disminuyen los niveles de colesterol bueno. En este sentido, la FEC apunta que la reducción de un por ciento del consumo de las grasas trans se traduciría en una disminución entre un 2 o 3 por ciento la enfermedad cardiovascular y el número de infartos.