En unas horas, los ciudadanos de
Estados Unidos decidirán quién sucederá a
Barack Obama como su presidente: la demócrata
Hillary Clinton o el republicano
Donald Trump. Ambos contendientes han librado varias batallas dialécticas y celebrado diversos mítines con protagonistas temáticos habituales: la población inmigrante (particularmente los planes de Trump para ella), educación, terrorismo, impuestos… Sin embargo, el
medicamento se ha colocado entre los protagonistas 'inesperados' de la campaña electoral que está a punto de terminar.
¿Las razones de esta relevancia? Particularmente, el elevado precio de los fármacos de prescripción en Estados Unidos, que es muy superior al que pagan los sistemas sanitarios europeos (de hecho, el famoso
sofosbuvir, en hepatitis C,
cuesta tres veces más allí que en España) y la escalada de subidas que ha sufrido su coste en los últimos tiempos. El último ejemplo de esta situación es el del
EpiPen (inyección de epinefrina), de
Mylan, un producto cuyo precio se ha multiplicado por cinco en menos de nueve años, un caso al que hay que sumar otros como los escándalos de
Turing (compañía que tras adquirir los derechos de
daraprim, el mejor tratamiento contra la toxoplasmosis, decidió subir su precio un 5.000 por ciento) o
Valeant.
Ambos candidatos, a favor de que los estadounidenses puedan importar fármacos más baratos de otros países
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Todos estos ejemplos no han hecho sino sensibilizar a la opinión pública, y tanto Clinton como Trump han sabido ver esta inquietud. De hecho, las propuestas de la demócrata (que siempre ha hecho de la lucha contra los abusos de la industria farmacéutica una de sus banderas), están decididamente encaminadas a
recortar los precios de los medicamentos, “permitiendo al
Medicare (el equivalente al sistema sanitario público de Estados Unidos, reforzado durante el mandato de Obama) negociar con las compañías farmacéuticas reducciones de precios y control de costes”, aprovechando la masa de clientes de más de 40 millones de pacientes inscritos que tiene, según indica su programa electoral. Asimismo, propone establecer
controles para la publicidad y el marketing farmacéutico destinado al consumidor, “ahorrando al gobierno miles de millones de dólares para la próxima década”, al no poder destinar las farmacéuticas multimillonarios fondos a estrategias de marketing.
Reducción del periodo de protección por patente en biológicos
Con todo, la gran revolución que plantea la líder del Partido Demócrata es
reducir el periodo de protección por patente de los medicamentos biológicos de 12 a siete años (medida que permitirá ahorrar unos 5.000 millones de dólares en 10 años a la Casa Blanca), así como facilitar la comercialización de
biosimilares y genéricos.
Así mismo, Clinton propone que la población
pueda importar medicamentos desde el extranjero. En esta idea coinciden la candidata demócrata y Donald Trump, quien considera necesario “permitir a los consumidores acceder a medicamentos importados y seguros”.
Así mismo, el candidato del Partido Republicano también se ofrece a “
eliminar las barreras a la entrada en el mercado a fabricantes de medicamentos que ofrecen productos seguros, confiables y más baratos”. De esta manera, sumado a medidas de promoción de genéricos, Trumps espera reducir los precios de los fármacos
sin controles estatales, a los que tanto él como su formación están totalmente en contra. De hecho, si Trump llegara a la presidencia, entre sus planes está
derogar por completo la reforma sanitaria de Obama.
Los escándalos y la campaña electoral han puesto al sector del medicamento en la picota. Y los laboratorios lo saben. De hecho, la patronal del sector,
Phrma, se está preparando para la tormenta política que puede llegar en los próximos meses y las consecuencias que puede tener para el
mayor mercado farmacéutico del Mundo. Está claro que, sea quien sea el candidato ocupe el despacho oval de la Casa Blanca tras los comicios de este 8 de noviembre, va a tener a la industria farmacéutica en el punto de mira.
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