Periodistas contra neumólogos (y viceversa)

Por Ismael Sánchez, director editorial y de Comunicación en Sanitaria 2000

Lunes, 05 de octubre de 2015, a las 12:43
Los viejos fantasmas de los periodistas y de los neumólogos se nos aparecieron en las solemnes estancias del Convento de San Francisco de Santo Domingo de la Calzada, en La Rioja. Los primeros, pese a que parecieron incisivos y sobrados, volvieron a manifestar el eterno complejo de la profesión, de no ser cabalmente reconocida. Los segundos encajaron escandalizados los golpes, con ese temblor inconfundible, que más les provoca un redactor de provincias que los miles de asistentes a cualquier congreso científico. El diálogo, encendido y apasionado, terminó en un armisticio que apunta al mutuo entendimiento como único camino para que la Neumología siga el rastro de otras especialidades médicas más célebres.

Más que periodistas -salvo nuestra Sandra Melgarejo, que no se apartó ni un milímetro de su fuerte, la especialización, que es también el de Redacción Médica y el de Sanitaria 2000-, los convocados a una de las actividades más interesantes de XV Encuentro Global de Neumología son comunicadores de peso, con trayectorias visibles y reconocidas, aunque con la inquietud permanente que genera la cuenta de resultados de sus empresas. Claro que los neumólogos comunican mal, pero quizá no había necesidad de ser tan franco como Esteban Bravo, salvo para identificar una oportunidad pintiparada para Cícero Comunicación. Lo cual, dicho sea de paso, es totalmente legítimo.

Más estratega, aunque también más previsible que Bravo, se mostró un Julián Zabala de vuelta de mil batallas farmacéuticas, displicente con la táctica y aburrido de la cortedad de miras del día a día. Falta fijar una estrategia en la comunicación, dijo, aunque este es un mal que aqueja no solo a la neumología, sino a la sanidad entera, y seguramente a otros muchos sectores productivos.

Pedro Cano intentó tender puentes, sabedor de que la distancia y la desconfianza entre colectivos se iba ampliando: “El médico es un buen portavoz, pero necesita formarse”, apostilló. Para entonces, los neumólogos ya tenían afilados sus argumentos, para lanzarlos como réplicas hirientes a esos periodistas que parecían simbolizar, paradójicamente, el principio y el fin de los problemas.

“Ustedes también tienen responsabilidad”, acusó Ramón Agüero, del Hospital Marqués de Valdecilla. “El médico no ha perdido respeto entre la sociedad. Es la sociedad la que ha perdido respeto hacia todo”, generalizó Carlos Villasante, de La Paz. “Vais salvajemente a por un titular, no os importa nada más”, clamó Pilar González Serrano, del Gregorio Marañón. Las culpas de una situación que no satisface a nadie comenzaron a diseminarse por la sala, en un carrusel de reproches mutuos que definieron la inquietud de dos profesiones que, en el fondo, quieren ser mejores y más reconocidas.

Joan Soriano, de La Princesa, se aventuró a cruzar el puente trazado por Cano: “Denme un plan concreto de comunicación, con presupuesto y todo”, desafió. Y el consejero delegado de Berbés, rápido de reflejos, enlazó unas cuantas e interesantes propuestas, “cuyo precio nunca puede ser fijo”, precisó Bravo, escondiendo hábilmente una de las máximas de la comunicación: no hay presupuestos, sino convencimientos (cuesten lo que cuesten).

Al final, los neumólogos, apaciguados por un portavoz de reconocido éxito como José Miguel Rodríguez González-Moro, hasta aceptaron unánimemente que hay que invertir más en comunicación, lo que cambió los semblantes de los periodistas empresarios, felices por su consideración y también por su (hipotética) ganancia.

Ocurre con los abogados, y nadie se rasga las vestiduras: el alcance legal de la medicina es cada vez más evidente, y por extensión, natural. ¿Por qué no puede ocurrir lo mismo con la comunicación? Estamos en ello, al menos en la Neumología, donde estos pequeños encontronazos narrados solo pueden ser la continuación de una obligada relación de entendimiento que beneficie a ambos colectivos.