Ismael Sánchez. Plasencia.
Tradición, generalización o simple maldad, o las tres circunstancias a la vez, lo cierto es que Extremadura siempre ha estado en una posición discreta, cuando no directamente secundaria, en la comparación interautonómica. Y esto ha ocurrido también en la sanidad. No parece que la cosa se vaya a prolongar mucho, porque hay un director gerente que tiene
la suficiente determinación y el demostrado convencimiento de que la situación debe cambiar. Es
Joaquín García Guerrero y con él, el sueño de una sanidad extremeña entre las punteras del Sistema Nacional de Salud es más posible.
Sala del Parador de Plasencia donde se ha celebrado el Encuentro de Directivos de la Salud de Extremadura.
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El
líder del Servicio Extremeño de Salud está harto de estar a la cola. Y ve posibilidad y capacidad de que sus directivos impregnen a todo el sistema de un nuevo ánimo, competitivo y exigente, para avanzar en I+D, en e-health, en nuevas tecnologías, en espacio sociosanitario, en gestión clínica… Eso sí, también admite que este nuevo tiempo no será posible sin un
cambio de mentalidad en los profesionales y un decidido rumbo hacia nuevos retos, lejos de la zona de confort en la que no es posible la mejora.
“Soy un liberal”, se ha atrevido a decir García Guerrero ante sus directivos, para razonar que no está de acuerdo en un horario fijo, establecido e inmutable, y que es más partidario de la introducción de
cierta flexibilidad en busca del resultado asistencial, más que la mera acumulación de horas trabajadas.
Su conferencia de clausura, en la que ha introducido referencias filosóficas y políticas, ha servido para conocer una de sus obsesiones:
“Conseguir que la gente no se muera en los hospitales”. En esto es partidario de volver al pasado, cuando se moría tan a gusto en casa, o al menos, habilitar dispositivos para este trance, como bien pudieran ser las residencias sociosanitarias. Y su justificación ha sido puramente económica: no es razonable invertir horas y horas de estancia hospitalaria en pacientes terminales con los que nada se puede hacer. Esos recursos se podrían utilizar mejor en curar, de verdad, a otros, ha venido a decir.
Partidario de la profesionalización del directivo y de la estabilidad de su trabajo, no importa los cambios de gobierno que haya, García Guerrero se ha unido, imaginamos que infructuosamente, al coro de voces que, desde tiempo inmemorial, piden en nuestro país un
pacto por la sanidad. Y se ha referido también al ámbito en donde hay mayor margen de mejora, el de la
microgestión: “En ver cómo se usa el bolígrafo y el bisturí”.
Su presencia en el Encuentro ha sido constante y se ha permitido la licencia de casi arrancar las conclusiones de algunas de las actividades programadas. Así, a los gerentes reunidos en torno a la mesa de la
Gerencia Única, les ha invitado a que admitan que este es un
camino sin retorno, que hay que seguir explorando con todas sus consecuencias y que no habrá marcha atrás posible, porque nadie entendería ahora que, donde ya funcionan juntos, los niveles asistenciales volvieran a separarse.
Incluso en el asunto de las agresiones a los médicos, ha puesto un contrapunto que ha podido parecer casi una provocación, pero que, bien interpretado, tiene su punto de razón. Ante la satisfacción del conferenciante
José Alberto Becerra porque Extremadura dispone de una Ley que convierte a los profesionales en autoridad para intentar blindarle física y anímicamente, García Guerrero ha matizado que
“no es posible estar contento por aprobar una norma así”. A su juicio, es una triste realidad que los partidos extremeños hayan tenido que acordar este texto porque es el reconocimiento de un problema que no debería darse, en modo alguno, en ningún sistema sanitario moderno. Y, sin embargo, sigue ocurriendo.
Próximo el final de la legislatura en Extremadura,
el gerente del SES no cree que su periplo gestor, ni el de sus colaboradores, haya terminado: “Esto no es una despedida. Vamos a seguir trabajando en los próximos meses”. Quién sabe si tomarlo como una profecía del resultado electoral en la región o como un deseo de lo que debería ser el trabajo del directivo en un año plenamente electoral: normalidad y estabilidad, como en cualquier otro ejercicio.