Entre 1999 y 2014 más de 165.000 personas fallecieron en EEUU debido a sobredosis causadas por medicamentos para tratar el dolor basados en opiáceos, según el Centro de Control de Enfermedades de ese país (CDC, por sus siglas en inglés). Por ello, este organismo ha elaborado una guía para que los médicos de Atención Primaria que prescriben este tipo de fármacos lo hagan con las garantías necesarias para salvaguardar la vida de sus pacientes.
Según la CDC el 20 por ciento de los pacientes que acuden al médico con problemas de dolor crónico reciben una prescripción para tratarse con opiáceos. Por ello, el organismo centra la guía en recomendaciones que pueden ser asumidas por los médicos y que pasan por determinar cuándo se debe prescribir o continuar un tratamiento con opiáceos; la dosis, duración e interrupción de tratamientos y las advertencias sobre los riesgos.
Una de los principales consejos que hace la CDC pasa por determinar que “es preferible no usar terapias farmacológicas o basadas en opiáceos para dolores crónicos”. Únicamente en el caso de que los opiáceos sean beneficiosos tanto para el dolor como para la funcionalidad del paciente pueden ser prescritos. Sin embargo, se avisa de que deben ser combinados con terapias no farmacológicas.
Para que la terapia con opiáceos sea efectiva, “los médicos deberán establecer tratamientos con objetivos concretos que marquen el momento de abandonar la terapia farmacológica para evitar riesgos mayores”. En este sentido, apunta a continuar con este tipo de fármacos únicamente cuando “los beneficios superen a los riesgos potenciales”.
Dosificación
Otro de los puntos en los que se centra la guía es en determinar el tipo de dosis que se deben emplear en el tratamiento con opiáceos. En este punto, explica que “se debe prescribir la dosis mínima que sea efectiva”.
En este sentido, también elabora una recomendación en la duración del tratamiento con dolores agudos para evitar que el uso de opiáceos se convierta en una costumbre. Por ello, apunta a que las terapias de “tres días o menos suelen ser suficientes y que más de siete días raramente son necesarios”.
Además, señala que, en el caso de dolores crónicos, los médicos “deberán evaluar el tratamiento entre la primera y la cuarta semana de comenzar el tratamiento”. Para realizar un correcto seguimiento, esta recomendación se traslada a medir cada tres meses la eficacia del tratamiento y, en el caso de que los beneficios no superen a los riesgos, “reducir la dosis o interrumpir el tratamiento”.
Por último, hace una recomendación general para evitar riesgos tales como “revisar si el paciente tiene un historial de adicciones” y tener especial cuidado con poblaciones de riesgo como: mujeres embarazadas, pacientes con insuficiencia renal, mayores de 65 años, personas con problemas mentales.
Para controlar aspectos como el riesgo de combinación con otras drogas, la guía plantea que se hagan controles de orina al inicio del tratamiento y que se repitan una vez al año.
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