Gran parte de los
contagiados por Covid-19 han experimentado una
alteración aguda del sentido del olfato y, de éstos, el 25 por ciento señala que todavía les dura. Síntomas que, según afirma un estudio publicado en
bioRxvi, tienen una explicación y se encuentra en la propia nariz.
Como exponen los autores de la citada investigación -la cual no está revisada por pares-, diferentes informes han establecido que unas células concretas del epitelio olfativo, denominadas
células sustentaculares, se han identificado como un "sitio principal" para infectarse de
SARS-CoV-2. Sin embargo, no sucede lo mismo con las
neuronas sensoriales, las cuales permanecen intactas frente al
coronavirus.
Pero, ¿cuál es la diferencia entre ambas? Según detallan los científicos, las neuronas sensoriales olfativas detectan
olores volátiles a través de receptores olfativos y se reponen después del daño por las
células basales neurogénicas. No obstante, las otras sufren una
anosmia transitoria aguda debido a la disfunción o pérdida de estas células, así como por la inflamación, la cual altera incluso el carácter de la capa de moco que rodea los
cilios neuronales.
Es por esta razón que los expertos concluyen que la reducción de la capacidad olfativa de las células sustentaculares también se asocia con un riesgo elevado de
pérdida de olfato o gusto relacionado con el Covid-19.
¿Por qué la pérdida de olfato por Covid-19 perdura en el tiempo?
Hallada la razón por la cual el SARS-CoV-2 perjudica al
sentido del olfato, ahora queda averiguar qué impide la recuperación para que este trastorno perdure en el tiempo. Para ello, los mismos profesionales informan de que
hay “varias posibilidades” que no se excluyen mutuamente. Se refieren concretamente al
daño epitelial inicial grave que elimina las reservas de células madre basales que, normalmente, se activan para reconstituir el neuroepitelio.
También mencionan la
infiltración del epitelio olfativo por poblaciones de células inmunitarias, como la
neuroinflamación o los
fenómenos autoinmunitarios, así como la
homeostasis a través de alteraciones en la expresión génica u otros medios; y, por último, los mecanismos centrales que provocan
alteraciones en los bulbos olfatorios del cerebro o la corteza olfatoria.
Con todo, los autores advierten de que estos resultados "carecen de mediciones objetivas del olfato". De hecho, alertan de que las muestras se obtuvieron en el contexto de
"una importante intervención médica previa". No obstante, defienden que comprender la fisiopatología de las
secuelas post-agudas de la infección por Covid-19 es "una prioridad mundial". Y, en este sentido, sostienen que esta investigación brinda "información valiosa" sobre los tipos de
células afectadas por este virus.
De este modo, insisten en que este enfoque demuestra que los pacientes con
pérdida persistente del olfato albergan un
infiltrado difuso de células T que afecta a la expresión génica en las células sustentaculares, la cual parece reflejar una respuesta a la señalización inflamatoria, que se acompaña de una
reducción en el número de neuronas sensoriales olfativas en relación con las células de soporte, siendo ésta precisamente la que altera el sentido del olfato.
Por último, reivindican
"nuevos tratamientos eficaces" para la pérdida de olfato y sugieren que se pueden trabajar en las mismas a partir de las ideas aquí aportadas. Además, solicitan un
seguimiento más prolongado de los pacientes con disfunción olfativa de larga duración, ya que proporcionarán conocimientos continuos sobre su etiología y terapia.
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