Parece que el socialista
Pedro Sánchez lo tenía claro desde el día que defendió la
moción de censura contra Mariano Rajoy en el
Congreso de los Diputados: su modelo de Sanidad sería el seguido por la
Consejería de la Comunidad Valenciana. Y así, lo lógico era dar la cartera sanitaria a la consejera valenciana
Carmen Montón.
Por fin una ministra de Sanidad (parece que recupera Consumo y transforma Bienestar Social) que no tiene que empezar de cero para conocer el sector. No sucedía eso casi desde Ana Pastor, teniendo la salvedad de
Bernat Soria, que era investigador, aunque no estaba muy puesto en la gestión del día a día antes de llegar a la sede del Paseo del Prado. El resto (
Elena Salgado, Trinidad Jiménez, Leire Pajín, Ana Mato, Alfonso Alonso y Dolors Montserrat) necesitaron de un tiempo de adaptación más o menos amplio, porque solo Jiménez y Alonso parecieron adaptarse de una forma rápida.
Montón parte con la ventaja de que
está curtida en Consejos Interterritoriales del Sistema Nacional de Salud; que ha vivido en sus propias carnes la falta de financiación que sufre la sanidad (en especial en la Comunidad de la que procede); y que sabe lo que es gobernar en coalición, algo que puede facilitar
negociaciones y pactos (los 84 diputados socialistas obligan a ello). También conoce bien la actividad parlamentaria, y no solo la autonómica; en la nacional se bregó siendo portavoz de Igualdad del PSOE en el Congreso de los Diputados.
Una acusada línea ideológica
Con su elección Sánchez marca además una
línea ideológica muy fuerte. Confirma que
se derogará el Real Decreto 16/2012, el del famoso copago, y se tenderá la mano a la universalidad en la atención sanitaria. También su apuesta es por la gestión directa de los servicios públicos, no en vano Montón ha utilizado como estandarte la reversión de las concesiones hospitalarias en la Comunidad Valenciana, cumpliendo con el mandato del llamado
Pacto del Botánico.
Con estos antecedentes,
la sanidad privada tiene enfrente a la ministra posiblemente más beligerante que podía esperar. El otro nombre barajado para el cargo, el de Rafael Bengoa, tal vez por su carácter más técnico, no lo era tanto, al menos con esa intención tan política.
No pesará tanto la Secretaría General
Con una ministra como Montón, tan política, pero al mismo tiempo conocedora del terreno que pisa, la figura que encabece la
Secretaría General de Sanidad en principio no va a tener tanto peso como cuando los ministros eran aves de paso en busca de mejores destinos. Los
José Martínez Olmos, Pilar Farjas o Rubén Moreno, conocedores del sistema sanitario, se tuvieron que batir el cobre en más de una ocasión ante la inexperiencia de sus primeros espadas.
También habrá que comprobar si su condición de médico puede inclinar la balanza hacia una u otra profesión sanitaria, como ya le pasara y pesara a la propia
Ana Pastor, que tuvo sus más y sus menos con la profesión enfermera por las trabas que pudo poner a que estos profesionales prescribieran.
Montón se encuentra ahora con un Ministerio de Sanidad por reescribir.
Sale oficialmente Montserrat, que desde luego no será recordada por su brillantez en el cargo, sino por estar más pendiente de las consecuencias del 'procés' catalán. La financiación es el primer tema que espera a la valenciana sobre la mesa.
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