No hay evidencia científica, sino solo indicios, para afirmar que
el verano y las altas temperaturas frenen los contagios de coronavirus Covid-19. Es la conclusión de una investigación reciente realizada por
científicos de la Universidad de Alicante, en la que analizan los estudios publicados hasta la fecha que relacionan las condiciones atmosféricas con la
distribución del SARS CoV-2.
La mayor parte de ellos concluyen que el clima influye en la distribución y propagación del Covid-19, concretamente, muchos de ellos indican que
un ambiente fresco y seco es el más idóneo para la expansión del SARS CoV-2. Sin embargo, estos investigadores españoles manifiestan que éstos no tienen unos adecuados diseños de investigación, por lo que
es difícil aislar "de forma fehaciente el efecto genuino de las condiciones atmosféricas en la propagación de la enfermedad".
Por tanto, el estudio, publicado en la revista
Investigaciones Geográficas, concluye que solo existen indicios, no evidencia, de que las condiciones atmosféricas
pueden llegar a explicar una fracción muy limitada de la dinámica espaciotemporal del coronavirus.
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Esta investigación sí que acepta que
los factores ambientales (como el clima) influyen en la distribución de la pandemia y que el vector fundamental para la expansión mundial del coronavirus ha sido el ser humano y su movilidad. Destaca el rol crucial de los principales medios de transporte como mecanismo de propagación a larga distancia; y, por otro lado, cómo
la densidad de población interviene en los contagios directos en la corta distancia.
"Se asume que la distribución geográfica del nuevo coronavirus, de alcance global, es causada directamente por el ser humano el cual, como huésped, ha movilizado el virus por todos los lugares del planeta donde ha sido detectada la Covid-19, protagonizando
mecanismos directos e indirectos de contagio".
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Es "precipitado" decir que el coronavirus se frena con el calor
Los investigadores explican que
el coronavirus está en fase de propagación y es "precipitado, por no decir incorrecto" asumir la hipótesis de que su distribución está en equilibrio con el clima. En consecuencia, los modelos que asuman estas hipótesis de equilibrio
"deben ser puestos en cuarentena en lo que a evidencia científica consistente se refiere".
Lo que parece claro es que en esta fase
hay que fijarse en los modelos epidemiológicos, ya que todavía es "complicado" discernir si las diferencias observadas en la propagación de la enfermedad por zonas geográficas se deben a las
distintas temperaturas y humedades o a otros factores.
Y, en todos los modelos cuyas predicciones se proyecten en el espacio y en el tiempo, hay una premisa fundamental que debe cumplirse en todo caso: la calidad y suficiencia de los datos espacialmente y temporalmente referenciados de partida. "La mayor parte de las investigaciones revisadas
adolecen de la inmediatez de los datos disponibles y de una aplicación de métodos de calibración y evaluación no adecuados a la naturaleza del problema, por lo que generan numerosas incógnitas relacionadas con
la prevalencia real de la enfermedad".
Estos científicos concluyen diciendo que
las futuras líneas de investigación del Covid-19 tienen que despejar estos interrogantes y, en relación con los efectos de las condiciones atmosféricas, estudiar primero y en condiciones controladas el efecto de sus principales elementos (temperatura, humedad) y su importancia en el contexto de los mecanismos de contagio que
producen la propagación del virus y la enfermedad.
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