Son varias las investigaciones que intentan arrojar cierta luz sobre el
futuro incierto de aquellos que han conseguido vencer al coronavirus. Sus
consecuencias perduran una vez se abandona el hospital, especialmente en los casos más graves, y son muchos los que se ven obligados a alargar los tratamientos.
La
neumonía es uno de los efectos más comunes producidos por el
nuevo coronavirus Covid-19 en el cuerpo humano. Los pacientes que experimentan este tipo de infecciones de forma severa, junto a una inflamación prolongada y enfermedades crónicas subyacentes pueden tener más riesgo de
padecer enfermedades futuras como
ataques cardíacos, derrame cerebral y problemas renales.
En 2015, Sachin Yende, epidemióloga y médico de cuidados críticos de la Universidad de Pittsburgh descubrió que el
riesgo de padecer enfermedades cardíacas era 4 veces mayor en las personas con neumonía, tal y como recoge un artículo de la revista
Science. La probabilidad aumentaba también 1,55 veces en los siguientes 9 años.
Las
personas mayores, las más afectadas por el
coronavirus, corren un mayor riesgo de padecer a largo plazo
otro tipo de enfermedades graves o incluso discapacidad, según Sharon Inouye, geriatra de la Escuela de Medicina de Harvard dedicada al cuidado de la tercera edad.
Aunque todavía no hay investigaciones al respecto, las discapacidades derivadas de la
Covid-19 podrían ser similares a las que produce una
neumonía severa. En sus estados más graves, estas infecciones pueden desembocar en un edema pulmonar, cuando el líquido se acumula en las numerosas bolsas de los pulmones y provocar problemas respiratorios a largo plazo. Los estudios, no obstante, muestran como
la mayoría de pacientes recuperados no desarrollan este tipo de secuelas pulmonares.
Atrofia muscular como daño colateral
Las
estancias prolongadas en UCI pueden provocar problemas físicos y mentales a futuro,tal y como explica Dale Needham, médico de cuidados intensivos de la Universidad Johns Hopkins. Las infecciones respiratorias graves obligan a los afectados a pasar
largos períodos de tiempo conectados a respiradores - hasta 2 semanas en ciertos casos de coronavirus-, provocando casos de atrofia muscular y debilidad ante la falta de movilidad.
Por ello se recomienda
mantener en movimiento al enfermo, dentro de lo posible, moviendo con regularidad sus extremidades y fomentando cambios de postura.
Los tratamientos que mantienen a los pacientes
"lo más lúcidos y móviles posibles", especialmente durante la enfermedad, ayudan a mitigar las secuelas a largo plazo. Sin embargo, el colapso de los servicios sanitarios y la naturaleza infecciosa del virus impiden, en muchos casos, la realización de estas prácticas.
"Nos ha costado mucho mejorar los tratamientos en la atención geriátrica de los hospitales y las UCI y veo que todo eso se ha erosionado durante esta crisis", lamenta Inouye.
Para Lauren Ferrante, médico pulmonar en la Escuela de Medicina de Yale, el principal problema a corto plazo pasa por
averiguar cómo "ayudar a todas esas personas a recuperarse". La falta de personal ha hecho que se reduzcan los fisioterapeutas disponibles y son muchos los supervivientes que tienen que esperar varias semanas, hasta dan negativo en
Covid-19 para poder acudir a rehabilitación.
Aumento de los problemas mentales derivados del Covid-19
A las secuelas físicas habría que sumar los
efectos psicológicos que puede desencadenar el estrés generado por esta enfermedad en los pacientes recuperados. Los profesionales prevén un
aumento importante de los problemas de salud mental una vez pase la crisis. Casos de ansiedad, depresión e incluso trastorno de estrés postraumático. Un
estudio anterior, reveló que un tercio de las personas hospitalizadas por
SARS habían desarrollado síntomas moderados o severos de depresión un año después de superar la enfermedad.
Otra de las repercusiones que puede causar la hospitalización es el
delirio o síndrome confusional agudo (SCA), que puede conducir a alteraciones cognitivas a a largo plazo, tales como problemas de memoria. Médicos como E. Wesley Ely, sospechan que
el coronavirus podría tener una implicación directa sobre el cerebro. La inflamación que causa el Covid-19 en todo el cuerpo puede limitar el flujo sanguíneo que llega al cerebro y matar "células cerebrales", aclara este neumólogo de la Universidad de Vaderbilt.
Ely afirma que los
calmantes que se suelen recetar para la tos o para reducir la
angustia y la incomodidad provocada por los tubos de respiración, incrementan por otro lado el riesgo de padecer este tipo de problemas psicológicos. "A medida que los hospitales se quedan cortos con los sedantes más utilizados, recurren a las benzodiacepinas que pueden causar delirio intenso y prolongado", advierte.
En los últimos 20 años, Ely y su equipo han desarrollado un protocolo para reducir la dependencia de dichos fármacos y ayudar al paciente a tolerar la respiración asistida sin tener que recurrir a ellos.
Secuelas emocionales de los sanitarios
"¿Podríamos tomarnos 2 minutos para tratar de calmarlos, estar allí con ellos, sostener su mano y acariciar su brazo?", se plantea Inouye. La profesional hace referencia especialmente a aquellos pacientes que son sedados debidos a su estado de agitación.
Los sanitarios también sufren directamente las
consecuencias de la pandemia a nivel psicológico. "Al principio me molestaba mucho oír hablar del racionamiento de ventiladores", reconoce Inouye. Al enterarse de un
brote de Covid-19 en el centro donde se encontraba su madre de 91 años, sin embargo, pidió al personal del hospital que, si enfermaba, reservaran su respirador para otro paciente. Ante la
escasez de equipos de asistencia respiratoria, "creo que debemos ir caso por caso, tenemos que atender los deseos de esa persona y los de su familia", considera.
Aunque pueda contener afirmaciones, datos o apuntes procedentes de instituciones o profesionales sanitarios, la información contenida en Redacción Médica está editada y elaborada por periodistas. Recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.