La química
Laura M. Lechuga, jefa de grupo del
Ciber-BBN e investigadora del
Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), lidera y coordina en el
Institut Català de Nanociència i Nanotecnologia (ICN2) uno de los proyectos seleccionados en la convocatoria de la
Comisión Europea para avanzar en los conocimientos sobre el virus del Covid-19 y su impacto sobre las personas infectadas.
Su análisis de lo sucedido se una ahora a '
Lecciones del Covid-19', el documento impulsado por
Redacción Médica para colaborar en la transformación del
Sistema Nacional de Salud y evitar así crisis similares futuras.
¿Cuáles son los aciertos y errores que considera que se han cometido durante esta crisis?
Desde el entorno científico, los principales aciertos han sido la gran y excelente respuesta e intensa dedicación de una gran parte de la comunidad científica internacional que desde una perspectiva multidisciplinar han intentado aportar su talento y formación para avanzar a pasos agigantados en el conocimiento de este nuevo virus SARS-CoV-2, la enfermedad que genera, Covid-19 y en dar respuestas para enfrentarnos a la infección.
Es la primera vez que se produce esta colaboración científica sin precedentes en la lucha frente a un mismo objetivo.
La comunidad científica está muy acostumbrada a la colaboración internacional, pero esta crisis ha impulsado de forma exponencial esta colaboración y cohesión.
La rápida movilización de fondos y recursos disponibles para los científicos también ha sido (y sigue siendo) impresionante durante esta crisis. La pandemia ha puesto delante de los ojos de toda la humanidad que los mayores valores de nuestra sociedad radican en el conocimiento, la formación, la ciencia y la investigación para hacer frente a un problema de estas dimensiones que desgraciadamente puede llegar a repetirse en el futuro.
Como principales errores, destacar la desconexión entre el mundo científico y el político, que se ha puesto claramente de manifiesto en el retraso en las primeras tomas de decisiones. En particular en nuestro país
es llamativo que ni siquiera contáramos a nivel nacional con un comité de máximos expertos científicos independientes que asesoren al gobierno para cualquier tema que necesiten y en particular durante la aparición de una crisis repentina como ha sido esta.
"La crisis ha puesto de manifiesto la debilidad de nuestro sistema de transferencia de tecnología"
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Por otra parte, para una correcta investigación científica es fundamental tener acceso a una gran cantidad de datos (sanitarios, epidemiológicos, etc.) que se están produciendo cada día y a las muestras de pacientes en todos los estadios. Pero el tremendo impacto de la pandemia, la urgencia de las actuaciones y la desconexión entre diversos ámbitos y actores, ha provocado que lamentablemente esto no haya estado todo lo bien coordinado que hubiera sido deseable, ralentizando la investigación científica.
La crisis también ha puesto de manifiesto la debilidad de nuestro sistema de transferencia de tecnología, que no es capaz de poner en valor los logros de la investigación científica.
Nos ha encontrado totalmente desprovistos de tecnologías de diagnóstico suficientemente maduras, producción de materiales y equipos a escala industrial, lo que ha evidenciado nuestra gran dependencia tecnológica externa.
Ante una crisis similar futura, ¿qué medidas deberían adoptarse ya de forma preventiva en cuanto a recursos humanos, recursos materiales, y gestión / organización?
Evidentemente necesitamos una completa reorganización del sistema científico y tecnológico a nivel nacional y autonómico para poder estar adecuadamente preparados ante una nueva fatalidad. Esta reorganización o “nueva realidad” en materia científico-tecnológica tiene que abarcar todos los aspectos, pero lo fundamental es que antes de emprender estas medidas, exista un convencimiento real por parte de los políticos y la sociedad en general, del valor de la ciencia y el conocimiento como motor de innovación y progreso para un país.
Es indudable que necesitamos una decidida inversión en ciencia tanto a nivel de recursos humanos como materiales, y un cambio drástico en la organización y gestión de la ciencia, que provoca que
nuestros científicos inviertan la mayor parte de su valioso tiempo en peticiones de financiación, recursos humanos y farragosas justificaciones administrativas, que poco tienen que ver con la investigación científica.
Me consta que el Ministerio de Ciencia e Innovación ya está estudiando de forma urgente cuales podrían ser esas medidas que deberían adoptarse para preparar a nuestro sistema de ciencia y tecnología para afrontar un futuro donde la ciencia debe tener un papel mucho más preponderante.
¿Qué podría haber aportado el entorno de la investigación que no haya podido hacer por la premura en el estallido de la crisis?
El entorno científico ya había advertido reiteradas veces de la posibilidad de una pandemia de este tipo y había propuesto medidas a abordar, como por ejemplo incrementar las labores de vigilancia en los animales huéspedes de los coronavirus, controlar y regular los mercados de animales vivos y otras medidas relacionadas, pero desgraciadamente la financiación y el interés siempre fueron bajos en todos los países. El entorno científico también ha advertido numerosas veces del deterioro medioambiental y la destrucción de hábitats, cuyas consecuencias estamos viviendo ahora y posiblemente vivamos de nuevo en un futuro cercano. Por tanto, el entorno científico había aportado y seguirá haciéndolo, su conocimiento y sus estudios rigurosos para advertir de los peligros que nos acechan, pero es evidente que hasta ahora
la conexión entre el asesoramiento científico y las políticas de los gobiernos es sumamente débil, no solamente en nuestro país sino también a nivel internacional.
Posiblemente, a nivel nacional, nuestro sistema científico podría haber dado una respuesta más rápida si hubiera sido mucho más robusto y competitivo y no encontrase tan debilitado debido a los numerosos recortes sufridos desde la anterior crisis y a la falta de reemplazo del personal investigador, cuya media de edad es alarmantemente alta en nuestro país. Se ha puesto en evidencia que
nuestro entorno de investigación, aunque está nutrido de mucho talento, no lo está tanto en medios, infraestructuras y tecnologías de desarrollo propias, por lo que su aportación está siendo más limitada. De hecho, con muy pocas excepciones, la mayoría de centros de investigación y universidades han parado su actividad investigadora presencial durante el estado de alarma, lo que ha ralentizado una mayor involucración de este sector en la crisis.
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