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"Nada en salud y sanidad debe ser igual a partir de ahora"

El catedrático Ildefonso Hernández, exdirector general de Salud Pública, se une a 'Lecciones del Covid-19'

Ildefonso Hernández Aguado, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Miguel Hernández.

18 may 2020. 12.00H
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Ildefonso Hernández Aguado es catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública y director del Departamento de Salud Pública, Historia de la Ciencia y Ginecología de la Universidad Miguel Hernández, en Elche, y doctor en Gobierno y Administración Pública por la Universidad Complutense de Madrid.

Es presidente del Comité de Políticas de la Federación Mundial de Asociaciones de Salud Pública y exdirector general de Salud Pública del Ministerio de Sanidad (2008-2011), donde dirigió la preparación de la Ley General de Salud Pública y la Ley de Prevención del Tabaquismo Pasivo. Desde esta responsabilidad también lideró la preparación de la estrategia española sobre los determinantes sociales de la salud con la publicación del informe 'Hacia la equidad y la salud: monitorización de los determinantes sociales de la salud y la reducción de las desigualdades en salud'.

Fue miembro del Comité Permanente del Comité Regional para Europa (OMS) y del Consejo de Administración del Centro Europeo para el Control de Enfermedades. Ha sido presidente de la Sociedad Española de Epidemiología (2002-2006) y de la Sociedad Española de Salud Pública (2013-2015).

Ahora une la perspectiva que le ha dado esta trayectoria a 'Lecciones del Covid-19 (qué ha aprendido el sector sanitario español ante la pandemia)', el documento impulsado por Redacción Médica.


¿Cuáles son los aciertos y errores que considera que se han cometido durante esta crisis?

Parte de los aciertos y errores ante una pandemia se comenten antes. La evaluación solvente de la gestión de una pandemia activa cuyo desenlace está aún lejos, debe hacerse cuando la información sea completa y aplicando procedimientos estandarizados de evaluación de políticas de salud. De los aciertos previos, destacaría la formación y calidad de los profesionales sanitarios, España cuenta con profesionales de alto nivel, un capital humano que debe cuidarse en todos los sentidos. Por ejemplo, formación de grado y postgrado incluyendo la especialización es una cuestión estratégica que requiere atención continuada para mantener o mejorar los estándares. De los errores destacaría el incumplimiento pertinaz de la Ley general de Salud Pública. Cabe recordar que esta ley tenía previsiones sobre vigilancia en salud pública, sobre planes de preparación y respuesta, sobre un Centro Estatal de Salud Pública, etc. Los desarrollos reglamentarios no realizados podrían haber configurado una salud pública estatal con vigor suficiente para haber preparado una respuesta más efectiva.


Ante una crisis similar futura, ¿qué medidas deberían adoptarse ya de forma preventiva en cuanto a recursos humanos, recursos materiales, y gestión / organización?

Cabe aprovechar la capacidad mostrada por los propios sanitarios y por el sistema. Con la crisis hemos comprobado que hay capacidad de respuesta y adaptación, ha habido adaptación de unidades, cambio de roles clínicos, agilización de procedimientos administrativos, cambios en las formas de relación y en los flujos de pacientes, etc. Esa flexibilidad demostrada en algunas organizaciones que hasta ahora se mostraban rígidas e incapaces de cualquier innovación, no sólo debe permanecer, sino que debe acentuarse.

Muchos servicios de Atención Primaria y de Salud Pública se han distinguido en la capacidad de adecuarse con rapidez a las exigencias de la situación. Hemos sido testigos de que se pueden reorganizar servicios de forma eficiente y reducir acciones sanitarias de bajo o nulo valor.

En términos generales, debemos eliminar el exceso de utilización inadecuada, la sobreutilización y la infrautilización, apostando siempre por las intervenciones de alto valor y reducir la brecha entre la eficacia (lo que idealmente podría conseguirse) y la efectividad (lo que realmente se está consiguiendo).

Estamos ante una ocasión para replantearse el funcionamiento del sistema de salud, debemos tender a una forma de organización y gestión que libere a un sistema de alto valor de conocimiento e innovación y que ha mostrado iniciativa y capacidad de respuesta de las cinchas regulatorias y de otro cariz que le envuelven y pueda aprovecharse el caudal de capacidad demostrada.

No volvamos a la rigidez y la rutina, nada debe ser igual a partir de ahora en el sistema de salud. La autonomía y la compensación por calidad, pueden ser instrumentos adecuados. También y en ese camino, el rediseño de la formación para que favorezca la permeabilización entre áreas de trabajo sanitario y entre especialidades será imprescindible. De esta forma puede conseguirse un sistema sea capaz de desplegar actividades ante una demanda inmediata sea esta de camas de UCI, sea de atención quirúrgica a catástrofes varias.

Respecto a los recursos materiales, cabe adoptar decisiones estratégicas que propicien capacidad tecnológica y producción cercanas con un intercambio fluido entre la práctica real y la innovación. La agenda de innovación tecnológica debería acercarse a las necesidades reales del sistema de salud, ofreciendo soluciones de alto valor y reduciendo supuestas mejoras prescindibles.


¿Qué podría haber aportado el entorno de la Salud Pública que no haya podido hacer por la premura en el estallido de la crisis?

La Salud Pública es la que mejor maneja los tiempos preventivos y, si tiene recursos y una organización bien articulada, podría haber facilitado la respuesta. Es decir, la Salud Pública tiene la capacidad de anticipación, preparación y respuesta y puede preparar el sistema de salud para todo tipo de contingencias.

Sin embargo, España no aprovecha sus capacidades técnicas y científicas de salud pública. El Ministerio ha sido siempre reticente a que representantes de las comunidades autónomas –también son estado- colaboraren en nuestra representación internacional, gestionamos mal nuestra presencia en las instituciones y en las agencias europeas y globales relacionadas con la salud. Una buena conexión internacional desde un Centro Estatal de Salud Pública coordinado horizontalmente con las comunidades autónomas y con las instituciones científicas y universidades hubiese permitido, además de disponer de planes trabajados mediante simulaciones para responder a emergencias sanitarias, aportar con celeridad asesoramiento y recomendaciones científico técnicas para gestionar la pandemia.

Aparte de las capacidades mencionadas, hay que resaltar que la precariedad actual de la salud pública impedía que sus servicios pudiesen realizar tareas de contención (identificación y seguimientos de casos) cuando la pandemia alcanzaba más de 100 casos. Una Salud Pública vigorosa, probablemente habría dado una respuesta de más calidad y habría dado más tiempo para reaccionar.


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