Un reciente estudio del grupo de trabajo
Covid-19 del
Centro de Modelización Matemática de Enfermedades Infecciosas del Reino Unido señala que
en torno al 80 por ciento de los contagios secundarios de coronavirus son producidos por una mínima fracción de infectados, pues apenas suponen el 10 por ciento del total, y que son conocidos como supercontagiadores.
Por este motivo, esta investigación, que está pendiente de revisión de pares, sugiere centrar los esfuerzos para frenar la pandemia en este tipo de contagiados. Como la mayoría de los individuos infectados “no contribuyen a la expansión de una epidemia”,
el número de reproducción efectiva (R0) “podría reducirse drásticamente evitando eventos de superpropagación relativamente raros”.
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De este modo, los investigadores sugieren que países con
índices bajos de transmisión local podrían presentar cifras superiores de casos a lo que se supondría debido a la presencia e supercontagiadores.
Qué son los supercontagiadores y el factor K
La London School of Hygiene & Tropical Medicine ha detectado diferentes casos evidentes de supercontagiador. Por ejemplo, en dormitorios para inmigrantes con 800 casos (Singapur), en festivales de música en vivo con 80 (Osaka) y en clases de zumba con 65 casos (Corea del Sur), pero también en cruceros marítimos, residencias de la tercera edad, plantas de procesado de carne, estaciones de esquí, etc. En estos casos,
una sola persona ha infectado a docenas y han aparecido otros supercontagiadores tras varias generaciones de diseminación, en múltiples lugares.
Si la epidemia de China fue un gran fuego que mandaba brasas alrededor del mundo, la mayoría simplemente se apagaron
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Por ello, los científicos, además del R0, utilizan
el factor de “sobredispersión” K, que describe si una enfermedad es capaz de producir ‘clusters’ o conjunto de supercontagiadores. Si la dispersión del número de casos secundarios es bajo (k<<1), un pequeño número será el responsable de
un número desproporcionado de casos secundarios, mientras que un alto número de ellos no transmitirá el patógeno.
A la inversa, una baja dispersión daría lugar a
un crecimiento de la epidemia más constante, con más homogeneidad en el número de casos secundarios por cada caso índice, según un artículo publicado en la revista científica Science.
Por ejemplo,
el SARS -donde jugaron un papel determinante los superdiseminadores- tenía una k de 0.16, el MERS de 0.25 y la gripe pandémica de 2018 de 1 -indicativo de que los clusters jugaron un papel secundario. Las estimaciones del factor k para el SARS-CoV-2 difieren según autores. Científicos de la Universidad de Berna concluyeron, tras simular diferentes combinaciones de Ro y k en relación a lo que realmente ha ocurrido en la epidemia de China, que el valor de k era ligeramente mayor que para el SARS y el MERS. No obstante, otro autor, Adam Kucharsky, propugna una k tan baja como de 0.1, lo que implicaría que
cerca del 10 por ciento de los casos dan lugar al 80 por ciento de las transmisiones.
Por qué algunos contagiados infectan más que otros
Todo lo anterior podría explicar algunos aspectos confusos de esta pandemia, incluyendo el por qué el virus no “llegó a todo el mundo” inmediatamente después de que emergiera en China, y por qué algunos de los casos muy iniciales, como en Francia a finales de 2019, aparentemente, no generaron una epidemia mayor. Si realmente la k es de 0.1, la mayoría de las cadenas de infección morirían por ellas mismas y el SARS-CoV-2 necesitaría introducirse en un país nuevo sin ser detectado al menos cuatro veces para tener alguna probabilidad de establecer una transmisión efectiva: “si la epidemia de China fue un gran fuego que mandaba brasas alrededor del mundo, la mayoría simplemente se apagaron”.
Además, las características de los individuos también juegan un importante papel. Algunos excretan más virus y por más tiempo que otros, quizás por diferencias en el sistema inmune o por cómo se distribuyen los receptores víricos en su cuerpo. Al respirar, asimismo, algunos pueden expulsar al aire muchas más partículas que otros: las personas pueden expulsar mayor cantidad de virus al cantar que cuando hablan, lo que podría explicar el brote que abría esta entrega. El comportamiento también juega un papel decisivo, ya que tener muchos contactos sociales o no lavarse las manos facilitaría la transmisión del virus.
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