Jesús Vicioso Hoyo. Madrid
Cuando recibió la cartera de la mano de Ana Mato dijo que llegaba a Sanidad con el “compromiso de trabajo”. Y pese a encontrarse en la recta final de la legislatura, Alfonso Alonso ha intentado al máximo cumplir su palabra con una de las agendas más intensas de todo el Ejecutivo de Mariano Rajoy. Cien días después, ya tiene bajo el brazo un hito, como es el plan de la hepatitis C, pero sigue con retos por delante.
Alfonso Alonso, ministro de Sanidad.
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La herencia de su predecesora era, cuanto menos, compleja. La crisis del ébola todavía estaba muy presente cuando entró, el 3 de diciembre de 2014, y en el sector había incluso amenazas de romper con el ministerio, como en el caso de Enfermería. A esto se le sumó que, nada más llegar, el exportavoz del PP en el Congreso de los Diputados se encontró con un frente que crecía exponencialmente cada día pasaba como miembro del Gobierno: la hepatitis C.
Y es aquí donde reside el mayor logro cosechado en sus poco más de tres meses de ministro: gestar la redacción del Plan Estratégico Nacional para el Abordaje de la Hepatitis C, apoyándose en científicos de relevancia, con Joan Rodés a la cabeza. Ha puesto orden, y números, en un asunto que estaba desgastando al Gobierno y, para ello, incluso ha hecho valer su influencia en el Ejecutivo al tirar de Hacienda para alejar el miedo de las comunidades a cómo pagar los tratamientos.
De puertas para dentro, el primer paso del plan ha sido todo un hito del que hasta están pendientes otros países, sobre todo europeos. Y si bien la primera etapa siempre es la más complicada, velar porque la estrategia se cumpla será, a la postre, su principal reto.
Restablecer las relaciones con el sector
Delicada también era la situación con los profesionales y en su restablecimiento también se ha afanado. Alonso alejó la amenaza de ruptura que habían planteado representantes, como por ejemplo los de Enfermería, ante la patente insatisfacción por el “incumplimiento” de los pactos firmados ante Rajoy.
Sin embargo, y siguiendo con el ejemplo, ha conseguido darle la vuelta a las relaciones con los enfermeros. Pero también ha impedido, poniendo toda la carne en el asador, que se fraguasen fotos parciales como en la reciente constitución del Foro de las Profesiones Sanitarias. El órgano, que era una demanda de los integrantes, estuvo a punto de nacer cojo: los médicos aceptaron ir a última hora tras aceptar sus dos exigencias, la del reglamento del órgano y la de las fechas para el desarrollo de la gestión clínica. Finalmente, logró su apoyo. Eso sí: ya sabe que tiene que seguir avanzando con todo el sector, como otro gran reto, en cuanto al desarrollo de los pactos acordados si desea mantener la calma en este aspecto.
La varicela entra en su agenda
Por si fuera poco, en su haber hay hasta rectificaciones más que relevantes: ha hecho que su Gobierno reculase en torno al copago hospitalario (“Fue un error, lo admito”), aunque lo último en llegar a su agenda ha sido un asunto heredado de la etapa de Pilar Farjas al frente de la Secretaría General de Sanidad: la vacuna de la varicela.
Aunque la polémica se redujo mientras Alonso se instalaba en su departamento y ponía a Rubén Moreno como su ‘número dos’, lo cierto es que desde hace unos días la demanda de que la inoculación regrese a las farmacias es más que palpable, lo que ha hecho que hasta se tenga que pronunciar públicamente en varias ocasiones. El ministro reconoce que hay una dicotomía entre pediatras y epidemiólogos y que hay que buscar un consenso científico, porque los primeros junto con las familias lo demandan sin fisuras. Solucionarlo está en su lista de tareas pendientes.
La reputación de la ‘jefatura’ de la Sanidad se recupera
En definitiva, Alonso ha conseguido en solo cien días remontar la reputación del jefe de la Sanidad española al colocarse como el tercer ministro más valorado por los españoles, cuando Mato era abonada perpetua a los puestos de cierre. Es decir, que cumple los cien días con nota y logros, pero al mismo tiempo que la cuenta atrás para el final de la legislatura se escucha con mayor fuerza.
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