Horas y horas jugando al Cheminova y un documental de La 2 marcarían en el porvenir profesional de Carmen Ayuso, convertida dos décadas después en un
referente en la investigación sanitaria nacional como directora del Instituto de la
Fundación Jiménez Díaz y en una testigo fehaciente de los enormes avances conseguidos en el mundo de la
genómica.
Cuenta que, en sus inicios, era el lápiz y el papel lo que se utilizaba para trazar el árbol genealógico de un paciente. Ahora es la
tecnología la que se encarga de indagar en nuestro legado biológico para conseguir tratamientos cada vez más eficaces y personalizados con la
perspectiva de género siempre presente, incluso desde el minuto cero de un estudio. Este sería, de hecho, uno de los pasos que deberíamos dar en su opinión, para avanzar hacia una sociedad más
consciente de las desigualdades, conciliadora y sin límites para las mujeres sanitarias, como explica en esta entrevista realizada para el pódcast
'Líderes Sanitarias'.
La investigación ha sido una constante casi desde el principio en su vida profesional. Un recorrido en ascenso que ha ido pasando por diferentes escalones, cargos de responsabilidad en comités y en sociedades del sector en estas últimas dos décadas, hasta ser nombrada directora del Instituto de Investigación Sanitaria de la Fundación Jiménez Díaz. Si tuviera que escribir su experiencia, ¿cuáles diría que han sido las mayores pruebas que has tenido que pasar para llegar a este cargo?
Creo que ha habido varios hitos en mi vida profesional que me han supuesto cierta dificultad, pero nunca algo especialmente duro. Las experiencias más duras que he tenido tienen que ver con la relación con las personas más que con los objetivos puramente profesionales, porque lo profesional uno lo consigue a base de esfuerzo y de tenacidad. Si te pones objetivos realistas, un poquito ambiciosos siempre para tensionarte, pues con esfuerzo, con trabajo y con constancia se pueden conseguir. Yo en eso he procurado ser bastante realista, medir mis fuerzas, pero a veces uno se encuentra en el desarrollo de su trabajo con obstáculos en las relaciones con las personas, bien porque uno mismo no es capaz de llegar a la cabeza o al corazón de personas con las cuales colaboras o porque no hay química. Eso me ha ocurrido muy poquitas veces, pero cuando me ha ocurrido me ha producido especial dificultad y eso es lo que yo recuerdo como experiencias difíciles o dolorosas en lo profesional. De lo que me siento, al revés, más contenta, es de haber elegido la profesión de médico en el sentido más amplio de la palabra, que en mi caso, por haberme dedicado a este ejercicio aquí en la Fundación Jiménez Díaz, me ha permitido desarrollar tres aspectos muy importantes: el cuidado de las personas, la asistencia sanitaria, la investigación a la cual hacía hecho referencia, la formación o docencia, y en las últimas etapas, como comentaba, la gestión. O sea que ha sido un trabajo muy pleno, muy bonito y muy interesante. Y cada día, cuando me levanto, me alegro de haber tomado la decisión de ser médico.
¿Cuando se produjo esa decisión, cuando se unió el nombre de Carmen al de facultativa?
Pues yo quise ser médico desde que era preadolescente, ya tenía claro que me gustaba. Mi padre me decía que siendo muy pequeña yo decía que me gustaba estudiar el cuerpo humano. Tuve regalos típicos de todos los niños: muñecas, construcciones, muchos libros... Siempre me ha gustado muchísimo leer, pero también me regalaron un Cheminova, un microscopio, aquellas cosas de anatomía. Y a mí aquello me gustaba, me resultaba muy muy interesante el conocimiento de lo que somos como seres vivos.
Es cierto que ya desde el MIR tuvo muy claro que su camino era la genética. ¿Hay algo que le impulsó a escoger en concreto esta especialidad? ¿Qué es lo que le atrae de esta área?
Me preparaba para el MIR justo en un momento coyuntural que para mí fue providencial, la verdad, porque me pude presentar a la última convocatoria del MIR de la Fundación Jiménez Díaz separadamente y luego ya lo hice en la convocatoria nacional. Yo ya tenía claro desde mis etapas de estudiante de Medicina que me gustaba aunar la asistencia sanitaria con la investigación, con el conocimiento. No quería hacer asistencia pura y dura. Y entonces siempre pensé en especialidades que combinaran ambas cosas. La Oncología, por ejemplo, o la Inmunología. Pensé en esas especialidades. Lo cuento siempre, porque para mí fue, ya le digo, providencial. Estaba viendo un documental de La 2 en blanco y negro - para que se haga una idea de los años que hace- y salió el que fue luego mi tutor, mi mentor, mi maestro, el profesor Sánchez Cascos, que era un cardiólogo que trabajaba aquí. Y empezó a hablar de las cardiopatías congénitas, de la aproximación desde el punto de vista del conocimiento y clínico de las cardiopatías. Y entonces yo pensé "Quiero hacer eso". Salió una única plaza aquí, me presenté y yo no había estudiado en la Universidad Autónoma sino en la Complutense. Me presenté, saqué la plaza y fue maravilloso. En aquel momento yo hice, a pesar de todo, el examen MIR de la convocatoria nacional, para poder irme a lo que entonces era el Centro Oncológico o el Hospital de Oncología, porque aquí la exigencia de horario era muy dura, era un horario de mañana y tarde, jornada continuada. Yo entonces tenía dos niños pequeños, tuve un tercero aquí y conciliar era francamente problemático y difícil. Pero bueno, yo optaba sólo por una plaza en la convocatoria nacional. Era esa la que yo hubiera cambiado por la que tenía y afortunadamente no la conseguí. Digo afortunadamente porque tuve suerte de poderme quedar aquí.
¿Cómo fue trabajar en un campo como la genética en los 80 y los 90? ¿Había limitaciones?
Aquí nunca he tenido yo sensación de limitaciones, nunca he tenido esa sensación. En esta institución la limitación era el propio esfuerzo. Al tener una gestión privada, eso te pone objetivos que tienen que ver con tu propio rendimiento. Tú te pones tus límites en el sentido de que los recursos son limitados y hay que ser realista. Yo siempre he sido muy pragmática, nunca me he puesto, te lo he dicho al principio, objetivos que no pudiera cumplir, con lo cual tampoco mi ambición era desmedida. Pero aquí tenía colmadas todas mis aspiraciones desde el minuto uno, que era residente de primer año. Mi mentor, el profesor Sánchez Cascos, me dijo que yo tenía que escribir la tesis. Entonces me puso ese objetivo añadido. Por tanto, eso ya dependía de mis fuerzas. Teníamos muchas limitaciones, digamos, de conocimiento. Entonces no se conocía el genoma humano ni soñábamos con poder ir a estudiarlo como lo hacemos hoy en día. Trabajamos con lápiz y papel, haciendo el árbol genealógico de los pacientes. Nuestra herramienta terapéutica era y todavía sigue siendo, la comunicación con el paciente. Con lo cual se desarrollan también unas habilidades muy especiales que en la relación médico- paciente son tan importantes. Y en cuanto al conocimiento, pues básicamente trabajábamos con el microscopio y una aproximación experimental o analítica que era estudiar los cromosomas. Pero eso también nos daba una dimensión. En realidad estábamos viendo el genoma completo cuando hacemos un cariotipo, lo que pasa es que la resolución es muy pequeñita, veíamos errores muy de bulto, una trísommia 21, una monosomía X, pero la verdad es que eso nos daba una dimensión muy interesante. Nos obligaba a explicar constantemente en lenguaje común a nuestros propios compañeros, qué era lo que hacíamos, también a los pacientes. Y eso nos enseñó a todos los que trabajamos en aquella época a desarrollar, como te digo, habilidades también docentes. Recuerdo esa época con mucha ilusión y descubriendo un montón de cosas, con curiosidad por todo, sabiendo que había un mundo detrás que todavía tendríamos que descubrir. Muchos interrogantes para desvelar. Es muy interesante cuando alguien tiene curiosidad científica.
"Nuestra herramienta terapéutica era y todavía sigue siendo, la comunicación con el paciente"
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En su caso, de hecho, estamos hablando de 18 años, casi dos décadas, en las que ha estado como subdirectora de investigación de la Fundación Jiménez Díaz. ¿Qué influencia considera que ha tenido en el Sistema Nacional de Salud como mujer?
Pues yo creo que fundamentalmente es que he sido de las pocas que, al principio, estábamos trabajando dentro del sistema. Fundamentalmente el saber que había una mujer que ocupaba un puesto directivo de responsabilidad dentro de una institución. No creo que haya sido nada personal, porque no hay nada que yo haya hecho que no puedan reproducir y hacer a su estilo cada una o cada uno en los demás centros. Y hay ejemplos espléndidos en todos los niveles: María Blasco, Raquel Yotti, Deborah Burks en el Centro de Investigación Príncipe Felipe en Valencia. Ahora hay varias directoras científicas de institutos de investigación sanitaria, todas ellas absolutamente competentes. Y no quiero decirlas todas, porque seguro que olvido a alguien y no quisiera eso por nada del mundo. Hay multitud de mujeres extraordinarias. Yo tuve la fortuna de conocer a Margarita Salas, y lo digo siempre que fue para mí un ejemplo espléndido, extraordinario. Pero hay muchísimas mujeres. Creo que simplemente fui un ejemplo, uno de los primeros ejemplos y creo que eso sí que impactó. Pero no creo que yo haya hecho nada que no puedan hacer más y mejor muchas otras que han seguido.
Modelos, como decía, de liderazgo, que demuestran que no sólo ha avanzado en todo este tiempo la investigación, sino también la ocupación de puestos de responsabilidad por parte de mujeres. Desde su visión, como una de las premiadas en los Premios Sanitarias en la categoría de Medicina, ¿qué pasos cree que todavía falta por dar para equilibrar la balanza?
Es un asunto complejo que hay que abordar a diferentes niveles. Lo primero y fundamental es concienciar a la sociedad. Y bueno, ahora está muy de moda lo del lenguaje inclusivo. A mí a veces me chirría porque tengo una formación lingüística familiar muy profunda y hay cosas que me cuesta trabajo incorporar y sobre todo, que no quiero que el lenguaje inclusivo sea la excusa para no hacer otras cosas. Y a veces tengo la impresión de que nos hemos quedado en la cáscara del asunto. Entonces, creo que a nivel social tenemos mucho que hacer. Tenemos que convencer a los peques de que es posible la incorporación de la mujer, que no hay ninguna barrera, que no hay nada que no se pueda conseguir con inteligencia y trabajo. Y esa es la primera cosa. He conocido a personas muy interesantes desde el Ministerio de Educación, con las cuales me encantaría colaborar para desarrollar módulos formativos que lleguen a la sociedad. Luego la familia. La familia es muy importante. Yo tuve un padre y una madre que eran muy igualitarios. Seguramente porque tuvieron siete hijas y dos hijos y eran conscientes de que tenían que tratar por igual a los chicos y a las chicas y querían que alcanzase nuestro objetivo. Por tanto, cuando veía conductas poco igualitarias, a mí me chocaba mucho porque no estaba acostumbrada a esto. Entonces, el que la propia mujer y la sociedad nos lo creamos es muy importante. Eso es lo primero y hay que visualizar que hay desigualdad, hay que hacerlo patente. Muchas veces yo oigo incluso en mi propia familia decir "No, no, pero esto va a cambiar". Y digo "No, ¿pero no te das cuenta que fulanita, y me refiero a personas de nuestra propia familia, tiene esta dificultad? ¿No te das cuenta?". Esto no ha cambiado. Si tenemos un 70-75 por ciento de mujeres en las facultades de Medicina, ¿por qué no hay un 75 por ciento de mujeres jefas de Servicio o catedráticas? Pues porque nadie se da cuenta de que no existe esa proporcionalidad. No se dan cuenta los que tienen que hacer los nombramientos y eso hay que visibilizarlo ya. La política de cuotas solamente hay que aplicarla cuando no nos sale espontáneamente hacer lo que es lógico. Yo no he tenido que aplicarla nunca de una manera natural. Cuando pienso en una Comisión, etcétera, me sale paridad, me sale incluso a veces mayor proporción de mujeres. Es que me sale porque es lo que conozco, lo que tengo en mi entorno. No tengo ningún sesgo, digamos emocional o intelectual, pero muchas personas no se dan cuenta que lo tienen. Eso es lo primero que hay que hacer y luego impactar en la sociedad.
Hay que hacer algo más y es tener modelos. Yo soy muy vanidosa, pero esto de tener premios por ser mujer a veces me da un poco de pudor, pero lo asumo con mucho cariño porque pienso que tengo que transmitir un mensaje a las siguientes generaciones: que esto es posible y que hay que hacer cosas. Entonces tenemos que identificar modelos. Tenemos muchos, muchísimos, pero a veces es que están ocultos. Y la segunda cuestión que tenemos que hacer es la tutorización, una labor de ayuda a las mujeres para identificar dónde está el talento, quiénes son las que pueden y las que quieren. Y a ellas ayudarlas, ayudarlas a conciliar. Esta es la otra cosa que hay que hacer. Las mujeres en realidad solo tienen una etapa pequeña de su vida, que es cuando tienen los hijos y la crianza de los hijos. Luego viene otra etapa difícil, que es la ayuda a los padres o a los mayores, pero eso es más adelante. Normalmente para esa época ha tenido ya que tener el salto, digamos, de haber sobrepasado el techo de cristal. Pero si, cuando uno tiene que plantearse lo de tener hijos, no tiene ayuda por parte de la pareja, por parte del entorno familiar, del entorno social, del entorno laboral, pues entonces ahí se produce un stop que es una pérdida enorme, no para la mujer, para toda la sociedad, porque es un periodo muy breve de la vida y estamos perdiendo mucho talento. Entonces nos tenemos que fijar en cuáles son las necesidades en esos momentos y actuar, ayudar en esa situación puntual desde todos los niveles.
Como experta en el campo de la genética...¿considera que las diferencias entre hombres y mujeres inducen a aplicar la perspectiva de género en la sanidad? Por ejemplo, en el diagnóstico o en el tratamiento.
Absolutamente. Hay patologías en las que esto es más evidente, es clarísimo pero hay enfermedades como las autoinmunes, respuesta a los medicamentos.... Conozco algunos casos de personas que tienen algún problema con respuestas hormonales, respuestas condicionadas por las hormonas a determinados fármacos en determinadas situaciones vitales, etcétera. Y no estamos sensibilizados como médicos para abordarlo de una manera científica. Esto se debería tener en consideración. Es muy, muy, muy importante. La perspectiva de género debe afectar no solamente a los investigadores, sino también a los sujetos de investigación. Esto está recogido y en las convocatorias de proyectos del Instituto Carlos III aparece perfectamente reflejado. Debería de tenerse en consideración también por parte de la Agencia Española de Medicamentos y Prodcutos Sanitarias y las agencias europeas reguladoras de cara a los ensayos clínicos, incluso a los estudios preclínicos con animales de experimentación, que se utilizan siempre machos y deberían utilizarse también hembras para luego poder dar el salto a humanos. Hacerlo desde el principio.
¿Qué es lo que no debe faltar en la hoja de ruta de la investigación en el futuro, en estos próximos años?
Es una pregunta muy difícil, pero bueno, voy a intentar responderla. Hay, digamos, tres cuestiones. Una es el Plan Estratégico, un plan que concierna y que incumba a todo el Estado. Tenemos que tener un plan que sea perdurable y que contemple recursos. La investigación debe ser una cuestión de Estado, no de partidos, no de legislaturas. Debe ser una cuestión de Estado. Yo creo que eso es lo más importante. Tengo la impresión de que, afortunadamente va habiendo un cambio de cultura en este aspecto y tengo la esperanza de que esto que digo sea una realidad. Por tanto, se deben contemplar estrategias sobre qué aspectos de investigación, particularmente en Biomedicina, no abandonar y cómo organizar la investigación a nivel estatal y autonómico, qué recursos dar. Los planes estratégicos tienen que considerar esto. Hay un segundo aspecto que creo que también tiene que ser tomado en consideración que es la tecnología. La tecnología es mandatoria en la investigación en estos momentos y los equipamientos tecnológicos son muy costosos. Tenemos grandes infraestructuras en el país, pero esas infraestructuras a veces son insuficientes para el día a día de la investigación que se realiza en los centros. Por tanto, habría que dotar a los centros de tamaño mediano y grande de infraestructuras que a nivel local puedan responder a las necesidades.
"Tenemos grandes infraestructuras en el país, pero esas infraestructuras a veces son insuficientes para el día a día de la investigación"
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En tercer lugar, estarían los recursos humanos. Hay que hacer una carrera científica que también sea perdurable y que resulte atractiva para el personal, para que nos quedemos en España y podamos contribuir a la a la masa crítica y al crecimiento en conocimiento de nuestro país. Pero junto a esa política de recursos humanos, esa carrera científica que tendría que ser reconocida en el ámbito sanitario por parte también de los sistemas de salud, habría que implementar dentro de los hospitales una carrera científica que refleje la actividad investigadora de los de la parte clínica. Junto a eso tendríamos que potenciar constantemente las estructuras de trabajo colaborativo, trabajo en red, colaboraciones dentro de los centros, favorecerlo. Eso compete a las propias direcciones de los centros. Pero también debe ser entre los centros, de forma interdisciplinar, pero también internacional. No se puede hacer hoy en día nada aisladamente y no podemos pensar que no compartir nos protege de que nos roben las ideas. Esto es una idea que debemos desterrar. Entonces tenemos que hacer una investigación que sea lo más colaborativa posible. Y por último, pero lo más importante: el que la investigación esté volcada hacia la sociedad. Que lo expliquemos, que contemos a todo el mundo lo que hacemos en un lenguaje claro y sencillo, que rindamos cuentas de lo que hacemos, que lo expliquemos, pero que rindamos cuentas. Hoy en día se habla mucho de ciencia abierta, pero también no solamente tendríamos que contar lo que vamos a hacer, lo que estamos haciendo, sino comunicar los resultados, comunicarlos hasta la saciedad para que todo el mundo sepa en qué hemos tenido éxito y en qué no lo hemos tenido. Para que todo el mundo entienda que la investigación muchas veces es ensayo-error.
Como experta también en el campo de la Bioética, Carmen, ¿que líneas rojas considera que no se deberían traspasar, por ejemplo, en el campo de la genómica?
Esa es otra pregunta también muy compleja. Bueno, en realidad nos vamos poniendo retos y nos vamos haciendo interrogantes sobre los cuales reflexionar en nuestro día a día. Entonces las líneas rojas se mueven. Eso lo tenemos que tener claro, porque la tecnología, las posibilidades que nos da la técnica, los valores que tiene la sociedad, cambian. Esto que digo puede parecer una barbaridad, pero esa es la realidad. Y le voy a poner un ejemplo que todavía está lejano y que, como es minoritario, espero que no hiera ninguna sensibilidad. Pero vamos a hablar de lo que es el cambio genético, la edición genética o la terapia génica embrionaria en células embrionarias que curaría a un embrión, pero también a todos sus descendientes, que introduciría un cambio genético que se transmitiría a las generaciones sucesivas descendientes de esa persona. Pues eso que llamamos terapia génica germinal está ahora mismo sometida a un tiempo de no poderlo implementar hasta que no se hagan más pruebas, que se vea que eso es seguro, fiable y que la sociedad lo aceptaría. Entonces esa línea roja es temporal.
Los diversos comités de ética han señalado cuáles son los puntos críticos que habría que profundizar, experimentar, analizar y reconsiderar pasado un tiempo. Entonces, los tiempos en los cuales duran las prohibiciones son tiempos que no siempre son definitivos, pueden cambiar. Incluso las líneas rojas pueden avanzar y ponerse verdes o líneas verdes pueden ponerse rojas porque los requerimientos ético legales de las sociedades pueden cambiar. Y voy a poner otro ejemplo que este sí que es un punto para abrir un melón de debate. Impresionante lo que ha ocurrido en Estados Unidos con el Tribunal Supremo respecto al derecho al aborto. Esto no tiene que ver con la genómica, tiene que ver con otro tipo de cuestiones. Pero ahí vemos un ejemplo de cómo una línea que era verde se ha puesto roja. Por tanto, los valores cambian en las sociedades. Los valores que tiene un occidental no son los mismos que tiene un asiático, no son los mismos que puede tener un africano que vive en África. Pueden ser distintos y tenemos que tener en consideración todas las sensibilidades. Por ejemplo, para hacer una investigación genómica en algunas comunidades indígenas de Latinoamérica hay que hablar con la persona que representa a la comunidad y plantearle las condiciones en las cuales se va a desarrollar la investigación y eso está considerado un estándar ético en esas comunidades. Pongo todos estos ejemplos porque lo de las líneas rojas, como te digo, puede ser cambiante. No cambiante porque tengamos una moral laxa, sino cambiante, porque la moral es distinta y además la debemos ajustar al conocimiento que se tiene en cada momento. Puede cambiar el conocimiento, puede ser más profundo y nos puede estar dando pistas de qué cosas es mejor no hacer o de qué cosas sí podríamos hacer. Respecto de las líneas rojas que no se deben traspasar en el ámbito de la investigación genómica, también me gustaría añadir que, a pesar de estos aspectos, digamos, de posible relativismo en cuanto a las líneas rojas, tienen que ver con los valores de la sociedad y tienen que ver con el avance científico.
Así que es importante establecer que lo que estamos considerando siempre como los elementos básicos de la Bioética, que es el no hacer mal, la no maleficencia, el intentar hacer el bien, la beneficencia, la justicia, el proveer de medios y de repartos equitativos acordes con las características de las distintas personas cuando se realiza una investigación o una asistencia sanitaria. Y también lo que tiene que ver con el respeto a las personas, también conocido como autonomía. Estos cuatro principios son los que rigen la ética de nuestra práctica clínica de la investigación. Y es precisamente el apoyo en estos principios lo que ha establecido las líneas rojas y lo que nos debe iluminar a la hora de considerar cuáles son los límites para nuestra investigación. Los límites para nuestra investigación son precisamente esos: no hacer daño e intentar hacer el bien en la mayor medida posible. Por tanto, que el equilibrio entre los beneficios y los riesgos, cuando se hace una investigación siempre incline la balanza a favor del beneficio, nunca a favor del riesgo, siempre a favor del beneficio de los que participan en la investigación. Que seamos respetuosos con la independencia de juicio que debe tener una persona cuando participa en la investigación. Su capacidad de decidir, el mantener en todo momento el respeto a su dignidad, respetar su privacidad, etcétera y el principio de la justicia que tiene que ver con el reparto equitativo de los beneficios. También de los riesgos y también de los retornos que tienen la investigación. No es de justicia que participen en una investigación básicamente un cierto colectivo de personas y que luego, ese mismo colectivo, no salga beneficiado con la aplicación clínica de ese conocimiento.
Además de la Medicina y de la investigación, ¿cuáles diría que son tus otras pasiones?
Tengo muchas, afortunadamente. Me gusta leer, viajar, me gusta la música y me gusta el arte. Te lo he resumido en cuatro palabras, pero separo la música porque la música es una forma artística especial. Pero esas cuatro cosas me gustan muchísimo. Me gusta conocer de alguna manera y despertar un poco la sensibilidad. Tuve también mucha suerte porque tuve un profesor de Historia del Arte durante el bachillerato en el Instituto Lope de Vega, que nos enseñó a escuchar música y nos enseñó a contemplar una obra de arte y a entender lo que hay detrás de una obra de arte. Y eso me ha hecho disfrutar en la vida enormemente.
"Las líneas rojas se mueven. Eso lo tenemos que tener claro, porque la tecnología, las posibilidades que nos da la técnica, los valores que tiene la sociedad, cambian"
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¿Hay algún momento en tu trayectoria que te haya marcado especialmente?
Pues sí, sí. Ha habido dos cuestiones que aparentemente sin mucha importancia he visto desde fuera, pero para mí me han marcado profundamente. Una fue cuando me empecé a ocupar de la coordinación de un programa que venía de Europa en relación con las distrofias hereditarias de retina, porque esa ha sido mi línea de investigación fundamental, y para mí fue un reto porque entonces no se conocía nada sobre esto. Tuve que poner en marcha la investigación en ese campo, un campo pequeñito pero muy importante en España y continúo trabajando en ese campo. Me permitió hacer muchos amigos, amigos en el entorno profesional, en España, en el extranjero y amigos en el entorno de los pacientes. Continúo teniendo una relación extraordinaria con todas esas personas y me permitió aprender mucho, muchísimo, desarrollar mi actividad profesional de una manera muy interesante. Y para mí esto fue maravilloso. Y en relación con eso, el otro momento fue cuando yo solía decirles entonces a mis pacientes que aunque era una enfermedad que no tenía tratamiento, yo no querría jubilarme sin conocer un posible tratamiento. No quería tirar la toalla y esperaba que ellos tampoco lo hicieran. Y ese momento ya ha llegado y para mí es de especial emoción porque se han empezado a poder tratar unas pocas personas, pero son pacientes que yo he conocido y he diagnosticado y para mí es una verdadera felicidad pensar que haya llegado eso para ellos y lo que continuara llegando.
Teniendo en cuenta esto que nos dice, ¿qué otros hallazgos le gustaría ver reflejados en las consultas antes de que cuelgues la bata?
Me resulta muy atractivo hacer Medicina preventiva de otro tipo de enfermedades, enfermedades comunes, etcétera. Y este es un campo que es muy incipiente, en el cual hay muchos intereses comerciales, pero a mí me gustaría trabajar un poco más en profundidad y con un poquito más de conocimiento científico y ayudar a mis compañeros de otras especialidades a que puedan estratificar sus pacientes y hacer un trabajo más eficaz y más dirigido. Sé que no lo voy a vivir plenamente, pero sí ayudar a ponerlo un poquito en marcha.
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