La
vacunación es una historia de éxito. Este año se conmemora el
40 aniversario de la declaración, por parte de la 33ª Asamblea Mundial de la Salud, de la
erradicación de la viruela, una enfermedad contagiosa que afectó a millones de personas durante miles de años y que sólo en el siglo XX acabó con la vida de
300 millones de personas.
La
Organización Mundial de Salud (OMS) celebró en diciembre el acto de apertura de un año de celebraciones a propósito de este triunfo de la ciencia biomédica, colocando una placa de bronce en su sede en Ginebra (Suiza) en la misma sala en la que, en 1979, los 19 miembros de la Comisión Mundial para la Certificación de la Erradicación de la Viruela corroboraron que la enfermedad había desaparecido en todo el mundo.
En el evento, el director general de la OMS,
Tedros Adhanom Ghebreyesus, afirmó que “hoy, la viruela es la única enfermedad humana erradicada, una
prueba de lo que podemos conseguir cuando todas las naciones trabajamos juntas. Ante las enfermedades epidémicas, tenemos una obligación y un destino compartidos. Con esta placa conmemoramos a los héroes del mundo que unieron sus fuerzas para luchar contra la viruela y trabajaron por la seguridad de las
generaciones futuras”.
La historia de la viruela se remonta al siglo XVIII cuando
Lady Montagu, una escritora británica, durante su estancia en
Turquía, observó que mujeres que ordeñaban vacas no contraían la viruela. Los animales estaban infectados con la enfermedad, pero de una variedad más leve que, al contagiarse a las granjeras, las hacía inmunes incluso a las manifestaciones más virulentas de la patología. Esta mujer fue la primera que impregnó agujas con el pus de la viruela que tenían las vacas a su hijo, incluso a herederos de monarcas europeos, pero su técnica acabó siendo rechazada y muchos médicos en Inglaterra no confiaron en su método.
La hazaña de Balmis
Fue en 1796 cuando
Edward Jenner, un médico compatriota de Montagu, confirmó las observaciones de la escritora sobre uno de los virus que más personas ha matado en el mundo. Jenner decidió inocular a James Phipps, un niño de 8 años hijo de su jardinero, las raspaduras del virus de una vaca llamada Blossom.
El pequeño tuvo fiebre durante un par de días, pero no desarrolló ninguna infección grave ni mostró ningún síntoma de viruela.
En España los avances de Jenner llegaron a oídos del cirujano
Javier de Balmis, que se lo contó al rey
Carlos IV y organizaron la llamada Expedición Filantrópica de la Vacuna, que partió de La Coruña en 1803 con destino a Centroamérica. Balmis viajó con 22 niños huérfanos, que transportarían la vacuna a través de su propia inmunización. La viruela de las vacas se inoculaba en uno de ellos y a los 10 días le salían unos pocos granos que exhalaban el llamado fluido vacunal.
Este se recogía y se inoculaba en otro niño. Y así se mantenía la cadena. Aunque se perdieron vidas por el camino,
se estima que más de 500.000 personas fueron inmunizadas directamente por la Expedición Balmis y que millones de personas fueron salvadas de morir gracias a la creación, en los lugares por los que pasaba, de Juntas Sanitarias y Casas de Vacunación públicas.
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