Un total de
3.318 millones de euros. Esa es la cantidad de dinero que gastó la población en
Lotería de Navidad en 2023. Y, de ellos, gran parte de los décimos se vendieron en las Administraciones de lotería, por las calles de las grandes ciudades, en las estaciones de tren, de autobuses o en los aeropuertos. Y, sobre todo,
a las puertas de los hospitales públicos. Ese es uno de los espacios donde la
compraventa de décimos cada año se convierte en recurrente, especialmente en las últimas semanas del año. Sin embargo, no todo es lo que parece. José Antonio Tamayo, psicólogo sanitario del centro Activa Psicología (Madrid), incide en que la presencia de vendedores en los centros sanitarios es perjudicial para los pacientes con algún tipo de adicción, especialmente aquellos con
ludopatía.
"La simple visualización de décimos de lotería, los reclamos verbales y la presión social de participar pueden funcionar como 'disparadores' que
intensifican los pensamientos relacionados con el juego y el deseo de realizar la conducta problemática", explica Tamayo. Este experto subraya que las adicciones, incluida la ludopatía,
son trastornos con una fuerte base neurobiológica. “Está directamente implicado el circuito de recompensa córtico-meso-límbico mediado por la dopamina”, detalla, por lo que, dice, la exposición frecuente a estímulos asociados al juego puede generar un incremento de la ansiedad y del deseo compulsivo.
¿Cómo se agrava la situación de los ludópatas?
Hay
tres maneras por las que la situación de los enfermos puede verse agravada. La primera, explica el psicólogo, propiciando
recaídas en la conducta adictiva, ya que “el contacto diario con estímulos relacionados con el juego puede llevar a que pacientes que estaban en proceso de recuperación o abstinencia recaigan en la compra compulsiva, en este caso, de lotería”.
La segunda es generando un
desgaste emocional. Es decir, la batalla, la lucha interna para resistir estos impulsos puede generar en el paciente altos niveles de estrés, ansiedad y frustración, afectando su salud mental y física.
La tercera forma, y no por ello menos importante, es produciendo un
impacto en la motivación para el tratamiento. “El fracaso percibido al no poder controlar esos impulsos puede provocar sentimientos de culpa, impotencia y desesperanza”, matiza Tamayo.
“En términos clínicos,
el entorno en el que se desenvuelven los pacientes es crucial, y un ambiente que perpetúa estímulos contraproducentes puede
interferir gravemente en la evolución positiva de la intervención terapéutica”, comenta este psicólogo madrileño.
Los efectos de la compraventa en los pacientes
Tamayo divide en dos los
efectos que pueden tener los pacientes que dispongan de
lotería de Navidad a las puertas de su hospital durante casi un mes. Por un lado, a
corto plazo. En ellos, insiste, “los efectos más inmediatos pueden incluir: un incremento de la ansiedad y el malestar emocional ante la presencia continua de estímulos relacionados con el juego; recaídas puntuales en la compra de lotería, con la consecuente frustración y autopercepción negativa; y distracción en el foco del tratamiento y menor adherencia a las pautas terapéuticas”.
Por otro lado, en cuanto a los efectos a
largo plazo, este psicólogo los desengrana. “La exposición reiterada puede consolidar o reinstaurar patrones de conducta compulsiva, dificultando la recuperación y prolongando la adicción, favorecer recaídas más graves que podrían derivar en un deterioro social, económico y emocional significativo; y generar un entorno hospitalario percibido como inseguro o no favorecedor para los pacientes, lo que podría disuadirles de continuar con el tratamiento en ese centro”, asegura.
¿Se debería vender lotería en los hospitales?
Tamayo resulta tajante en su discurso: “Sería conveniente
restringir la presencia de vendedores de lotería en los centros sanitarios, especialmente en aquellos que atienden a pacientes con problemas de adicción al juego”. De hecho, este psicólogo puntualiza aún más: “La razón principal es que los hospitales y centros de salud deben ser entornos protectores y terapéuticos, donde se minimicen los factores que puedan interferir con la recuperación de los pacientes”.
Este profesional no está a favor, sin embargo, de la restricción total de estos vendedores. Es por eso que concreta su argumento. “Adoptar medidas para evitar esta situación
no implica ir en contra de la actividad económica de los vendedores, sino proteger a los más vulnerables en un entorno donde deberían sentirse seguros y apoyados en su proceso de recuperación”.
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