Científicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de
Stanford y la Universidad de California-Davis (Estados Unidos) han descubierto que la
hormona llamada
vasopresina puede ser un posible
biomarcador de
autismo en el líquido cefalorraquídeo.
En concreto, los investigadores, cuyo trabajo ha sido publicado en
Science Translational Medicine, analizaron biomarcadores de autismo en monos rhesus, una especie cuyas
capacidades sociales se parecen más a las de las personas.
Los monos habían sido criados por sus madres en grupos sociales en una colonia de investigación de primates en UC-Davis. De 222 animales machos, los científicos
seleccionaron 15 con una sociabilidad naturalmente baja y
los compararon con 15 monos con una sociabilidad alta en varios parámetros biológicos.
Oxitocina y vasopresina
Posteriormente, midieron los niveles de dos hormonas,
oxitocina y vasopresina, en la sangre de los monos y en el líquido cefalorraquídeo. Ambas hormonas son péptidos implicados en una variedad de funciones sociales, incluida la atención parental y los
vínculos entre parejas.
De esta forma, observaron que los monos del grupo menos social tenían significativamente menos vasopresina en el líquido cefalorraquídeo que los monos del grupo más social. Estos niveles de vasopresina predijeron con precisión la frecuencia con la que los monos participaban en actividades sociales,
si bien los niveles de vasopresina en la sangre no fueron diferentes entre los dos grupos.
Vasopresina y niños con autismo
Por otra parte, en un segundo grupo de 10 monos, cuyo líquido cefalorraquídeo fue analizado cuatro veces durante cuatro meses, los científicos demostraron que los niveles de vasopresina en el fluido eran
estables a lo largo del tiempo.
Asimismo, los investigadores también compararon los niveles de vasopresina en 14 niños con autismo y siete niños de la misma edad sin autismo. En este caso, los niveles de vasopresina se analizaron en el líquido cefalorraquídeo de los niños, que
se recolectaron mediante punción lumbar por razones médicas, observándose que los niños con autismo tenían niveles de vasopresina más bajos que los niños sin autismo.
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