Los marcadores genéticos del estrés se detectan en individuos cuyos padres o abuelos padecieron ese problema a lo largo de la vida, lo que prueba que el impacto de tal experiencia se trasmite a las siguientes generaciones, un fenómeno conocido como epigenética.
Aunque se trata de un proceso reversible con el tratamiento adecuado, su carácter hereditario adquiere un interés adicional para los psiquiatras: la posibilidad de prevenir el trastorno en quienes se revelen portadores de los marcadores genéticos del estrés, que resulta posible identificar.
“Sería una buena idea incidir en esa población de riesgo para prevenir el desarrollo de trastornos mentales, que suelen producirse por un cúmulo de elementos más allá del componente genético como la historia familiar, el contacto con las drogas, las vivencias estresantes o traumáticas…” de manera que la patología mental aparece cuando se desborda la intensidad y frecuencia de tales factores, ha explicado a Redacción Médica Roser Nadal, investigadora del Instituto de Neurociencias de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).
Según esta científica, en efecto se puede hablar del estrés ‘positivo’ en contraposición al nocivo para la salud: “Nos referimos a la respuesta adaptativa a las frustraciones de la vida incluso inducidas en el niño y el adolescente” como vacuna frente a futuras situaciones ambientales potencialmente desencadenantes de enfermedades mentales, ha razonado.
Variabilidad en función del grupo y del individuo
Tal conclusión ha sido dada a conocer en el contexto de un foro convocado por B-Debate y promovido por Biocat y Obra Social La Caixa en Barcelona, y está basada en pruebas de experimentación animal y observaciones epidemiológicas en seres humanos con las debidas precauciones, dado el grado de variabilidad en distintos grupos de población e incluso en cada individuo.
Pero no es desacertado deducir que, en efecto, “cierto nivel de estrés resulta saludable porque nos prepara para el futuro, moviliza recursos y aumenta las capacidades cognitivas y de atención, aunque todo depende, claro está, de su intensidad y frecuencia y de la capacidad de control de la persona, de los mecanismos que haya desarrollado para manejarlo”.
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