Los cambios de los
ritmos circadianos, que regulan los
ciclos de vigilia y sueño, no son ajenos a la dieta ni tampoco al riesgo de padecer
trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), según la hipótesis de partida del equipo que lidera el jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital San Juan de Dios de Barcelona,
José Ángel Alda, con quien ha conversado Redacción Médica.
Este
psiquiatra y la docente de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona (UB)
María Izquierdo, han abierto una nueva vía de estudio en la que tratan de dilucidar si desregular los
ritmos biológicos a consecuencia de comer de otra manera condiciona la
probabilidad de padecer el trastorno.
Se piensa en una persona delgada por el carácter impulsivo inherente al TDAH, "pero hemos comprobado que los niños con el trastorno en realidad tienen un
índice de masa corporal superior al promedio", revela. Algo que les pone sobre la pista de que los biorritmos, la comida y el trastorno
tienen algo que ver entre sí.
La nueva línea de trabajo sigue a otra que ya ha demostrado una correlación estadística “muy potente” entre el consumo regular de
dieta mediterránea y el padecimiento de este
desorden psiquiátrico.
Los niños con una
baja adherencia a la
dieta mediterránea corren un riesgo de
trastorno por déficit de atención e hiperactividad siete veces mayor que el resto. De ello no se deduce que una cosa lleve a la otra, pero queda sin despejar la
incógnita de por qué se produce esa relación.
Así lo ha razonado el propio
Alda, quien figura como autor de
un trabajo publicado en Pediatrics en el que se analiza
la influencia de esta clase de alimentación en el trastorno.
“El diseño del estudio impide establecer
una relación causa-efecto, pero lo cierto es que descubrimos
una asociación estadística muy potente entre tener un diagnóstico de TDAH y una baja adherencia a la dieta mediterránea”, ha aseverado.
El propio Alda ha reconocido a este periódico que desconoce, junto con sus colegas de investigación (entre otros vuelve a citar a
María Izquierdo), por qué se asocia lo que se come con este desorden psiquiátrico. Pero sí se atreve a postular una hipótesis.
“Tal vez suceda que sean
las propias limitaciones inherentes al trastorno las que lleven a los niños a alimentarse mal y hacer más transgresiones de su dieta alimenticia como tomar más azúcares o bebidas de cola, o bien preferir unas patatas fritas a una pieza de fruta en la merienda”, señala.
Estudio doble ciego con niños sanos y con síntomas del trastorno
El trabajo parte de un estudio doble-ciego en el que se examina, por un lado, a un grupo de
60 niños con síntomas del TDAH pero todavía sin tratar; y, por otro, al grupo llamado control formado por otros 60 menores en este caso sanos.
“Vimos que los niños con síntomas del trastorno en efecto
se saltaban mucho más el desayuno, por ejemplo, que los sanos; asimismo, comían menor cantidad de fruta, verdura, pescado azul, pasta y arroz”, justifica. “También comprobamos que acudían con mayor frecuencia a comer a
restaurantes de comida rápida o ‘fast food”, añade.
El nuevo estudio, por lo tanto, no establece que la dieta mediterránea sea per se un factor de protección frente al TDAH, pero apunta a la necesidad de
mantener dietas saludables durante la infancia y la adolescencia.
En todo caso, los autores del trabajo consideran que son necesarios
más estudios para averiguar si un cambio de hábitos hacia una dieta saludable, como la mediterránea, se revela de veras útil para revertir o mejorar los síntomas de este trastorno psiquiátrico.
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