Todavía hay quien niega que el fracaso escolar del niño con
trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) se deba a este mismo desorden. Pero quien lo sostiene se queda sin argumentos ante un nuevo estudio que demuestra una
relación causa-efecto entre esas dos realidades.
Los resultados del trabajo,
publicado el día 13 de este mes en Behavior Genetics, no dejan lugar a dudas: “De manera consistente, concluimos que existe una causa directa entre el TDAH y el rendimiento académico”, rezan las últimas palabras del
abstract del artículo.
La seguridad con que se afirma tal conclusión parte de un hecho relevante en esta clase de investigaciones: haber escogido una muestra de
10.000 gemelos univitelinos para ratificar la hipótesis de partida de que los problemas escolares se deben al TDAH cuando éste se diagnostica en un niño.
Al tratarse de gemelos monocigóticos, comparten
el cien por cien de sus genes, lo que deja menos margen de error para atribuir a otros factores las consecuencias comprobables del trastorno en el rendimiento académico (se sabe que el desorden tienen un
componente genético muy importante).
Además, los investigadores han procurado desechar cualquier
elemento externo que explicase los problemas del niño con independencia de su desorden psiquiátrico, en concreto factores genéticos adicionales o medioambientales que pudiesen predisponer al niño a desatender sus tareas colegiales más allá del consabido TDAH.
En este contexto, se comprobó en cada uno de los niños si cumplía una serie de requisitos como el
empleo o ausencia de metilfenidato como medicación del trastorno, la presencia o carencia de síntomas de este desorden y los datos objetivos de rendimiento académico. Todo ello en la muestra de 10.000 gemelos de 12 años de edad procedentes del Registro de Gemelos de Países Bajos.
Pobre evolución en los estudios de secundaria
La mayoría de las veces –se afirma en el estudio– cuando se detectaron síntomas de TDAH se predijo
una pobre trayectoria académica del niño en sus estudios de secundaria, que se inician entre los 14 y los 16 años.
Los descubrimientos del trabajo se confirmaron con modelos de pares que compararon a los gemelos entre sí, de manera que, por ejemplo, los que presentaban manifestaciones más claras del trastorno
obtuvieron puntuaciones más bajas en su rendimiento académico que sus respectivos hermanos.
Del mismo modo, los niños que tomaban medicación para el TDAH, como el metilfenidato, merecieron notas
considerablemente mejores que sus correspondientes gemelos que no habían tomado el fármaco.
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