Los niños con
trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) que continúan medicándose durante la
adolescencia se convierten en adultos más bajos de
estatura que los que abandonan las
pastillas, con unos dos centímetros de diferencia. Además, no consiguen reducir los síntomas del trastorno en mayor grado que los que dejan los
fármacos de forma parcial o total. Todo ello según concluye
un artículo científico publicado en Journal of Child Psychology and Psychiatry.
Tales son las sorprendentes conclusiones derivadas de una investigación que parte del
Estudio de Tratamiento Multimodal del
TDAH. Un trabajo de amplio espectro que, más tarde, permitió seguir a 515 niños de la muestra original con el trastorno y a otros 289 como grupo control (258 de ellos sin el desorden).
De este último seguimiento se ha deducido el efecto de los fármacos que se utilizan para el TDAH en la estatura de los menores, además de la
ausencia de beneficios terapéuticos adicionales pasada la infancia y la adolescencia. Para dar con ello, se evaluó a los pacientes pediátricos
ocho veces durante el estudio durante un periodo de
entre dos y 16 años tras reclutarlos.
A partir de cantidades medicación prescrita estándares, se clasificó a los participantes como usuarios
regulares, irregulares o insignificantes. Al llegar a la edad adulta, se valoró a los participantes por medio de la escala de Conners para la evaluación del TDAH del adulto, en concreto para determinar la
persistencia de los síntomas.
Así, se vio que un 23,5 por ciento de los pacientes se correspondían con la calificación de
insignificantes (en cuanto al
consumo farmacológico); un 61,9 por ciento como usuarios con
un patrón irregular, y un 7,4 por ciento con un
patrón regular de ingesta del medicamento.
Acto seguido, se calcularon las
dosis equivalentes de metilfenidato (principio activo que se utiliza para el TDAH) para cada uno de los tres grupos: 2.153 miligramos, 60,567 miligramos y
117,102 miligramos, respectivamente. Después, los investigadores descubrieron que no existían diferencias significativas, al menos desde el punto de vista estadístico, entre la gravedad de los síntomas del trastorno en los tres grupos. En otras palabras:
la toma persistente del fármaco no mejoraba el problema.
Los tres grupos diferían hasta dos centímetros en su altura
Pero sí que encontraron diferencias importantes en cuanto a la talla en función de si se había seguido tomando o no la medicación. Para ser precisos, los individuos de los grupos con uso
regular e
irregular tuvieron una talla
más baja que la del grupo con uso
insignificante: una reducción de la estatura media de 2,55 ± 0,73 centímetros. Y los del grupo con uso regular tuvieron como promedio una talla 2,36 ± 1,13 centímetros más baja que la del grupo con uso irregular,
una diferencia también notable.
Esta divergencia entre la estatura de los que tomaron el medicamento sin descanso y quienes interrumpieron la ingesta, o incluso la abandonaron, unida a que no había especial beneficio terapéutico en los que seguían medicándose, ha convencido a los especialistas de la oportunidad de
reducir la terapia farmacológica en el TDAH y alternarla o reemplazarla con
tratamiento de integración psicosocial.
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