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El adolescente con TDAH se engancha más a las nuevas tecnologías

La dificultad de adaptación interpersonal, de rendimiento académico y de autoestima lo propicia

El aislamiento en la red modifica sus relaciones sociales.

27 oct 2016. 18.20H
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POR REDACCIÓN
Los adolescentes tienen mayor riesgo de implicarse en conductas adictivas con las nuevas tecnologías, en especial los que tienen trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), según han puesto de manifiesto los especialistas reunidos en el XIX Congreso Nacional de Psiquiatría, organizado por la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP), la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica (SEPB) y la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental (Fespm).

La dificultad de adaptación interpersonal, de rendimiento académico y laboral, y de autoestima es un campo propicio para la búsqueda de distracciones con las nuevas tecnologías. “Hablamos de adicciones a videojuegos, juego on-line, consumo de determinados contenidos de la red, chatear, etc.”, explica Enriqueta Ochoa, psiquiatra del Hospital Ramón y Cajal y del Programa de Adolescentes y Familias de Proyecto Hombre Madrid.

“Las características son las propias de una adicción, como pérdida de control respecto a la conducta y consecuencias negativas en diversos aspectos de la vida, ya que abandonan sus amigos físicos, solo se relacionan vía on-line, modifican sus actividades de ocio y con la familia, debido al tiempo que pasan en la red, aislándose”.

Actualmente los psiquiatras abordan estas conductas con los instrumentos de terapia cognitivo-conductual como otras adicciones, adaptándolas a la realidad de los pacientes. “Solo si hay importante sintomatología afectiva o ansiosa utilizamos tratamiento específico para ello”, matiza Ochoa.

El acoso escolar, factor de riesgo para problemas de salud mental

En el Congreso Nacional de Psiquiatría también se ha hablado del acoso escolar, una de las situaciones traumáticas que se identifican entre los antecedentes de muchos pacientes con trastorno mental, especialmente aquellos con un perfil más impulsivo y con conductas autoagresivas y que parecen imprimir, entre otros factores, una severidad a estos trastornos.

En España, un 1,6 por ciento de los menores sufren acoso escolar de manera continuada, un 5,7 por ciento lo sufrirá de manera espontánea y un 13,4 por ciento reconoce haber sido agresor. Algunas de estas personas terminan arrastrando estos problemas en su etapa adulta. “Según los estudios que manejamos pueden crear dos tipos de trastornos: uno a largo plazo y otro a corto plazo. Primero vendrían los trastornos de sueño, pérdida de autoestima, aparición de síntomas depresivos, síntomas físicos, como cefaleas o problemas gastrointestinales, disminución del rendimiento escolar o el absentismo escolar”, afirma Marina Díaz-Marsá, presidenta de la Sociedad de Psiquiatría de Madrid y psiquiatra del Hospital Clínico San Carlos (Madrid). “Un porcentaje continuará con los problemas a largo plazo, cuando aparecerá depresión crónica, fobia social, trastorno de ansiedad generación, trastorno por estrés postraumático o comportamientos autodestructivos, como autolesionarse, exponerse a situaciones de riesgo y el abuso de tóxicos como drogas o alcohol”.

La modalidad de ciberbullying produce, además, que el acoso sea más rápido, con un hostigamiento mayor y que no termina en la clase. “Las consecuencias es que la víctima no puede llegar a descansar, con lo cual hay encontramos un nivel mayor de ansiedad”, resalta Díaz-Marsá. Las estrategias que pueden seguirse para tratar el acoso en la víctima para paliar en la medida de lo posible sus consecuencias en su salud mental pasan por construir en los niños la capacidad de comportarse de manera constructiva, de asumir responsabilidades, de tomar conciencia del acoso escolar y sus consecuencias.

“Y no solo hay que reforzar a la víctima, sino reeducar al que acosa. En el agresor se ven conductas criminalistas y un abuso de alcohol y drogas en porcentajes mayores que en la población normal. Las personas que hayan realizado acoso escolar en su infancia o adolescencia tienen además una mayor propensión a conductas de violencia de género o maltrato infantil en la edad adulta. Tienen crear dificultad de relaciones interpersonales a largo plazo, de carácter tanto sociales como laborales”, concluye la especialista.

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