El alcohol está presente de forma continua en la sociedad española: menores, adolescentes, jóvenes, y también adultos, mantienen con esta sustancia una relación que, en muchos casos, resulta perjudicial y conlleva graves consecuencias sobre la salud, el entorno familiar, laboral y social. Apenas existe percepción de riesgo sobre el consumo elevado de alcohol en nuestra sociedad, hasta el punto que se ha normalizado y banalizado, llegando a ser un problema de salud pública que nos afecta a todos, y que urge abordar desde una perspectiva integral, ya que es una de las primeras causas prevenibles de morbilidad y mortalidad.
¿Se considera el consumo de alcohol en España un problema de salud pública entre todos los grupos de población?
Es un problema de salud pública, sin ninguna duda, pero no existe tal consideración por la baja percepción de riesgo existente en la sociedad. Hay tres grupos de riesgo sobre los que existe un consenso global: menores, mujeres embarazadas y conductores. Ahora, se debe trasladar a la población que la adicción al alcohol es una enfermedad y que provoca muchas otras enfermedades.
¿Cómo se podría crear conciencia de riesgo en torno al consumo elevado de alcohol entre la población general, teniendo en cuenta que fallecen más personas por comorbilidades relacionadas con el alcohol o suicidio inducido por esta sustancia que por accidentes (tráfico, laborales, domésticos…)?
Hay que hacer llegar a la población que, después del tabaco, el alcohol es la segunda causa de morbimortalidad evitable. Ciertas cantidades de alcohol son perjudiciales. A partir del consumo de 20 gramos de alcohol en mujeres y de 40 gramos en hombres, la aparición de enfermedades se dispara: no sólo hepáticas, también hematológicas, cardiovasculares… Cuando hablamos de alcohol, se podría hacer un Tratado de Medicina Interna, no hay órgano que no resulte dañado.
El consumo abusivo de esta sustancia se relaciona con el riesgo de desarrollar un trastorno por consumo de alcohol (TCA), así como con la aparición de otras enfermedades orgánicas. ¿En qué consiste el TCA?
Debemos guiarnos por los criterios diagnósticos del DSM-5. Un trastorno puede estar provocado por cualquier tipo o cantidad de consumo que llegue a hacer daño a la persona. No hay que poner tanto el foco en la cantidad sino en la consecuencia asociada a ese consumo, ya sea física, psicológica, social.
Contamos, además, con parámetros que nos permiten determinar cuando alguien padece un TCA: pruebas analíticas, cuestionarios como el AUDIT, además del control y registro de las cantidades de alcohol ingeridas. Son instrumentos sencillos.
¿Cuántos españoles padecen esta enfermedad? ¿Qué porcentaje puede estar en riesgo de sufrirla?
Los últimos datos hechos públicos por el Plan Nacional sobre Drogas, relativos al periodo 2013-2014, determinan que en torno al 5 por ciento de la población realiza consumos de riesgo de alcohol, porcentaje que sería tributario de un abordaje terapéutico. Esto es, 1.300.000 hombres y 300.000 mujeres. Por otro lado, cada año acceden a tratamiento 27.658 nuevas personas, según los últimos datos de 2014. Estas cifras se vienen mantienen desde el año 2010, de modo que queda por tratar a muchas más gente que las que se incorpora cada año a tratamiento. De la población que tiene problemas con el consumo de alcohol, sólo se trata al 1,5 por ciento.
Hay distintos grados de gravedad, pero sería esencial llevar a cabo un control de la población en riesgo desde atención primaria, para su correcto seguimiento y diagnóstico si fuera necesario. A nivel especializado se actúa en los últimos estadios.
¿Qué papel tiene el médico de AP en la detección del TCA?
Su papel es básico. La atención primaria es la puerta de entrada de cualquier patología al sistema sanitario. El médico de familia puede llevar a cabo un control rutinario de la relación del paciente con el consumo de alcohol, consejo sobre hábitos higiénico-dietéticos, el test AUDIT se debería realizar a toda la población. Es el momento perfecto para diagnosticar el TCA e intervenir de forma precoz.
La atención primaria pierde la oportunidad de evitar males mayores. Cuando se pregunta por el consumo de alcohol no se indaga lo suficiente. Muchas veces lo que la población considera un consumo “normal” se sitúa ya en los parámetros de riesgo que establece la OMS. Se debería seguir una estrategia equiparable a la del tabaco.
Hasta qué punto es importante la formación del médico de AP para el correcto abordaje de esta patología?
Es fundamental. Es la posibilidad de contar con un acercamiento rápido al diagnóstico. Hay que sensibilizar al propio médico, no sólo de primaria, acerca de que las adicciones son una enfermedad, que requieren un abordaje. El adicto es un enfermo.
¿Qué opciones de tratamiento existen actualmente? ¿Son accesibles para los pacientes que sufren adicción al alcohol?
Cuando existe un deterioro muy grande, ya sea físico o psíquico, el objetivo del tratamiento va a ser siempre la abstinencia. En ocasiones, la reducción del consumo es una estrategia terapéutica hasta que la persona decide dejar de consumir alcohol.
Por otro lado, los consumidores de riesgo sin problemática añadida, son candidatos a intervenciones dirigidas a la reducción del consumo y educación sanitaria, donde se les explican los riesgos asociados a ese consumo de alcohol. Sin embargo, esos tratamientos de reducción del consumo no son accesibles para los pacientes, existen barreras de prescripción. Cualquier fármaco debe poder prescribirse por parte del facultativo, ya sea médico de Atención Primaria, psiquiatra o especialista en adicciones. El paciente debe poder acceder a todas las estrategias y recursos de farmacoterapia existentes para su patología, sin discriminación geográfica alguna.
¿La nueva estrategia terapéutica basada en la reducción del consumo de alcohol, como objetivo de tratamiento y paso previo a la abstinencia, recomendada por guías nacionales e internacionales, ¿qué ventajas y valor diferencial ofrece?
Hay muchas personas con un consumo de riesgo que no están siendo tratadas y donde la reducción del consumo abre una ventana para mejorar su calidad de vida. No todo tiene que ser abstinencia. Con esta opción terapéutica facilitamos que un mayor número de personas accedan al tratamiento del TCA, casos de consumo de riesgo sin gravedad que se pueden manejar desde Atención Primaria.
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