Solo en la Unión Europea, la atención de la depresión supone un gasto en atención sanitaria del 1 por ciento del producto interior bruto (PIB) debido al grado de incapacitación del paciente mientras la padece. La buena noticia estriba en que, en la mayoría de las ocasiones, se resuelve aunque deban prevenirse las recaídas con un seguimiento posterior. El mayor riesgo para el enfermo es el suicidio.
¿Cuál es la incidencia de la depresión, de todos los tipos, en España?
La cifra global que se tiene es que el 8-10 por ciento de la población ha tenido o tendrá un episodio de depresión a lo largo de su vida. Se trata de un trastorno con una gran discapacidad asociada, lo que hace que la Organización Mundial de la Salud (OMS) prevea que sea la primera causa de discapacidad en 2030.
También es remarcable el gasto directo e indirecto que acarrea a la sociedad, que en la Unión Europea equivale nada menos que al 1 por ciento del producto interior bruto (PIB).
Por último, la complicación más temida de la depresión es el suicidio. El riesgo es 21 veces superior en los pacientes con depresión frente a la población general, y hablamos de la primera causa de muerte en personas menores de 40 años. Por todo ello, la depresión es un problema sanitario de primera magnitud.
¿Afecta por igual a hombres y mujeres?
El porcentaje es superior en la mujer que en el hombre, con una proporción de 2-3 a 1. La mujer busca con más facilidad ayuda de tipo psicológico; en cambio, el hombre recurre, en mayor medida en una situación de sufrimiento psicológico, al consumo de tóxicos o bien desarrolla alteraciones de conducta.
En esta diferencia de género influyen factores hormonales, dado que hay momentos del ciclo vital de la mujer (el posparto y el climaterio, especialmente) de mayor vunerabilidad. La edad de aparición de la depresión es variable, situándose entre la segunda y quinta décadas de la vida.
¿Cuál es su pronóstico y cómo se trata?
El mensaje fundamental es que la gran mayoría de depresiones sí se cura, aunque luego haya que recibir un tratamiento para prevenir recaídas. Hay un porcentaje de casos más resistentes, que deben ser manejados en Atención Especializada, a menudo con comorbilidades psiquiátricas, abuso de tóxicos o riesgo de suicidio. Pero en general el futuro del tratamiento de la depresión debe encararse con esperanza, porque cada vez sabemos más de los mecanismos cerebrales subyacentes, contamos con tratamientos seguros y eficaces, y tenemos nuevas líneas de investigación científica en desarrollo.
Para mejorar el pronóstico resulta fundamental que el médico siga las guías de práctica clínica, que homogeneizan y elevan la calidad asistencial. El objetivo terapéutico, en la actualidad, persigue que el paciente no sólo reduzca los síntomas, sino que recupere la funcionalidad, de modo que desempeñe las tareas de su día a día como lo hacía antes de la enfermedad.
Hay que prestar atención a la presencia de síntomas residuales, que son aquéllos que permanecen tras la mejoría, y que siguen limitando la actividad habitual del paciente. Suelen manifestarse como dificultades cognitivas (falta de atención o de memoria), síntomas somáticos, insomnio o pérdida de apetito sexual. No son tan manifiestos como la tristeza, la desesperanza o la culpa, pero impiden que el paciente vuelva a su vida normal. De ahí la necesidad de detectarlos y tratarlos.
¿Existen nuevas perspectivas terapéuticas?
Están apareciendo novedades, tanto a nivel farmacológico como psicoterapéutico muy reseñables. Farmacológicamente, recientemente han aparecido nuevos productos con nuevos mecanismos de acción y características propias (como, por ejemplo, la vortioxetina, con un mecanismo multimodal y excelente perfil cognitivo; la agomelatina, con un específico agonismo melatoninérgico; la desvenlafaxina, con un perfil muy favorable de interacción…) y mucha mejor tolerancia por ejemplo a nivel cognitivo, metabólico o sexual (dado que es un efecto secundario frecuente en los antidepresivos antiguos).
En el futuro próximo destaca la posible comercialización de la ketamina, que en los estudios iniciales ha mostrado unas mejorías rápidas y prometedoras. Y, en psicoterapia, hay también intervenciones nuevas, por ejemplo aquéllas basadas en mindfulness, que muestran resultados notables.
¿Cuál es la causa?
Más que hablar de conocimiento de las causas, lo que tenemos son modelos explicativos de la depresión, que combinan factores neurobiológicos (como, por ejemplo, la heredabilidad, desequilibrio bioquímico, alteraciones en la estructura y función del cerebro…) y cognitivos (esquemas y pensamientos automáticos que configuran el ánimo bajo).
Sobre la genética, sabemos que están involucrados múltiples genes que interactúan entre sí, y configuran una vulnerabilidad al trastorno. En interacción con los factores ambientales, se desarrolla o no el fenotipo.
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