Tres psiquiatras se han dirigido por escrito al aún presidente de Estados Unidos, Barack Obama, apremiándole a que ordene cuanto antes una evaluación psiquiátrica de su sucesor electo, Donald Trump.
En concreto, han redactado la misiva Judith Herman, profesor de Psiquiatría de la Universidad de Harvard; Nanette Gartrell, psiquiatra docente en esta última, y Dee Mosbacher, profesor de la especialidad en la Universidad de California.
Desde hace meses, diferentes médicos de la especialidad no han dudado en afirmar que, con la quinta edición del DSM en la mano (el manual diagnóstico de enfermedades mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría), Trump padece un trastorno narcisista de la personalidad.
Los remitentes de la carta identifican en el presidente electo una serie de características que les llevan a esa conclusión, entre otras “la impulsividad, megalomanía y resistencia patológica a las críticas” por parte del ganador de las últimas elecciones del país.
En consecuencia –argumentan– su permanencia en el cargo atenta contra la salud pública de los americanos (y del resto del mundo) al dejar en manos de una persona desequilibrada decisiones de una “inmensa responsabilidad” como, sin ir más lejos, ordenar un potencial ataque de un país enemigo con armamento nuclear.
Que se sepa, nunca antes la Casa Blanca había recibido una petición expresa de hacer un examen médico de esta índole a quien se va a hospedar en ella para dirigir el país.
De ahí que la noticia, publicada de forma original en The Huffington Post, haya tenido eco en revistas especializadas como The British Medical Journal.
Se le haga caso o no a la petición, lo cierto es que está respaldada por la 25ª enmienda de la Constitución de Estados Unidos, cuya cuarta sección –informa la revista británica– permite tanto al vicepresidente del país como “a los principales miembros de su departamento ejecutivo” o incluso a otras personas nombradas al efecto por el Congreso, declarar que el presidente se encuentra incapacitado para el ejercicio responsable de sus derechos y deberes como gobernante.
Antecedentes clínicos de los presidentes americanos
La misma reseña hace un repaso del historial clínico de los presidentes de Estados Unidos y recuerda que se mantuvieron, en todo momento, fuera del alcance de la opinión pública.
Una premisa que se cumplió a rajatabla con el infarto agudo de miocardio padecido por Dwight Eisenhower, el consumo de narcóticos y anfetaminas por parte de John Kennedy, el ictus sufrido por Woodrow Wilson –que le causó discapacidad mental y hemiplejía–, los problemas mentales de Richard Nixon en los últimos meses de su presidencia o incluso la enfermedad de Alzheimer de Ronald Reagan.
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