Pocos se podían imaginar cuando asumió la presidencia de AMA que Diego Murillo iba a convertir aquella humilde mutua en una de las principales empresas aseguradoras del país. Pero él llevaba en su cabeza un proyecto de mucha carretera, de mucho diálogo con los colegios, porque sabía de primera mano cuáles eran, y cuáles son, las sensibilidades, las preocupaciones y los anhelos de los profesionales sanitarios.
Y es que Diego Murillo fue cocinero antes que fraile, como dice el refrán. No ha llevado a AMA a codearse con las grandes empresas del emblemático Parque Empresarial Cristalia por casualidad. Primero fue médico de a pie; luego emprendió con valor, arriesgando su capital y teniendo clínica propia; incluso llegó a presidir un laureado club de balonmano. Y fue presidente del Colegio de Médicos de Pontevedra. Cada paso era un aprendizaje que supo convertir en una fórmula de éxito.
Ahora ha decidido que es el momento de ceder el testigo. Lo hace seguramente como había soñado, con la mutua de los profesionales sanitarios en la cima, arrojando sus mejores resultados económicos y con un Consejo de Administración en el que están representadas todas las profesiones sanitarias.
En el momento de la despedida, de los balances, la Justicia seguro que se quitaría la venda de los ojos para que Diego Murillo pudiera comprobar su emoción, porque se despide dejando mucho en el sector sanitario, con el que fue generoso y protector. Como un padre.
Incluso supo perdonar con el tiempo a quienes intentaron manchar su nombre, el de AMA, y quisieron infringir dolor a los suyos con aquel episodio inventado por una marioneta política que algún malintencionado puso al frente de la Dirección General de Seguros. Pensaron que Murillo era un gigante con pies de barro, fácil de derribar, y comprobaron que sus raíces eran sólidas, basadas en la verdad del servicio al profesional sanitario, la esencia de AMA.
También deja el legado de la Fundación AMA, otra muestra más de que no hay mayor beneficio empresarial que el devolver a los médicos, enfermeros, farmacéuticos, dentistas, podólogos... lo que les pertenece. Así ha entendido siempre Diego Murillo la mutua.
Se va de la presidencia de AMA pero su voz, su autoridad profesional y moral, deberá seguir siendo un referente indiscutible sobre lo que suceda en el sector sanitario en general, y en el de los colegios en particular. Si el flamante edificio de AMA lleva su nombre y apellidos, hay quien considera que su trayectoria le hace acreedor de bautizar a una de las principales calle de Madrid: Bravo, Murillo. Bravo, Dr. Murillo.
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