Juan Matute Guimón, jinete, 23 años recién cumplidos, mira hacia su futuro con la mejor de las perspectivas. Es imposible no contagiarse de su positivismo y espíritu de lucha, o no percibir su sonrisa permanente, incluso debajo de la mascarilla. Lo mismo ocurre con sus padres, Juan y María, que abrazan y tocan a su hijo constantemente, como para cerciorarse y disfrutar de su presencia y salud.
Una realidad que hace 5 meses se vio más que comprometida cuando Juan, en su mejor momento profesional, seleccionado para representar a España en los Juegos Olímpicos de Tokio,
sufrió un derrame cerebral grave al bajarse de su caballo tras entrenar. Mientras pasaba cuatro días en una situación muy delicada en otro gran hospital de Madrid, donde intentaron sin éxito aplicar un tratamiento endovascular a su malformación arteriovenosa, sus padres, que habían recibido ofrecimiento de segundas opiniones de expertos en el extranjero y de traslados a otros centros internacionales, se informaron sobre la
Unidad de Neurorradiología Intervencionista de la Fundación Jiménez Díaz y de las novedosas técnicas que de forma habitual aplica para el abordaje de estas patologías, y tomaron una decisión:
trasladar a Juan a la Fundación Jiménez Díaz, donde le controlaron y empezaron a tratar.
Una elección valiente pero acertada que dio paso a un periodo duro,
25 días en coma y 40 en la UCI, pero también a un final feliz: el 3 de julio recibió el alta, a finales de ese mes empezaba de nuevo a entrenar. Y
a mediados de octubre, volvió a la competición.
“Me encuentro fenomenal y me siento feliz”, dice, rotundo, agradeciendo a la Fundación Jiménez Díaz, a quien ya considera “su familia”, y al jefe de su Unidad de Neurorradiología Intervencionista, Claudio Rodríguez Fernández, como principal representante de todo el equipo que le ha atendido, estar hoy aquí y, sobre todo, estar como está: totalmente recuperado.
Amplia experiencia en una técnica de vanguardia
“Nuestra unidad está especializada en este tipo de patología; en pocos centros europeos, o incluso a nivel mundial, se están utilizando técnicas de acceso transvenoso-transnidal de forma rutinaria para tratar las malformaciones arteriovenosas con la amplia experiencia que tenemos nosotros”, asegura el especialista, recordando el paso de Juan por el hospital.
La situación neurológica del jinete era muy delicada debido a la rotura de una malformación arteriovenosa compleja situada en la profundidad del cerebro, que asociaba un gran aneurisma venoso; todo ello en el contexto de un gran volumen de sangre a nivel intracraneal, fundamentalmente en el sistema ventricular. “Eso implica una situación bastante critica, que se unía a la incertidumbre del estado neurológico real, ya que se requería un coma inducido para mantener las constantes vitales y la presión cerebral lo más baja posible”, apunta Rodríguez.
“Sabíamos que técnicamente podíamos afrontar el motivo de la hemorragia porque es una patología que tratamos habitualmente; lo hicimos con un abordaje combinado transvenoso”, continúa, resumiendo el planteamiento inicial del abordaje terapéutico: “resolver el problema causal, la malformación, para evitar el resangrado y después mantener el cerebro protegido de las altas presiones hasta que se fuera resolviendo la hemorragia”.
Así se hizo, y con el mejor de los resultados, logrando que, tras una estancia prolongada en la UCI, con coma inducido y situación neurocrítica muy compleja, Juan fuera poco a poco recuperándose, ayudado por su juventud y fortaleza, así como por todos los profesionales del centro implicados: intensivistas, neurocirujanos, enfermería, rehabilitadores…
Profesionales altamente especializados y tecnología de última generación
Un éxito que se debe al equipo de profesionales altamente especializados y experimentados de la Unidad de Neurorradiología Intervencionista de la Fundación Jiménez Díaz y a su dotación tecnológica de última generación, que incluye dos quirófanos híbridos, una resonancia magnética intraoperatoria de alto campo y una sala de angiografía, entre otros. “Esta combinación hace a nuestra unidad muy potente a la hora de abordar estas patologías -asegura su responsable-, permitiéndonos ofrecer muchas garantías no solo de solventar una situación aguda, sino de obtener la curación de la enfermedad”.
Las cifras hablan por sí solas a la hora de avalar esta unidad: más de 30 años de experiencia y una actividad superior a la de cualquier otro hospital español, y de muchos europeos. Actualmente, la unidad trata mas de 200 aneurismas cerebrales, en torno a un centenar de malformaciones arteriovenosas, mas de 50 fístulas arteriovenosas al año, además de patologías como el ictus, patología raquimedular, entre otras muchas. Y, lo que es más importante:
“la tasa de curación que estamos logrando, por ejemplo, en el tratamiento de malformaciones arteriovenosas está en torno al 95 por ciento; un porcentaje al nivel de la escasa literatura que hay hasta el momento, ya que son técnicas muy recientes.
De cara al futuro, la Unidad de Neurorradiología Intervencionista de la Fundación Jiménez Díaz sigue trabajando y está en contacto habitual con centros pioneros en este tipo de técnicas en todo el mundo para seguir aprendiendo día a día cómo mejorar y ofrecer una atención cada vez más excelente a sus pacientes.
Una experiencia única, médica y humana
En cuanto a Juan, gracias a su total recuperación en el hospital, y a su espíritu de superación, como dice su madre, María Guimón, “conseguirá lo que se proponga y llegará a donde quiera”. Y es que, el jinete asegura encontrarse “al cien por cien a nivel físico nivel, cada día mejor”, por lo que mantiene sus planes profesionales de futuro y sigue teniendo claro su próximo gran objetivo: “Yo apunto a Tokio”.
“Este ha sido un reto que me ha puesto la vida, pero también una experiencia única que, sin duda, me ha hecho mucho más fuerte”, incide Juan, haciendo balance de esta: “Recuerdo con mucho cariño el afecto de todos los doctores, enfermeros, celadores y de todas las personas que trabajan en el hospital; me han tratado siempre fenomenal y lo agradeceré eternamente. Para mí, la Fundación Jiménez Díaz es mi casa y, sin duda, será a donde venga cuando tenga que ir a un hospital; será mi elección siempre”.
Una percepción con la que coinciden sus progenitores, que agradecen haber estado informados constantemente de la evolución de su hijo. “Fue llegar a la Fundación y recibir inmediatamente una sensación de cariño, apoyo y comprensión, y también información directa, puntual y frecuente del estado de Juan, sobre todo siendo tan grave y en constante cambio”, recuerda María.
“Tenemos que felicitar al equipo de la Fundación Jiménez Díaz porque ha sido una institución, no solo muy profesional -el éxito de las técnicas utilizadas salta a la vista-, sino de una categoría humana tremenda -subrayan los padres del jinete-, porque esa otra parte la que te cambia la experiencia”. En ese sentido, el padre de Juan ahonda: “Hemos estado arropados por todos, incluido por el capellán del hospital. Nunca nos hemos sentido un paciente o familiares más; han sido y son una familia para nosotros, que no conocíamos pero que han llegado para quedarse”.
Así parecía querer dejarlo claro también el jinete con sus primeras palabas tras salir de la sedación profunda: “Todos me apoyan, son mis amigos”, dijo sobre el personal que le cuidaba. Y así lo sigue demostrando cada vez que viene al hospital, a ver a su “otra familia”.
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