El crecimiento de muchos tumores es indoloro y pasa desapercibido, aunque manifestaciones como la pérdida de visión, pueden disparar la alarma de su existencia. Este no solo es un posible síntoma de tumores que afectan a las estructuras oculares, como la retina o la órbita, sino también de cánceres en otras partes del cuerpo.
Como explica José García-Arumí, experto en Oncología ocular de IMO Grupo Miranza, “no es extraño que distintos tipos de tumores provoquen metástasis en el ojo, sobre todo en la coroides, la capa intermedia del globo ocular, que está muy vascularizada”. Así ocurre en el cáncer de pulmón, hasta el punto de que, en la mitad de los casos en los que metastatiza, es el diagnóstico oftalmológico el que revela la existencia del tumor primario, hasta entonces ignorado por parte del paciente.
Según García-Arumí, “otro cáncer que es común que se disemine en el ojo y llegue a nuestras consultases el de mama”, además de otros tipos que también pueden hacerlo, aunque menos frecuentemente, como el gastrointestinal, el renal o el cutáneo. Asimismo, también hay tumores que tienen repercusiones oculares directas.
Héctor Fernández, especialista en Neuroftalmología de IMO Grupo Miranza, apunta que “algunos tumores cerebrales, en función de su localización y evolución, pueden afectar al complejo entramado de estructuras involucradas en la visión y que transmiten los estímulos nerviosos desde la retina hasta el cerebro, donde se interpreta la información visual”. Como consecuencia, el crecimiento de un tumor cerebralpuede ocasionar visión borrosa, visión doble o reducción de parte del campo de visión.
Realizar una detección precoz del tumor puede ser crucial no solo para mejorar el pronóstico general del paciente, sino también para evitar pérdidas visuales irreversibles: “Las fibras nerviosas que componen estructuras clave y muy delicadas como el nervio óptico no se pueden regenerar”, destaca Fernández. Por ello, incide en la importancia de la colaboración entre neurólogos y oftalmólogos, así como entre subespecialistas en las distintas partes del ojo.
Una de las razones es que el nervio ópticotambién puede verse amenazado por tumores que se localizan en el interior del ojo (en la retina) o en la cavidad que lo rodea (la órbita ocular). Marco Sales, especialista en oculoplástica y lesiones orbitarias del equipo de IMO Grupo Miranza, explica que “incluso los tumores orbitarios benignos conviene detectarlos y tratarlos a tiempo porque pueden comprimir el nervio óptico y, si la presión que ejercen es fuerte o mantenida, dañarlo de forma definitiva”.
Para detectarlos a tiempo, hay que estar atentos a posibles síntomas: “Lo más frecuentes es que el primer síntoma sea que el paciente se note el ojo más salido o desviado (exoftalmos), además de otros, como visión doble o pérdida de visión”, explica el especialista. En el caso de los tumores orbitarios malignos, Marco Sales afirma que el más frecuente en adultos es el linfoma, que supone el 34 por ciento del total, si bien en el caso de los niños, el más frecuente es el rabdomiosarcoma (40 por ciento). El tratamiento suele ser la cirugía, aunque algunos tumores, como los linfomas, se tratan con quimioterapia o radioterapia, mientras se van abriendo camino nuevos tratamientos mediante el uso de fármacos biológicos.
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