“La comida no debe utilizarse como un calmante emocional”. Esta es la conclusión de los especialistas en
Salud Mental de los hospitales del
grupo sanitario Ribera, que alertan del aumento de lo que se ha denominado
“hambre emocional” entre pacientes que recurren a la comida para esconder problemas y miedos o para llenar de manera ficticia un vacío anímico.
“Se entiende por hambre emocional a la
alimentación desordenada que aparece ante situaciones que son estresantes, de tristeza, soledad, ansiedad o aburrimiento”, explica
Marisa Escribano, psicóloga de la Unidad de Salud Mental del Hospital Universitario del Vinalopó, que pone un ejemplo muy gráfico: “Paquetes de galletas que van a parar a la boca, sin sensación real de hambre”.
Para
Javier Carreño, psiquiatra del hospital Ribera Povisa (Vigo), el hambre emocional “es un término nuevo que responde a síntomas antiguos, como la
ansiedad y el correlato biológico del afecto de la
angustia, capaz de generar gran parte de los problemas de salud mental”. Además, añade que “esta situación entre el pánico y la incertidumbre, que es la angustia, nos lleva a buscar soluciones, y una de ellas es
comer para llenar ese vacío”. Y no hacerlo de un modo sosegado, respondiendo a un instinto fisiológico, sino que “el paciente come rápido y mucho, porque su objetivo es saciarse para
conseguir un apaciguamiento que normalmente suele ser breve”, explica.
Nuria Lázaro, especialista en Salud Mental y coordinadora del Programa de TCA del Hospital Universitario de Torrejón, considera que la educación recibida tiene una relación “muy estrecha” con el deseo de “regularse emocionalmente con la comida”. “En muchas ocasiones
se usa como castigo o premio y en nuestra cultura, la comida está presente de forma constante junto a las emociones: celebramos con comida y acompañamos situaciones de tristeza o pérdida con comida”, añade.
En la misma línea se pronuncia
Lucía Fernández, psicóloga sanitaria en Ribera Polusa, y una de las profesionales de Minds, la terapia psicológica online del grupo sanitario Ribera. “La comida juega un papel importante en nuestra cultura, porque
forma parte de muchas relaciones sociales y momentos agradables. Por eso también la utilizamos como elemento para aplacar malos momentos o el malestar emocional”, explica.
Tanto Nuria Lázaro como Lucía Fernández matizan: “Este tipo de situaciones no tienen por qué resultar algo negativo necesariamente, solo cuando la principal regulación emocional pasa a ser únicamente la comida”. “Cuando el hambre emocional se ha vuelto
patológica y conlleva conductas disfuncionales, como la ansiedad por comer, hacerlo compulsivamente o pegarse atracones es momento de plantearse cómo poner remedio a la situación”, añade la terapeuta del Hospital de Torrejón.
¿Cómo tratar o controlar el hambre emocional?
Todos los especialistas coinciden en la base de las terapias más adecuadas para frenar ese hambre emocional. Carreño asegura que “la cura de este tipo de ansiedad suele venir de
desbridar las causas que han generado esa angustia y, en consecuencia, ese remedio fallido que es el comer mal, urgente y asustado”.
Para Nuria Lázaro “el primer paso es entender que la comida no es el foco del problema, sino la tapadera”. “Debemos prestar atención a las sensaciones corporales, para diferenciar el hambre física del emocional, y para ello es clave practicar la
alimentación consciente o mindful eating”, asegura.
Lucía Fernández, integrante del equipo de
Minds, la terapia psicológica online del grupo, explica que este programa “incluye un itinerario especial para ayudar a frenar el hambre emocional”. “La herramienta ayuda al terapeuta a calcular el grado en el que nuestras emociones influyen en la conducta de comer y también incluye registros en los que cada paciente puede
evaluar el grado de influencia de sus emociones en la ingesta emocional de alimentos”, explica. Y no solo ayuda en el diagnóstico. “También permite a los pacientes aprender herramientas para gestionar este problema y entre ellas destaca el mindfull eating”, añade.
La psicóloga del Hospital del Vinalopó coincide al señalar el mindful eating como una de las soluciones para tratar este problema. “Es importante llevar a cabo una alimentación consciente, porque de esta manera aprenderemos a nutrirnos mediante una atención plena, escuchando nuestras emociones”, asegura, al tiempo que recuerda que “esta manera de alimentarse se considera una de las más saludables, porque permite
escuchar a nuestro cuerpo y a nuestras sensaciones”.
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