Ginecólogo, mandatario de colegio de médicos, alto directivo de una empresa de seguros, propietario de una clínica e, incluso, dirigente de un equipo de balonmano y político. La trayectoria de Diego Murillo, presidente de la Agrupación Mutual Aseguradora (AMA), ha estado siempre motivada “por la ilusión y el trabajo” que le inculcó su madre. Sus cinco hijos y sus nietos son otro de los motores principales de una vida a caballo entre Pontevedra y Madrid.
¿Qué faceta de las que ha desarrollado hasta ahora retrata mejor a Diego Murillo?
Sin duda, la de médico. Soy médico, hijo de médico y padre de médico. La Medicina la viví en casa desde pequeño y siempre quise ser médico como mi padre. Luego la vida, por circunstancias, me ha llevado a cargos porque me los proponían.
¿Y la etapa colegial?
Me ilusionó ser presidente del Colegio de Médicos de Pontevedra, que fue la causa fundamental de que yo esté ahora mismo en AMA. Mis comienzos fueron en Previsión Sanitaria Nacional (PSN), cuyos representantes en el Consejo de Administración los nombraba el Consejo General de Colegios de Médicos. Solíamos ser mayoría de médicos, pero había también farmacéuticos y veterinarios. Un día, en una asamblea del Consejo General, el presidente Ramiro Rivera me propuso para PSN. Yo no sabía lo que era un seguro en aquella época, me dedicaba a la Ginecología. En 1973 abrí un sanatorio en Pontevedra con dos compañeros, muy bonito, con 80 camas. Fueron años muy felices para mí. Siendo hijo de un médico que ejerció siempre en una aldea en la Isla de Arousa poder llegar a una capital y abrir tu propio centro sanitario hecho a base de esfuerzo mío personal, para mí fue muy importante. El día de la inauguración siempre lo recordaré, con mi padre y mi madre a mi lado.
Murillo analiza su paso por la política.
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¿Y cómo llega a ser presidente de un equipo de balonmano?
De balonmano tampoco tenía ni idea al principio, pero me forzaron prácticamente a ser presidente del Teucro, un club de Pontevedra, y mantuve al equipo cuatro años en División de Honor. Yo fiché al primer extranjero, un yugoslavo que se llamaba Bozidar. Fue un fichaje, además, que me costó un empeño personal. Era un gran jugador, pero creo que se había escapado de su país y no tenía papeles. Gracias a que estaba de ministro de Cultura y Deporte Pío Cabanillas, que era un hombre muy de Pontevedra, logramos regularizarle. Recuerdo que le tuve en el sanatorio escondido una semana y se me escapaba a jugar a los recreativos.
También ha estado metido en política…
Fui 12 años concejal del Ayuntamiento de Pontevedra, y ocho años diputado en la época de Rajoy. Fuimos juntos a las elecciones municipales. Llegaron a ofrecerme la Diputación de Pontevedra, pero dije tajantemente que no porque para mí cualquier cargo que significase dejar mi profesión nunca lo quise. El primer presidente de la Xunta, Gerardo Fernández Albor, me ofreció ser consejero de Sanidad, y también lo rechacé porque quería seguir ejerciendo y tenía el sanatorio funcionando a tope y me era imposible.
¿Por qué eligió ser ginecólogo?
La verdad es que no lo tenía muy claro, pero había hecho muchos partos en La Isla ayudando a mi padre. Lo cierto es que cuando llegué a Pontevedra era difícil encontrar un trabajo, y en el sanatorio que había estaba la plaza de Ginecología, y tal vez por eso me animé. Si hubiera habido otra especialidad ahora no era ginecólogo. No fue por una vocación especial, aunque sí que me gustaba.
¿Qué recuerdos tiene de su infancia y de su adolescencia?
Teníamos dificultades económicas, pero nos defendíamos. Mi padre estuvo en la cárcel porque fue represaliado político de la Guerra Civil. Recuerdo que salió una Navidad. Pero somos una familia muy unida. Tengo un hermano abogado que nos apoyamos muchísimos los dos. Mi padre era muy buena persona, y luego había un cerebro en la familia que era mi madre, que era una mujer muy inteligente que sacó a la familia adelante en las dificultades de la posguerra. Ella nos inculcó el espíritu del trabajo y la necesidad de estudiar. El día de su muerte ha sido el más triste de mi vida.
¿Cómo se logra pasar de un piso pequeño con una docena de empleados, a lo que es ahora AMA?
Hubo una ley que indicaba que las mutuas que hacían seguros de vida no podían hacer de automóviles, y el consejo de PSN se separó en dos para crear AMA.
Yo en un principio quería quedarme en Previsión porque estaba estupendamente, porque era vicepresidente junto con Javier Matos, el presidente del Colegio de Médicos de Madrid. Previsión tenía mucho más prestigio que AMA en ese momento, porque AMA no tenía nada. Recuerdo que Pepe Paz, presidente del Colegio de Médicos de Toledo, que era de A Coruña y me tenía una especial simpatía, me propuso irme con él a AMA y, al final, por nuestra buena amistad me convenció.
Amigo de rajoy y de ana pastor
Murillo nunca ha escondido su ideología política. Fue uno de los impulsores de Alianza Popular en la provincia de Pontevedra, y también del Partido Popular, donde ha ejercido cargos notables de representación en diversas instituciones. De esta actividad, como de otras que ha desarrollado en la vida, ha sacado buenos amigos. Es el caso de la que fuera ministra de Sanidad, y ahora de Fomento, Ana Pastor. E incluso del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, con quien compartió los comienzos de una carrera que ha llegado hasta La Moncloa.
¿Fue fácil el comienzo?
No. La separación fue traumática, no fue amistosa. No nos dieron ni el listado de los clientes que tenían seguro de automóvil. Lo que hicimos fue alquilarnos un piso también en la calle Villanueva de Madrid, cerca del número 11, donde estaba y sigue estando PSN. No teníamos ni calefacción y con nuestro dinero compramos una estufa de butano. Empezamos con ganas, pateándonos España entera, yendo por los colegios de médicos, algo que sigo haciendo ahora. Me gustó tanto que fue la primera vez que dejé un poco de lado mi profesión. Ahí empecé a pensar en un proyecto sanitario: uniéndonos todos conseguiríamos una entidad para nosotros que nos daría una serie de beneficios. Y así ha sido. AMA ha dado derramas de casi 60 millones de euros al año. Tenemos 600 empleados, casi 100 oficinas abiertas, y la satisfacción de ayudar siempre al sector sanitario. Somos ya casi 600.000 mutualistas. El mensaje de unión que yo quise transmitir lo captaron enseguida los presidentes y ese ha sido el éxito. Recuerdo que los andaluces y los gallegos fueron los primeros en apoyarme y les estoy agradecido. Luego ya se unieron más profesiones sanitarias y hoy están también enfermeros, fisioterapeutas, psicólogos… Todos los sanitarios tienen cabida en esta casa.
El presidente de AMA tiene también una faceta deportista y futbolera.
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¿Qué sintió cuando por aclamación se puso el nombre de Diego Murillo al edificio que hoy alberga AMA?
Fue una satisfacción enorme porque, además, eran momentos difíciles, cuando el señor Ricardo Lozano (por llamarle de alguna manera), entonces director general de Seguros, me denunció sin motivo. Yo tenía la conciencia tranquila, porque no me había llevado ni un duro. Al contrario, me había costado dinero, porque ganaba mucho con mi profesión y tuve que dejarla, como pueden dar fe mis declaraciones de la renta de entonces. Incluso vendí el sanatorio, con un gran dolor personal, porque mis obligaciones en AMA me impedían atenderlo como debía. Cuando Lozano me denuncia de una forma totalmente injustificada afecta al negocio de AMA en Portugal. Recuerdo que por aquellos días había saltado la noticia de que la Caja de Ahorros del Mediterráneo tenía un agujero de 8.000 millones y al presidente le pedían 10 años de inhabilitación, y 150.000 euros de multa. Y a mí por 600 euros de una dieta me pedían 20 años de inhabilitación y 300.000 euros de multa. Como es lógico fuimos a por todas, y el tema llegó incluso al Supremo y ganamos. Lozano desapareció y nadie sabe dónde se ha metido.
¿Fue un tema político?
Político y que alguien quiso quedarse con AMA, que era una perita en dulce que le gustaba a mucha gente. Pensaban que podían quitarme de en medio y captaron al director general que teníamos entonces. Pero pasó, la Justicia me dio la razón y lo importante es que AMA sigue su buen rumbo como una empresa sólida.
Hablaba antes de las derramas que da AMA, pero usted dio una muy particular en 2012 repartiendo un premio de la Lotería de Navidad…
Fue una derrama que ojalá volviera a producirse porque todos los empleados de AMA llevaban un décimo. Me hizo una ilusión especial por los empleados que no son directamente de la empresa, sino que están por contratas externas, como el personal de limpieza que en su mayoría son de países de Latinoamérica. A todos les tocaron los 20.000 euros, y ver en su rostro el agradecimiento por esta ayuda significó mucho para mí. Luego en Pontevedra todos mis amigos, mis hijos, mis nietos. Recuerdo que había perdido el vuelo a casa la noche anterior, y me fui en taxi desde Madrid y llegué muy de madrugada, y a las pocas horas me despertaron diciéndome que había tocado la lotería. Fue un cuarto premio, pero pude tener la alegría de repartir 38 millones euros.
¿Se considera usted un hombre afortunado?
Tengo cinco hijos extraordinarios, amigos con los que estoy muy a gusto, he desarrollado una intensa actividad profesional en diversos ámbitos. Sí, me considero afortunado.
¿Es cierto eso de que los amigos de verdad se pueden contar con los dedos de una mano?
Yo tengo la suerte de necesitar por lo menos los dedos de dos manos para contarlos. Sigo manteniendo a mis amigos de Pontevedra, con los que me voy todos los sábados a tomar una cerveza.
unos hijos que siguen sus pasos
Al igual que él siguió los pasos de su padre, su hijo Diego (Murillo Solís) está marchando sobre los suyos. Ha abierto su propio centro sanitario en Pontevedra (Clínica Murillo) y lleva un tiempo avanzando en la carrera colegial, primero como presidente de la Comisión Deontológica del Colegio de Médicos de Pontevedra, y con posterioridad entrando a formar parte de la Deontológica Central de la Organización Médica Colegial (OMC). De diferente forma sus hijas Lupe y Raquel también emulan a su progenitor. La primera es directora general de la conservera internacional Pescamar y desde julio preside el Pontevedra Club de Fútbol, mientras que la segunda es una abogada de reconocido prestigio que ha asumido la Subdirección General y la Dirección de la Rama de Responsabilidad Civil de AMA.
¿Qué hobbies tiene?
Ahora estoy muy ilusionado con el fútbol porque mi hija Lupe es presidenta del Pontevedra y me hace ir todos los domingos a verlo. Tengo la ilusión de que el Pontevedra suba. Estoy dando todo el apoyo que puedo, no solo económicamente, sino también con la experiencia que he podido ir acumulando estos años en diversos sectores. Son vivencias muy bonitas en torno al Pontevedra porque voy al partido con mis nietos, rodeado de mi familia, y lo pasamos muy bien. Soy futbolero, y me confieso seguidor del Atlético de Madrid. Asisto cuando puedo a los partidos que hay entre semana, porque los fines de semana los reservo para mi familia, que pasamos buenos momentos en un chalé que tengo en Combarro.
Murillo recuerda el momento en que el premio de la Lotería de Navidad
cayó en la sede de AMA.
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¿Por qué es del Atlético?
Lo soy de toda la vida, desde bien pequeño. Me gustaban jugadores como Collar o Adelardo. Nunca ha sido un equipo normal, lo mismo gana que pierde. Grandes victorias y grandes fracasos. De los jugadores de ahora me gusta Arda Turan. También el portero Courtois y el lateral izquierdo Filipe Luis, aunque se han ido los dos al Chelsea. Koke también es muy bueno. Creo que este año han fichado bien y si hubiera mantenido a estos y a Diego Costa, nos salíamos. De lo que no me fío ya es de que vuelva Fernando Torres. Creo que, como Casillas en el Real Madrid, debe ir pensando en la retirada.
¿Y si tuviera que elegir entre que el Pontevedra suba a Segunda o que el Atlético gane la Champions League?
No lo dudaría. Las alegrías que me da el Pontevedra y ver la ilusión de mi hija no lo cambio por lo otro.
¿Ha habido alguna oportunidad en la vida que desaprovechó y se arrepiente?
Así en especial ninguna. Lo que he pretendido lo he ido consiguiendo a base de esfuerzo. Tal vez me pesó en su momento dejar pasar alguna novia guapa (risas).
¿Un libro que le haya marcado?
El Quijote lo repaso a menudo. Es un libro de cabecera que siempre he tenido cerca, desde que me lo regalaron de pequeño. Luego, de más mayor, he comprado algunas ediciones más especiales. Leo capítulos sueltos a mi aire.
¿Y una película?
Voy poco al cine. La más reciente que tengo en la memoria que me ha gustado ha sido la de Ocho apellidos vascos, que me he partido de risa. En general soy más de comedia que de dramas. Si voy al cine es para reírme, los dramas ya están en la vida real.
¿Es usted buen comensal? ¿Tiene algún plato preferido?
Me gustan las angulas. Todos los años vamos aquí en Madrid al Kulixka, que las hacen muy bien y te las ponen con un huevo frito. Pero en general no soy muy exquisito para la mesa. A veces con una lata de conservas voy servido. Eso sí, conservas Pescamar, que son las de mi hija Lupe. Lo que me importa es estar bien acompañado de amigos o de gente con la que estar a gusto.
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